Opinión | El recorte

El actor y la función

Comparece ante el juez Juan Carlos Cueto por el caso Koldo

Comparece ante el juez Juan Carlos Cueto por el caso Koldo / Javier Lizón

Como cantaba La Lupe, la vida es puro teatro. Tal vez por eso deba tomarse con distancia crítica la doliente historia del árbol caído, José Luis Ábalos. El tronco hendido por el hacha de ese aizkolari, Koldo García, que en el espacio que media entre dos telediarios dejó de ser un ejemplo modélico de militante socialista.

Es imposible saber lo que es real y lo que es actuación en la salida del exministro socialista del PSOE. Hay intimidades del amor y la separación que solo se conocen por quienes se aman y se olvidan. Pero, sea como sea, les ha quedado bonito. El Gobierno se lava las manos con el aguarrás de la expulsión preventiva del partido. Y Ábalos, ya fuera del Grupo Socialista, conservará su escaño, por prudencia prejudicial, aunque seguirá votando a favor de las iniciativas de la mayoría progresista. Y dentro de unos meses las aguas volverán a calmarse. Este país, como bien sabe Pedro Sánchez, tiene memoria de pez.

También puede ser que el desgarro sea enteramente cierto. Que Ábalos, que tantos servicios de altos vuelos prestó –desde salvador de Air Europa hasta maletero de los emisarios de Maduro– haya sido apartado quirúrgicamente en un exceso de celo o porque alguien tenga información que comprometa su futuro. Pero echar a quien fue ministro por una responsabilidad retrospectiva in vigilando de su asesor tiene cojines. Por el mismo precio se deberían cargar a todos los que alguien contactó para que colaboraran desde otros ministerios, en el partido en Baleares y en el de Canarias.

La política se ha vuelto muy cobarde y los líderes tardan muy poco en soltar lastre. Toda la vida se ha tirado a los muertos por la borda. Ahora, incluso a los que solo están heridos. Es imposible, al hilo de este caso, no acordarse de Rita Barberá, que a diferencia de Ábalos sí estaba imputada, y a la que el equipo de Pablo Casado expulsó como agua sucia del grupo popular en el Senado para que vagara por los pasillos como alma en pena. La exalcaldesa de Valencia murió, sin ser juzgada, en la habitación de un hotel madrileño ese mismo año. Todos los que estaban investigados con ella en ese caso fueron absueltos.

Le necesidad de ejecutar sumariamente a los sospechosos nace del clima de terror establecido por la guillotina de los medios de comunicación, en donde los partidos políticos ejecutan a los reos adversarios antes de su condena formal. Al primer grito de «¡bruja!» todo el mundo coge las cuerdas y las antorchas y corre a encender la pira. Y si después se ha quemado a un inocente… Bueno. Ya sabemos que nadie es del todo inocente ¿no?

El sacrificio ritual de Ábalos, con su dolorosa escenificación pública, sea real o no, en todo o en parte, no servirá de dique de contención a la fiebre justiciera. Los contratos de la pandemia fueron una gigantesca chapuza discrecional y un sinsentido. Y no solo los de compras de material sanitario. Si empiezan a salir todos los pufos de ese tiempo de barra libre vamos a alucinar en colores. Varios ministros y altos cargos salen hoy en la escandalosa foto de hoy de las mascarillas. Pero hay muchas más en el carrete, que ya van saliendo. Una película entera.

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