Opinión | Caso 'Koldo'

Sánchez no puede ni con Ábalos

Reuda de prensa de Ábalos en el Congreso.

Reuda de prensa de Ábalos en el Congreso. / Fernando Villar / EFE

Ábalos no usa mascarilla en sus intervenciones públicas, porque "dar la cara es una costumbre en mí". A la hora de no dimitir en público, parecía un castillo derruido o un toro tras la estocada. Rompe con el PSOE y rompe al PSOE, factura y fractura al partido en el que desempeñaba el papel indispensable de hombre duro. Replica al "asco" de Francina Armengol con las "infinitas muestras de apoyo", no es consciente de que los tránsfugas solo son reyes por un día y de que el grupo mixto es el equivalente de los calabozos de aislamiento en los gulags rusos. Sin embargo, el jefe de los comisionistas, por lo menos cuando no ejercían como tales, dista de ser el protagonista principal de una tragedia de izquierdas que está desembocando en astracanada.

La desoladora despedida de Ábalos, "mis últimas palabras", interpela frontalmente al presidente del Gobierno. La población, que ha temido más que admirado al líder delPSOE por su implacable sangre fría, se enfrenta a una decepción escénica. Pedro Sánchez no puede ni con Ábalos, un diputado de repesca con un currículum que se diluye en la noche de los tiempos. Las decisiones del poder pueden ser erradas o dictatoriales, pero deben ejecutarse al milímetro a riesgo de quedar en ridículo. Si el socialismo no podía expulsar de sus filas al jefe del ministerio de la vergüenza, hubiera sido preferible una defensa política, el aval de Ábalos. Ahora han de suplicarle en cada votación.

El nuevo ingrediente del Grupo Mixto no es rival para Sánchez ni para el PSOE. La bravata de que "tengo muchas respuestas" se esfuma en una trayectoria sombría que solo le ganará la simpatía de quienes van a aprovechar su desguace, como reconoce ingenuo al jactarse de los mensajes de simpatía "de otros partidos". Era el último golpe de Ábalos, lo ha asestado con fuerza y donde mas le duele al socialismo, en la disidencia ahora inflada ante un líder que ya no asusta. Feijóo ha recibido un empujón, porque viniendo del político valenciano todo debe ser interpretado en clave de violencia, desde el rincón más insospechado.