Opinión | ARENAS MOVEDIZAS

Te estoy matando locamente

Casi 50 años después de los inicios del movimiento LGTBIQ+, los avances en derechos han sido notables, aunque basta contemplar un acontecimiento de masas para advertir que aún queda mucha gente en las cavernas

Banderas del colectivo LGTBI+.

Banderas del colectivo LGTBI+. / EP

Ocurre inexorablemente desde la eclosión de los grandes espectáculos de masas. Llevada por la curiosidad o el aburrimiento, una parte del público mira más a la platea o al patio de butacas que al escenario, que, en teoría, es el objeto inicial de interés. El cine y la televisión también lo escenifican así en las representaciones operísticas y teatrales de los siglos XIX y XX, en que una porción del aforo dirige un ojo al proscenio y el otro vigila al señor del monóculo y a la dama del abanico que ocupan los palcos. Siempre encontraremos una parte del (digamos) respetable que, sin interés alguno por lo que acontece en la tarima, encuentra la distracción de espaldas a los protagonistas. Vale también si la ‘asistencia’ se produce a través de las pantallas.

A algo de eso asistimos durante la final del Benidorm Fest, tendencia número uno junto a sus derivadas en la red de Elon Musk, que ha acabado por representar una suerte de espejo deformado de la opinión pública. Sin importarles demasiado si Nebulossa cantaba ‘Zorra’ o St. Pedro un bolero, una infantería numerosa y anónima prefirió centrarse en el público y en otros elementos ajenos a lo que allí se dirimía: "¿En qué momento el Benidorm Fest se ha convertido en el orgullo gay?"; "El portero del Benidorm Fest contando los homosexuales que entran en el pabellón"; "Parece que todos los homosexuales de Twitter están viendo Benidorm Fest"; "Los homosexuales saben divertirse siempre. Gente inquieta"; "Quiero pedir perdón porque soy hetero y vi el Benidorm Fest. No sé cómo se me ocurrió hacer tal barbaridad y también desconozco cómo pude saltarme los detectores homosexuales"; "Benidorm Fest o asociación de homosexuales españoles con alopecia… para reflexionar".

No entiendo bien qué hay habría que reflexionar. La cascada de homofobia puede parecer anecdótica. No lo es. Comentarios como los mencionados, tan inapropiados, tan anacrónicos como inaceptables, por homófobos, ni siquiera merecen tal reflexión. Aunque muy numerosos, es cierto que dichos comentarios quedaron en minoría frente a los millones de reacciones a favor y en contra que suscitó el festival (las canciones, los intérpretes, el vestuario, la puesta en escena, los presentadores, la realización, el jurado, etcétera). Pero en lo que acaso convenga detenerse un instante es en el voluminoso número de opinantes que continúan hablando de homosexualidad para legitimar la broma fácil y chabacana en menoscabo de quienes manifiestan su orientación sexual. En muchos casos sirve de coartada para el insulto y a menudo es la antesala de la agresión.

Según el informe ‘Estado del Odio 2023’ de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, 280.000 personas han sufrido en España agresiones por su identidad sexual en los últimos cinco años. Entre 3,3 millones y 3,8 millones forman parte del colectivo en nuestro país. El 27,5% ha sido discriminado y el 8,6% ha sufrido agresiones y violencia física o sexual, con cerca de un millón de personas acosadas o discriminadas y unas 300.000 agredidas. En el caso de la población escolar, la más vulnerable, un 60% de la comunidad LGTBI asegura haber sufrido acoso en colegios o institutos. Otro informe, ‘Evolución de los Delitos de Odio en España’, del Ministerio del Interior, revela un incremento del 67,63% en los ataques ligados a la orientación sexual.

Quien dice Benidorm Fest dice los Goya. Este artículo se ha escrito antes de la ceremonia, pero ya les vaticino que el ‘lobby’ homófobo no va a dejar pasar la oportunidad de verter su dosis habitual de bilis y desprecio. Una de las películas nominadas, ‘Te estoy amando locamente’, candidata a cinco premios, narra los inicios del movimiento LGTBI en la Sevilla de la Transición. Redadas, palizas, detenciones ilegales, cárcel, el dedo acusador de los vecinos, las pintadas en los escaparates, el rechazo familiar o la negativa de muchos despachos de abogados a defender a quienes transgredían la ley de vagos y maleantes y la de peligrosidad social eran moneda común en la época en que se ambienta la película.

Hace casi 50 años de aquello. La homosexualidad dejó de estar catalogada como enfermedad mental en 1990. Hasta el año anterior, en España era escándalo público. Lejos quedan las redadas y las penas de cárcel, aunque persisten los dedos acusadores. En España aún se recuerda el asesinato en A Coruña del joven Samuel Luiz en 2021. Conviene recordarlo. En el próximo Benidorm Fest o en cualquier otro evento. Lo importante ocurre en el escenario, rara vez en las localidades de pista o en el patio de butacas.