Opinión | Retiro lo escrito

Nos sobra un papa

El papa Francisco recibe a Yolanda Díaz en un encuentro "muy cordial y emotivo"

El papa Francisco recibe a Yolanda Díaz en un encuentro "muy cordial y emotivo"

Como quien suelta un notición extraordinario que sin duda elevará nuestros corazones, la vicepresidenta segunda del Gobierno español, Yolanda Díaz, ha declarado que el papa Francisco está casi convencido de visitar Canarias en breve y poder observar así, personalmente, la incesante y dolorosa llegada de pateras a las islas. Díaz le sacó la exclusiva al obispo de Roma en su reunión de esta misma semana, porque una cosa es insistir teatralmente en el laicismo como valor indiscutible de un Estado democrático y otra sacarse fotos con el papa, arrobada la lideresa poscomunista por las feromonas de espiritualidad que emana el líder de la Iglesia Católica. En la mirada de Yolanda Díaz hay una impostada admiración pero también una sincera envidia por un tipo que, sin necesidad de primarias, es elegido por su propio comité ejecutivo una vez y nunca más tiene que someterse a tan plúmbea ceremonia: gobierna el cotarro hasta la muerte. Todo en estas visitas es confuso. ¿Visita Díaz al mandamás de una organización eclesiástica como ministra o como particular? Claro que si solicitara la reunión como particular, ¿cómo la podría recibir el papa? Y aparte de citarnos como encantadora referencia geográfica, ¿de qué charlotean los enamorados chorlitos? ¿De políticas laborales? ¿Le habla Díaz a Francisco de fijos discontinuos? ¿Le habla el papa a la ministra de la masa obrera según la doctrina justicialista?

Sinceramente, lo último que nos faltaba aquí es un papa al que, además, el uniforme blanco se le ensuciaría enseguida por la calima. Yo creo que esto de la ministra de Trabajo como agencia de viajes del señor Bergoglio es ya una indecencia. El problema migratorio que se desarrolla en Canarias y que se agrava día a día se resuelve con decisiones políticas, no con visitas, discursitos y carantonas del jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano. Y a quien corresponde tomar esas decisiones es, precisamente, al Gobierno del que Yolanda Díaz forma parte y vicepreside. Todos y cada uno de los compromisos más o menos adquiridos por Madrid en relación a los migrantes menores no acompañados son sistemáticamente olvidados a los pocos días, cuando no a las pocas horas. Cada cual tiene su opinión; la mía es que cuando Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, le asegura a Fernando Clavijo que estudiará su propuesta para que sea obligatorio el reparto de los menores a otras comunidades autónomas está vacilándonos por enésima vez. En realidad el Gobierno no quiere y no puede hacerlo. No quiere imponer cuotas de menores en las comunidades del PP para no regalarles a los conservadores un arma contestataria que Pedro Sánchez sabe que sería eficaz (nadie quiere migrantes en su región). No puede porque casi con total seguridad no tendría respaldo suficiente para aprobar un decreto ley que reformase el código penal, no se diga para convalidarlo algunas semanas más tarde. Así que la solución deviene muy sencilla: que se queden en Canarias. Ahora mismo son 5.500 los menores, en vísperas del verano la cifra podría duplicarse. Mientras tanto, y para marear la perdiz hasta el vómito, la señora Rego nos comenta que cualquier planificación para trasladar a los menores –si alguna vez se puede y se quiere hacer– debe implicar a los ministerios afectados, lo que significa, qué se le va a hacer, más reuniones, más informes, más consultas, más memorandos, más visitas y fotos.

Gracias a esta situación, por lo demás, averiguamos para lo que sirve tener un ministro canario en Madrid; absolutamente para nada. Para menos que nada, como demuestra el caso de Ángel Víctor Torres, que se dedica a soltar discursos aproximadamente cantinflescos para coronar reuniones inútiles, a ensalzar grandes principios con los que se engalana como ejemplar buenista que jamás coloca una propuesta concreta sobre la mesa. Ya basta. No nos hace falta ni un papa, ni Taylor Swift ni ninguna otra figura del espectáculo. Solo inteligencia, decencia, solidaridad y sentido de Estado de un gobierno ya bizco y pronto tuerto por mirar solo hacia Cataluña.

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