Opinión | Crónicas de la Revo-ilusión

Fitur y el olor a verano

Fitur 2024

Fitur 2024 / Sergio Pérez

Miércoles 24 de enero. Madrid. Son las 10 de la mañana. El aire huele a primavera. 18 grados. Cielo azulísimo, ni rastro de nubes. Sol a fuego. Me quito la bufanda, fuera el abrigo. Sus graciosas majestades inauguran Fitur. Medidas de seguridad cortan algunos accesos. Atasco brutal. Multitud de profesionales del turismo, políticos, cuerpos diplomáticos y curiosos se amontonan para mezclarse con más multitud. Este año el «País socio» invitado es mi querido Ecuador. Una cruel coincidencia para un país lleno de atractivos y azotado por una ola de violencia al que apenas irán turistas. Seguimos. Entrada norte. Hall 9. Pabellón de Canarias. El presidente Clavijo pide a los hoteleros que les suban el sueldo a sus empleados. Estas palabras son la antesala de la genial viñeta de Padylla publicada en EL DÍA y titulada «La sociedad de la Arena», que utiliza un símil con la película de Juan Antonio Bayona nominada a los Oscars, sobre el accidente aéreo ocurrido en 1972 en Los Andes. Algunos lograron sobrevivir comiéndose a los que morían. En Fitur también se practica una especie de canibalismo en la batalla por pillar un trozo de carne del negocio que nos mantiene vivos. Medios de comunicación hablan de récords de visitantes, aumentan los aviones, las frecuencias. Insistimos en la sostenibilidad, que no es una palabra de moda. No. El mensaje del gobierno canario promete dejar de contar turistas y apostar por la calidad. Queremos ser más sostenibles. Más gente. Más coches. Más calor. Salgo a fumar un cigarro. Vuelvo a entrar. Saludo. Alguien se va a comer un chuletón argentino al centro. El vuelo de regreso a Tenerife va atestado. Calor. Llego al paraíso que vendemos en Fitur. Más gente. Más coches. Miércoles 24 de enero. Santa Cruz. Son las 7 de la tarde. El aire huele a verano. 22 grados.