Opinión | Retiro lo escrito

Estrés hídrico

Instalaciones de la desaladora de Santa Cruz de Tenerife.

Instalaciones de la desaladora de Santa Cruz de Tenerife.

No llueve. Se activa la alerta por incendios forestales en pleno enero. Tenemos temperaturas diurnas de 25 grados. El polvo en suspensión afecta a la salud de miles y miles de personas, especialmente a los mayores. Hay algo preocupante en que Cataluña y Andalucía hayan decretado una emergencia hídrica mientras en Canarias no ocurre nada. Por supuesto que pueden citarse razones más o menos objetivas para entenderlo, como la población, el bajo nivel de los embalses en la Península, una actividad industrial y agraria mucho más extensa e intensa que la de Canarias. También que en las islas, en el último cuarto de siglo, ha crecido sustancialmente la aportación del agua tratada por plantas desaladoras. En Gran Canaria el 86 del agua para consumo humano es desalada, como lo es el 50% del total suministrado. En el municipio de Santa Cruz de Tenerife casi un 33% del agua de abasto es agua desalada, que se mezcla con agua de origen subterránea antes de distribuirla por la red de tuberías. En relación con su población real Canarias es la comunidad autonómica con mayor número de plantas desaladoras. Incluso muchos hoteles de gran lujo disponen de pequeñas plantas desaladoras que funcionan autónomamente y se dedican en exclusiva a garantizar el suministro al establecimiento.

Aunque la tecnología de la desalación haya amortiguado el estrés hídrico que padecen las islas en realidad en Canarias se consume (y se despilfarra) más agua que nunca. La explicación, por supuesto, está en la actividad turística, y es bueno señalar que, en este aspecto, un turismo más exclusivo no es siempre un turismo con menos externalidades negativas. Un hotel de gran lujo puede gastar más de 1.600 litros diarios por turista (restaurantes, jardines, piscinas, spa) y un parque acuático más de 2.000. El consumo de suelo y agua es, dada la extensión territorial y urbanística del crecimiento turístico, una externalidad negativa tan relevante como la emisión de gases contaminantes. Simular que no ocurre nada porque la desalación siempre superará cualquier problema o atasco de suministro es un grave error. La desalación no es barata. Implica un gasto elevado de electricidad y tiene como subproducto la salmuera, que es agua con una concentración de sal disuelta superior al 5%. Esta concentración salina mata la vida submarina y lo hace por mucho tiempo.

Es muy difícil entender la tan publicitaria angustia por los gases contaminantes y la indiferencia –bastante cretina– sobre los problemas del agua en Canarias: el agua de consumo humano, la destinada a la agricultura y a ganadería y el tratamiento de las aguas residuales. El 48% de los vertidos de aguas residuales al mar son ilegales en Canarias. No es que carezcan de autorización: es que ni siquiera han iniciado el expediente para conseguir la misma. Y no lo han hecho, simplemente, porque no son vertidos normalizables. Casi el 75% de los mismos se producen en Gran Canaria y Tenerife. Es una realidad tremenda pero que a nuestros gobernantes (izquierdas, derechas o mediocampistas) parece que no les interrumpe el sueño. Es imprescindible una estrategia autonómica para corregir esta situación con la máxima velocidad. Es una estupidez macabra lanzar al mar ininterrumpidamente decenas de miles de litros de agua tóxica o simplemente contaminada.

Y con el agua de consumo humano ocurre lo mismo. Ni una sola campaña pública o privada que proponga un consumo responsable de agua, especialmente entre los niños y jóvenes, que llame a evitar el despilfarro cotidiano, que informe sobre los daños que puede ocasionar y que ocasiona el empleo incorrecto de las redes de distribución y las instalaciones sanitarias de carácter doméstico. Las condiciones climatológicas de Canarias van a seguir empeorando –más o menos rápidamente– en las próximas décadas. En el consumo irracional del agua vivimos como nuevos ricos, y una característica de los nuevos ricos es lo rápido que vuelven a la pobreza.

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