Opinión | La cantina ilegal

La dictadura del lenguaje

Actuación de Bambones en el Carnaval.

Actuación de Bambones en el Carnaval. / Andrés Gutiérrez

¡Que buen rato pasamos la noche de ayer cuando apareció por mi cantina Toño el Chocolate! Yo me río mucho con él. Según entró me señaló con el dedo diciendo: ¡Ponme una de garbanzas y una cuarta!... y después me preguntó cómo estaba.

En la conversa con Toño, y dado que ambos hemos sido letristas, hablamos de lo difícil que es escribir hoy en día con tanta gente y tantos colectivos que se molestan, o se ofenden, sin ni siquiera valorar la intención del que escribe, o del que canta; sin entender que el carnaval es transgresión por excelencia o que, como bien cantaban Bambones, la murga nació para criticar. Hoy debes tener un cuidado especial incluso al hablar, so pena de que te tachen de nosequemófobo. Atrás quedaron aquellos días en los que todo se podía cantar porque la gente analizaba la situación y entendía el contexto; hoy no, lo primero es alarmarse, ofenderse e incluso censurar canciones, escritos o charlas mientras te llaman facha si acaso te parece mal que un Drag Queen haga una parodia contra la iglesia, rozando el mal gusto. Ambos coincidimos en que se ha llegado a tal punto que, actualmente, ser letrista de murgas es una profesión de alto riesgo.

Está claro que no se puede ofender intencionadamente, ni mucho menos faltar al respeto, ni reírse o hacer mofas de situaciones delicadas o de condiciones sexuales; pero no nos parece bien, como ha llegado a sugerir algún colectivo, que las letras de las murgas pasen un filtro previo que diga si pueden ser cantadas. Eso no creo que haya murgas que lo acepten porque, de lo contrario, sería revivir aquellos años de régimen franquista, con la diferencia de que ahora lo que habría que sortear sería la dictadura del lenguaje.