Opinión | El recorte
La penúltima desvergüenza
El vuelo de Aerolíneas Pedro Sánchez aterrizó ayer en un nuevo aeropuerto: la redacción de leyes con nombres y apellidos. Enterrada ya la idea de una sociedad de ciudadanos iguales en derechos y obligaciones, el nuevo plan es hacer leyes a la carta: a la del rey de oros catalán que vive exiliado en Waterloo.
PSOE y Junts hicieron pública ayer la penúltima desvergüenza nacional: una enmienda a la excepcional Ley de Amnistía por la que serán excluidos los delitos del terrorismo que no hayan incurrido en «violaciones graves de derechos humanos» y que no se hayan cometido «de forma manifiesta y con intención directa» de causar daño. Lo que no se podía tocar… Lo que se dijo una y otra vez que no se iba tocar, ha sido retocado. Una vez más otra trola. Otra línea roja que los socialistas se pasan por el forro.
El Código Penal establece los delitos considerados como terrorismo. Y vaya por dios, resulta que con esa redacción los nuevos mejores amigos de Moncloa, Carles Puigdemont, y Tsunami Democratic estarían cogidos por los testículos con respecto a algunas de las barbaridades cometidas durante la sublevación independentista. Dice la viejísima ley del 2015 que serán delitos terroristas cosas tales como subvertir el orden constitucional, desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado; obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo; alterar gravemente la paz pública o provocar un estado de terror en la población o en una parte de ella.
En todo eso cabe perfectamente la toma violenta y la paralización del aeropuerto del Prat y el fallecimiento de un ciudadano francés en mitad de todo el jaleo, el corte de carreteras, la guerrilla urbana o los gravísimos enfrentamientos con la policía. Puigdemont, que se teme lo peor en el caso que está instruyendo el juez de la Audiencia Nacional, García Castellón, quiere poner la venda antes que la herida. Comprar un seguro político y garantizar su triunfal regreso a Cataluña, limpio de polvos y, sobre todo, de pajas.
Para aprobar los Presupuestos Generales del Estado y para que no se derrumbe la mayoría que sostiene al Gobierno, Pedro Sánchez necesita el voto de la derecha independentista catalana. Y el precio no solo va a ser la condonación de la deuda catalana sino una ley de amnistía capaz de borrar todos los delitos cometidos durante los turbulentos días de la declaración de aquella independencia de Cataluña, que duró ocho segundos y muchos días de violencia callejera.
Casi todos los gobiernos de España han negociado con los territorios de este complejo país. Pero nadie había descendido a los infiernos a los que está bajando Sánchez. Cada hoy se niega algo que cada mañana se incumple. La Ley de Amnistía se va a redactar al dictado de Puigdemont. No hay más. «Se amnistían presuntos delitos de terrorismo, siempre que estén vinculados al proceso independentista» reconocía ayer, textualmente, el ministro Félix Bolaños. Mañana será independentismo vasco. Y hasta el infinito y más allá.
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