Opinión

El cumpleaños de Larry

Las fiestas de cumpleaños siguen patrones familiares.

Las fiestas de cumpleaños siguen patrones familiares. / Unsplash/CC0 Dominio público

Ayer fue el cumpleaños de Larry. Jamás imaginé que aquella cosa pegada a un colmillo gigante concitara tanta expectación en su aniversario. Todo comenzó el día que recibimos una sorprendente invitación que confirmaría mi tesis sobre el daño que ha causado Darwin y los gurús del evolucionismo. «¡El cumpleaños de mi leal amigo de cuatro patas se acerca a pasos agigantados! Como dueño orgulloso de un perro tan increíble, quiero compartir la felicidad de este día especial con todos ustedes. Estamos planeando una celebración perruna única y queremos invitarlos cordialmente a unirse a nosotros. Será un día lleno de juegos divertidos, chismes de parques, golosinas caninas exquisitas y, por supuesto, muchos selfies para inmortalizar el momento. Nos encantaría contar con su presencia y la de sus peludos amigos para hacer de este día una fiesta inolvidable». Larry y su dueño nos esperaban en aquel parque del norte de Tenerife engalanado para la ocasión. El vitoreado can era un bulldog francés con una corona de rey que fijaba la mirada en ti mientras babeaba y roncaba. El segundo, un sexagenario venezolano que siempre lo sacaba todo mejor y más barato que tú. Al llegar, tanto perros como personas tenían que llevar un gorrito con la foto de Larry, un matasuegras y posar en un photocall decorado con los mejores momentos de la vida de nuestro amigo: comiendo, plantando un pino y durmiendo. Hasta la alcaldesa, que probablemente habría pedido el perro prestado, estaba en la fiesta. Una cosa increíble. Las risas de los humanizadores resonaban por todo el parque mientras los perros saltaban y corrían junto a sus dueños, demostrando una conexión impuesta y antinatural que todavía me cuesta entender. Los perros comieron hamburguesas, perritos calientes y hasta golosinas caninas gourmet, eso sin contar con un tío que contrataron para entretener a los perros que, por cierto, casi se lo meriendan. Algunos de los dueños contaban que pedían por internet ropa para sus mascotas y complementos para mantener a sus perros acorde con la moda canina de la temporada. En Tenerife no hace falta ponerle un abrigo y un gorrito al perro, ¡qué salvajada era esta! Han llegado a un punto tan extremo de humanización que están impidiendo a los animales comportarse como lo que son, haciendo caso omiso de las necesidades propias de cada especie. ¿Era tan difícil de entender que los perros no precisan de sesiones de pedicura o masajes relajantes, colocarles ropas y zapatos o pasearlos en carritos? Sí, era tremendamente complicado. La dueña de Laika presumía que su perra se subía a la taza del retrete para hacer sus necesidades dentro. Llegó a decir que el próximo móvil de Apple sería para perros. Otro de los dueños, fanfarroneaba por un perfil en redes sociales donde exponía la capacidad que tenía su perra de imitar la conducta habitual de las personas. La humanización de las mascotas es vista por la mayoría de los expertos en adiestramiento animal como una forma de maltrato, y así está recogido en la nueva Ley de Bienestar Animal, que promulga sanciones a quienes traten de modificar el comportamiento de las mascotas hasta el punto de que se vean obligadas a comportarse de una forma mucho más allá de lo que les marca su instinto y naturaleza. Al final del cumpleaños, el pobre Larry seguía con su corona puesta y manoseado por todo el mundo. Nadie le preguntó al perro si tenía ganas de estar ahí o irse a oler el culillo de algún colega. Menos moda de sofisticación y más cariño de calidad. La verdad, que a veces somos bastante animales.

@luisfeblesc