Opinión | El recorte

Punto en boca

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, preside el acto de toma de posesión de altos cargos del Ministerio de Política Territorial, en la Delegación del Gobierno, a 18 de diciembre de 2023, en Madrid (España). Hoy h

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, preside el acto de toma de posesión de altos cargos del Ministerio de Política Territorial, en la Delegación del Gobierno, a 18 de diciembre de 2023, en Madrid (España). Hoy h / Alberto Ortega - Europa Press

Las universidades de todo el mundo deberían hacer un estudio específico de los ácidos gástricos del socialismo canario, capaces de digerir cuerpos extraños y metabolizarlos políticamente de una forma asombrosa.

El PSOE ganó las elecciones en Canarias sacando más diputados que ningún otro partido. Pero se les derrumbó su izquierda y no pudieron sumar mayoría. Así que el resto de partidos les dejó sentados en la oposición. Preso de un lógico cabreo, Angel Víctor Torres se revolvió contra el ‘pacto de perdedores’ que le mandaba al banquillo. Luego pasó lo mismo a nivel nacional, pero le ocurrió a Feijóo. Ningún problema con el argumentario: el asunto entró en el sistema digestivo canario y los socialistas afirmaron, campanudamente, que justo en eso consiste la democracia: en que se puede formar una mayoría parlamentaria a través de pactos legítimos. Guay.

Durante los primeros meses entraron a saco con los recién llegados. Y cuando los nacionalistas de Coalición Canaria anunciaron su apoyo a la investidura de Fejióo las aguas bajaron teñidas de rojo. Se les acusó de colaborar en una investidura fallida (como alguna del propio Sánchez en el pasado) y de votar alineándose con los fachas de Vox. Luego se celebró el teatrillo de la investidura y la cosa acabó como estaba cantado: en nada.

Poco después, Coalición apoyó la investidura de Pedro Sánchez. Y donde dije digo digo Diego. Repentinamente el socialismo canario cambió de timbre y tono. Y no solo. En un municipio tan importante como La Laguna, PSOE y Coalición unieron sus destinos en un pacto de estabilidad que ha creado un gobierno potente y una oposición que parece las muelas de un octogenario. ¿Problemas con el argumentario? Ninguno. Torres, el ministro, ha impuesto el valor del diálogo y el discurso de los socialistas canarios cambia de registro sin problema. Hay que concentrar el fuego en la derecha cavernaria, que son los malos.

En el PP saben que a los nacionalistas canarios no les quedaba otra que apoyar a Sánchez. Los independentistas catalanes chantajearon a PSOE con la pistola de los votos. Pero en el caso de las Islas la que apuntaba con la pistola al cogote era la ministra Montero: si no había apoyo no habría dinero. Sencillo de entender. A los populares hasta les viene bien que Coalición se desgaste electoralmente mientras les asegura financiación en el cogobierno de las islas. Pasa tu primero, que a mí me da la risa.

Ahora, en un giro camaleónico, el ministro Torres se ha vuelto peninsulero. Cuando era presidente, anunció que se iba a dar de hostias con Madrid por el traspaso de Costas. Ahora, de ministro, dice que el traspaso no es tan malo. ¿Pero qué dicen los del Gobierno canario? Pues nada. Los nacionalistas piensan que hasta que se aprueben los presupuestos aquí no se mueve ni dios: punto en boca hasta que se vea si los socialistas cumplen o de nuevo nos la meten doblada. Con las cosas de comer no se juega. También es a eso a lo que están esperando en el PP. Pero porque están seguros de que nos la van a volver a hacer. Y entonces… Entonces ya veremos.

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