Opinión
Ahora a combatir el nazismo desde Alsacia

Pedro Sánchez. / José Luis Roca
Pío Baroja siempre encontraba personajes atrabiliarios para sus novelas. De conocer al futuro doctor honoris causa de la Universidad de Berlín, le hubiera hecho una novela a su medida y donde el modelo habla de resistencia, para Baroja sería la buena estrella, como la del capitán Chimista. Uno de joven tuvo oportunidad de comprobar en Munich que nadie era capaz de indicarle cómo llegar a Dachau, y en Tegernsee, de saber de qué no se hablaba. La repetición de desplantes al Rey de España, no provenía de una pulsión largocaballerista, sino del magma bullicioso de su psiquismo. Lo que se permite con el rey, se lo hizo también al presidente del grupo mayoritario del Parlamento europeo, el popular, que ya le ha advertido que se olvide de futuros cargos en la Unión europea. Va camino de ser un apestado, principiando por un sonado abucheo al presidente rotatorio de la U.E. Otro récord. Mintió también en sede europea (no se ha cambiado el nombre de ninguna calle en España) y citó al Tercer Reich como posible aspiración para el callejero alemán. Según he leído abroncó a sus ministros por no defenderle de alguna imputación psíquica que le va envolviendo. Todo es desbarajuste y golpes imprevistos que asesta en cualquier lugar. Va marcando cada vez más su perfil, sus andares, que por Macron, entre otros, le han bautizado cowboy, sus risotadas más inmotivadas (leo ¡diabólicas!), su mandíbula posee autonomía psicomotriz, su falta de respeto a anfitriones y protocolos, sus ausencias a plenos, sus comitivas de emperador. Su imposibilidad de interactuar de forma relajada y constructiva con los demás, él vive en su torre de marfil y bajo su persona se extiende un mundo extraño, un muro, donde los otros como las cosas no tienen más interés que la satisfacción de sus fantasías. El PSOE no es más que su séquito imperial, donde por selección inversa ha reunido un rebaño de mansos, insuficientes, ignaros pajes que le rinden culto.
Hace días se veía en Ferraz a cientos de personas coreando psi-có-pa-ta/psi-có-pa-ta. Un superficial análisis semántico revela que Sánchez avanza por el cauce del diagnóstico matriz de psicópata, dejando atrás caracterizaciones como narcisista o vanidoso. A medida que ha recrudecido sus actitudes y apuestas. Ningún político jamás ha sido epigrafiado psiquiátricamente, y tan denostado. Sus libros de encargo a máxima gloria, embaular 14 ministros y hasta llenar aforo con altos cargos, en acto de risotadas-síntoma con el esperpéntico Jorge Javier telebasura, resultó inquietante.
Hasta que la patología resuelva sus lances con la realidad socializada, previsible y convencional debemos de ir acostumbrándonos a lo inaudito, con un final muy abrupto para él.
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