Opinión | EL RECORTE

Muertos mal matados

Podemos quedó fuera del Gobierno. Sus dirigentas han sido ninguneadas y rodeadas por un cordón sanitario, como si fueran portadoras de la peste morada

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra (i), y la exministra de Igualdad, Irene Montero.

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra (i), y la exministra de Igualdad, Irene Montero. / EP

La caterva mediática que malforma la opinión de los ilustrados españoles lleva meses hurgando cruelmente en la llaga del fallecimiento electoral de Podemos. Un proyecto que deslumbró el cielo político español con una exhibición revolucionaria de populismo y demagogia como no se había visto en reciente la historia de este mortecino país de reyes que abdican, generales golpistas y repúblicas cainitas. Después de un largo y asombroso periodo de prosperidad y democracia volvimos a las andadas, porque la jodienda no tiene enmienda.

Hablar mal de Podemos, al principio, era ser de derechas: habitar en la umbría de las cloacas fachas. Luego empezó a ser lo normal. Sobre todo porque quienes peor hablaban eran los propios militantes del partido que iba siendo purgados por el gineceo eclesiástico. En la plaza de la Concordia podemita fueron cayendo las cabezas, desde Bescansa a Errejón, mientras el Robespierre de Galapagar se rodeaba de una nueva guardia de mansos fieles y fieras fielas. Pero todo acaba alguna vez y al incorruptible se le ocurrió ponerse en Madrid delante de Díaz Ayuso, que le pasó por encima como una apisonadora. El revolcón le dejó para el tinte y la gran esperanza cheli de la derecha se colgó la segunda cabellera en su cinturón de Pablos.

Iglesias se marchó, más quemado que el palo de un churrero, y entregó el invento a una gallega comunista llamada Yolanda Díaz. No le salió rana, sino caimán. Se colocó en medio de los agrios enfrentamientos entre Pedro Sánchez y el iracundo dúo sacapuntas de Montero y Belarra, a las que no pudo calmar ni con la ofrenda sacrificial de Carmen Calvo, que tiraron desde la borda del PSOE como a una colilla. Todo empeoró, mientras Yolanda mejoraba. Se convirtió en una valiosa herramienta de Sánchez para refundar la extrema izquierda y rescatar parte del voto incinerado en el tanatorio podemita.

Podemos quedó fuera del Gobierno. Sus dirigentas han sido ninguneadas y rodeadas por un cordón sanitario, como si fueran portadoras de la peste morada. Pero los grandes sueños se resisten a la muerte con uñas y dientes. Aún no se ha dicho la última palabra. Los restos del partido pueden trincar casi medio millón de euros del Parlamento Europeo con las dos europarlamentarias que sustituirán el hueco que dejan los ministros comunistas, Urtasun y Sira Rego. Las nuevas europarlamentarias son –por ahora– de Podemos y cobrarán diez mil euros al mes y casi treinta mil para contratar personal, más las dietas y gastos de representación. Con menos de eso se financia un partido. Y además, contarán con la parte que les toque del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, si Sumar no termina echándoles.

La cosa promete. Han pasado dos telediarios y ya ha comenzado la gresca política entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz; las amenazas y extorsiones de Puigdemont en la vergonzante mesa de negociación que se celebra en el extranjero; las crisis diplomáticas con Israel e Italia y el empeoramiento de la incómoda guerra con los jueces. Lo último que le faltaba a Pedro Sánchez es que Podemos se le sume al baile. Cinco escaños en el Congreso pueden liarla, si se da el caso. Y es que no hay peor cosa que un muerto mal enterrado.

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