Opinión

Juan Inurria

Los lunes con Juan Inurria

Decenas de migrantes llegan en un cayuco, a 26 de octubre de 2023, en El Hierro, Santa Cruz de Tenerife, Tenerife, Canarias (España). Hasta el puerto de La Restinga, en El Hierro, han llegado en las últimas semanas más de 5.000 migrantes, 7.000 desde el i

Decenas de migrantes llegan en un cayuco, a 26 de octubre de 2023, en El Hierro, Santa Cruz de Tenerife, Tenerife, Canarias (España). Hasta el puerto de La Restinga, en El Hierro, han llegado en las últimas semanas más de 5.000 migrantes, 7.000 desde el i / Europa Press

Hoy lunes tenía previsto hablar de otra cosa. Pero mientras estaba escribiendo un artículo de opinión que versaba sobre la llegada incesante de foráneos sin pasajes ni billetes y lo que está creando el fenómeno –que quieren que no veamos ni opinemos–, y si lo haces usan los medios de represión modernos. Entonces, en ese momento, de reflexión recibí un WhatsApp de Carmelo, cuyo contenido tenía que ver con el puñetero cambio de hora.

El cambio de hora. Lo camuflen como lo camuflen es un verdadero «coñazo» –como diría mi amigo Andrés- Así, con este una hora palante y otra patrás, llevamos no sé cuánto tiempo. Lo cierto es que me lo mires por donde lo mires te deja totalmente desnortado, desorientado. El domingo pasado no sabía si las tres eran las dos o las diez eran las nueve. Ahora con los sistemas inteligentes del cambio horario, los relojes y demás aparatos ellos mismos se cambian de hora. Hace unos años atrás, nos entreteníamos en darle a las manivelas. Y es que con ese cambio, te pasas unos días que vas como tonto, un poco más de lo habitual.

Europa dice así que entra en el horario de invierno. Más triste, más oscuro, más melancólico. La Comisión Europea se planteó eliminar esta práctica. No lo ha cumplido, en esto tampoco nos ponemos de acuerdo. Lo que si parece que hicieron es preguntar a los Europeos y el 84% estaban conformes en eliminar esta práctica.

En cualquier caso, los oficialistas –y es que le cargo depende de la opinión– defienden que el cambio de hora es positivo. Positivo para la salud, positivo para la productividad y positivo para el rendimiento escolar. Eso lo escuche de quien manda en uno organismo que yo no sabía ni que existía, otro más, y es la Comisión Nacional para la racionalización de los horarios españoles.

Parece que hace ya algunos años, en concreto a principios del siglo pasado, empezamos a armonizar los horarios de todas las provincias que configuraban el Reino de España. Antes de eso cada provincia tenía un horario distinto, según salía el sol, es decir, que la hora de Huelva era distinta a la de Lugo. Por eso los que mandaban en la época usaron como medidor para la hora oficial el meridiano de Greenwich conocida como GMT. eso aparece en algunos smartphones a la hora de configurarlo. Olvidándose de Canarias. Esto del olvido es algo endémico, ya viene de lejos.

Antes de 1921, cada isla se regía por el horario que le parecía el más correcto. Unos municipios por el reloj de la plaza. Otros por el de la catedral –las que tenían– otros por el meridiano de las Islas, según los marineros que sabían mucho de eso. Esto era una locura, hasta que los mercaderes ingleses preguntaron a qué hora se entregaba la mercancía en Canarias –los de Amazon de la época– y los Gobernantes de la patria de entonces se dieron cuenta que en la regulación horaria se habían olvidado de Canarias.

Por lo que no les quedó más remedio, que por recomendación inglesa, pensar en las Islas y en el 1922 decretan –siguen usando el mismo sistema hoy en día– que en Canarias sea una hora menos que en la Península Ibérica.

Y esta es la mejor promoción que han tenido las Islas Canarias en su historia y es que cada vez que se menciona en un informativo se escucha aquello de «una hora menos en Canarias».

Suscríbete para seguir leyendo