Opinión | Risas y fiestas

Aida González Rossi

Retener la belleza

Retener la belleza

Retener la belleza / El Día

Lo hermoso: bocas rebosadas de nocilla. Ojos medio rojos porque hubo cloro y ahora hay memoria de piscina. Recuerdos de salpicaduras, ¿somos Magikarp?, somos igual de inútiles, risas, risas, ojos medio encendidos porque cayó una gota de saliva y si la absorbo y toda la vida guardarla conmigo para mí y colirio de existencia ajena, ojalá. Atardeceres reflejados en las superficies de los chupetes. Decir lo que no se quería decir. Dormir la siesta.

Lo hermoso es una piel sobre la piel. El escudo más endeble, el escudo que más protege justo porque es el más endeble: algo que cuidar y cuyo cuidado nos cuidará por siempre. Un peluche muy pequeño que se lleva metido en el bolsillo y se acaricia distraídamente en momentos en los que no hay nada más en lo que fijarse. Resistir al aburrimiento, ese pliegue mal logrado de la existencia que condensa, en el fondo, casi todas las cosas que nos dan miedo. Así lo dice Bea, un personaje del videojuego Night in the Woods: «The scariest stuff is like very very boring». Las cosas que dan más miedo resultan ser al final las cosas más aburridas, te encuentras temblando ante algo tan cotidiano, tan normal.

Si aparece un dolor en los codos como un latigazo, si alguien se va, si una palabra se nos mete entre los huesos y tira y duele y se repite, si hay que rellenar documentos, si hay que estar ocho horas seguidas haciendo lo mismo, si la respiración empieza a ser rara porque siempre es igual y salir ahora para qué y me noto una nube a la que le da vagancia lloverme, si una mala cara que se nos queda metida frunciéndonos el ceño sin parar, si el recuerdo de la violencia, si la violencia con su piedra raspona decorando con rayas que se alimentan de quererse borrar, si pelos cubriendo todo el suelo y caminar encima y cómo va a pasar eso pero hay cosas que te hacen sentir así y la belleza es el escudo porque no les pertenece.

Me digo a veces: no les pertenece. La belleza no es de nadie. Pero para verla debes tener, quizá, algo suyo. Para quedarte ahí colgada y guardarte piedras de las del parque en el bolsillo y volver a esconder los dientes tuyos caídos de cuando eras pequeña que de vez en cuando encuentras por tu casa y te hacen gritar fos. Fos, pero alguien los retuvo. Me apetece a veces escribir una lista de todas las cosas hermosas que he visto en la vida y sorprenderme al descubrir que es larguísima, que se me duerme el brazo, que tengo que aprender a escribir con el otro y ya nunca más soy diestra, que lo mismo con los pies, que con la boca y la nariz, que imposible apuntarlas todas porque de alguna me habré olvidado incluso y tantas tengo que las descuido y todo. Que, mientras las apunto, me suceden otras nuevas y por ello me doy cuenta de que la enumeración es imposible. La belleza no es de nadie y la belleza no se agota.

Una lista de cosas horribles. Las tengo todas claras. Me puedo poner a contarlas. Me persiguen todo el rato, un grupo compacto que corre detrás de mí y me muerde con dientes que también puedo contar, precisas, las conozco. Es decir:

Toda la vida haciéndole caso instintivamente a Anne Carson («Retened la belleza») y en mi cabeza todavía una nube de lo que lo hermoso significa. Ejemplos que van y vienen, que me dejan con la boca abierta y miedo, que no consigo entender. Cómo cuesta.

Toda la vida huyendo de lo horrible y acabo conociéndolo como se conocen los propios nudillos. Sin esfuerzo. Me resulta muy fácil hablar de lo horrible. Domino ese discurso. Lo repito y suele tener estructuras parecidas.

¿Será que lo que hace que estar en el mundo valga la pena es más cierto precisamente porque es difícil guardárselo? ¿Porque no nos pertenece sino que nos construye? ¿Será que lo que pesa más es simplemente más evidente, que hay que creer en el consuelo porque en el creer sin estar segura está la ayuda? ¿Porque escogemos? ¿Porque lo impreciso no es de nadie pero la lectura es nuestra y las palabras son un recurso con el que afilar la belleza?

Afilarla para crear lugares acogedores.

Hacer una cama con cojines.

No había, pero yo supe. Sí había, pero yo tenía que saber. Yo miré. Yo me quedé mirando.

Otra frase del videojuego Night in the Woods (una de esas bellezas salvadoras, a su vez): «Nothing is going to save us forever, but a lot of things can save us today». Nada nos va a salvar para siempre, pero hay muchísimas cosas que pueden salvarnos hoy.

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