Opinión | A babor

Repicando en estéreo

La diputada de Coalición Canaria, Cristina Valido, ofrece una rueda de prensa, en el Congreso de los Diputados, a 21 de agosto de 2023, en Madrid (España).

La diputada de Coalición Canaria, Cristina Valido, ofrece una rueda de prensa, en el Congreso de los Diputados, a 21 de agosto de 2023, en Madrid (España). / Jesús Hellín - Europa Press

Coalición y el PP se montaron en el Congreso de los Diputados un teatrillo pactado para demostrar que los nacionalistas pondrán el voto de su única diputada, Cristina Valido, al servicio de la fallida investidura de Feijóo. El precio de la representación –el apoyo de Coalición a Feijóo no es determinante– es la aceptación por Feijóo y su partido de la agenda canaria, un completo popurrí de exigencias que empiezan por la exigencia de que el Gobierno pague a Canarias lo que se le debe, sumado al blindaje de la bonificación del 75 por ciento en el transporte aéreo y marítimo a los residentes, que se igualen las bonificaciones del tren de cercanías a guaguas y tranvías, la ampliación durante los próximos cuatro años de las bonificaciones de IRPF en La Palma, un catálogo de ayudas para que la isla recupere la situación económica previas a la erupción, medidas para activar el empleo de menores de los jóvenes, y ya en plan más declarativo la defensa del fuero canario, la mejora de la financiación, que haya representación de Canarias en las negociaciones con Marruecos, y que España se acuerde de su frontera más al Sur cuando al rey de Marruecos se le desparrama la bilirrubina.

Como es obvio, que Feijóo y el PP se comprometan a todo eso –una suerte de emotiva carta canaria a los reyes godos– es apenas un premio de consolación, porque no va a tener mucho valor práctico. Pero sirve para dos cosas: una es presentar a Coalición como un partido que –en su relación con la metrópoli no exige trato desigual o condiciones ilegales. La otra es servir para que se plantee exactamente la misma panoplia de exigencias como condición de los nacionalistas para apoyar a Sánchez en la segunda vuelta de la investidura, en la que al candidato del PSOE le conviene encontrar la forma para resultar elegido sin contar necesariamente con el voto a favor de los indepes catalanes. Es cierto que la denominada mayoría progresista del Tribunal Constitucional está ya haciendo todo lo posible para facilitar que el PSOE recupere el escaño perdido frente al PP por el voto del exterior, y con eso sería innecesario el apoyo de la Valido a la investidura. Pero al final, hace falta sumar más de un millar de votos de diferencia, y es difícil que eso ocurra, por mucho que se vuelvan a contar uno a uno los votos nulos, a ver si al PSOE le cae alguno. Por tanto, Coalición parece decidida a optar por apoyar la investidura de Sánchez, siempre que el voto coalicionero siga siendo necesario, bien porque Puigdemont se niegue a votar a favor, bien porque el recuento de los votos nulos no pueda darle la vuelta a la tortilla y el PP siga sumando el diputado logrado en el exterior.

Pero mientras, Coalición interpreta con entusiasmo el papelito que le ha adjudicado la lotería electoral. Ayer, el galán portorriquense David Toledo estampó su firma junto a la de Cuca Gamarra, en presencia de Cristina Valido y Poli Suárez. Una bonita foto para el recuerdo, a olvidar dentro de veinte días. No salieron en la foto ni Feijóo, ni Clavijo ni el presidente regional del PP, Manuel Domínguez. Pero es que estaban los tres reunidos en el bunker de la Presidencia regional en Santa Cruz de Tenerife, para hacer eco eco eco eco del acuerdo de Madrid.

El jefe del PP defendió con gallega convicción la agenda canaria, aprovechando, para barrer para casa: explicó que las propuestas de Clavijo no tienen nada en común con los privilegios e ilegalidades que intentan conseguir Puigdemont y los suyos a cambio de impedir que Sánchez tenga que sacar su colchón de Moncloa. Feijóo se sabe ya desahuciado como inmediato inquilino de ese chozo –creo que lo supo desde el minuto menos uno– y aprovecha cualquier lance para recordar que en política no vale todo, que no se pueden aceptar amnistías y referéndums para seguir siendo presidente, que no se puede ceder al «chantaje» de quienes desean disolver el Estado. Feijóo hace pedagogía cada vez que le ponen un micro delante, quizá porque es poco más lo que puede hacer ya. Pero el drama de este país es que el tiempo de la pedagogía ya pasó. Hoy la gente parece más interesada en el picogate de Rubiales, las declaraciones del padre del descuartizador o las picardías empoderadas de una cantante. A fuerza de ponerse a caer de un burro unos a otros, el lenguaje de los políticos ya no consigue emocionar más que a los que tienen intereses en ese juego de espejos rotos, de vidrios convertidos en puñales, que es la política nacional. En la foto de la reunión, Clavijo mira fijamente a su socio Domínguez. Parece preguntarse cómo mantendrán ambos el tipo cuando Valido vote a Sánchez para dejarle gobernar. Parece contar cuantos votos cederá a Domínguez en Tenerife, si ese ejercicio de cinismo y realpolitik resulta inevitable.

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