Opinión

Como la vuelta al cole

Carlos Rivera, durante su interevención en la Gala del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife.

Carlos Rivera, durante su interevención en la Gala del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. / María Pisaca

El calendario se empeña en organizar nuestra vida en base años naturales. Nos tomamos las uvas con las doce campanadas el 31 de diciembre y damos la bienvenida a una nueva etapa. Costumbres que poco tienen que ver con la realidad: en el trabajo pensamos en las vacaciones, en el fútbol en la temporada y si hay niños todo depende del curso escolar. Es decir, que diga lo que diga el almanaque, el cambio de ciclo llega en septiembre.

También en Carnaval. No se trata de cuándo se celebren los actos, sino cuando nos metemos de lleno en el arranque de la fiesta. No es cuando el Ayuntamiento decida reunirse con los grupos y mucho menos cuando abone la contratación ni cuando elija el tema o el cartel. Porque por mucho que desde la organización se lo crea, ellos en esto no deciden.

Igual que los estudiantes preparan las mochilas y el material, los componentes de los grupos ya han sacado brillo a la trompeta, a las baquetas o al laúd. Incluso algunos ya han reducido el consumo de tabaco para ir cuidando la garganta y los hay también que tienen una cuenta atrás instalada en el pensamiento para poder empezar a decir esa excusa tan consabida como deseada: No puedo tengo ensayo.

Y aunque no se estrenarán todavía, también hay en marcha un símil para los uniformes. Bocetos, fantasías y disfraces ya van tomando forma al menos en el taller de la costurera o en la búsqueda de telas y apliques. La matrícula ya debería estar hecha, aunque a veces a nuestro cole particular se le empeñe meter actividades extraescolares más adelante.

Otro elemento común de esta vuelta al cole más carnavalera es el despertador. Mientras familias y estudiantes tienen que volver a recurrir a la dichosa alarma para saltar de la cama, el problema para los miles de componentes de grupos está precisamente en que no se peguen las sábanas tras las noches de ensayo. Sarna con gusto no pica y siempre queda la opción de un buen corrector de ojeras.

Para los exámenes queda poco. Ni cinco meses. Y es que el dichoso calendario está encaprichado en el que el programa empiece cada vez más pronto, que un año de estos nos subimos al concurso con las uvas y el polvorón en el gaznate.

Lo malo es en que es un curso corto. Cuando llegue marzo ya estaremos de nuevo guardando los disfraces en el trastero y aunque barreremos purpurina hasta verano, aún quedará mucho para que vuelva septiembre.

Lo bueno es que no nos importa. Es ahora. Es ya. Es nuestro «Feliz Año» sin campanadas. Empezamos. Y como digo siempre: No se olviden de disfrutar.

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