Opinión

Luis Febles

La RAE

Por suerte, Miguel de Cervantes no puede ver lo que algunos han hecho con la sabia y rica lengua española. Deconstrucciones aberrantes, inventos insólitos y una ortografía incapaz de luchar contra las embestidas titánicas de los molinos de viento. España ha asistido a la manipulación rocambolesca de uno de los patrimonios más determinantes que conserva sin avanzar en lo prioritario: nuestro idioma, un bien inmaterial que blinda nuestra fuerza cultural. Sin embargo, existe en la capital del Reino una institución con personalidad jurídica propia que tiene como misión principal cuidar y conservar la lengua española, la tan conocida y desapegada Real Academia Española (RAE). Un conjunto de elitistas y prósperos dinosaurios que controlan que se hable y se escriba de forma correcta. En el paso del Cuaternario al Neógeno han tenido la suerte de recibir recientemente a la doctora Corbella Díaz, con la que se abre la esperanza de iniciar los trámites para una paridad quimérica en un trono reservado a los hombres. Cabe recordar que en numerosas ocasiones cometieron el pecado de rechazar a Emilia Pardo Bazán argumentando que «las señoras no pueden formar parte de este Instituto». Además, la RAE ha mostrado sin pudor alguno su impedimento sibilino a promover el uso del lenguaje no sexista en una sociedad que sufre la lacra de la violencia machista. La RAE ha manifestado que no es sencillo remar hacia la feminización de la lengua y evitar las palabras que hacen daño a las mujeres utilizando un argumento altamente provocador y que desprende desidia léxica: «Es una evidencia irrefutable que han existido, existen y existirán mensajes sexistas e incluso textos y géneros claramente misóginos. Pero esa misoginia no es propiedad de la lengua, sino de los usos de la misma». El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, reconoció en una entrevista al periódico chileno El Tiempo que «la reivindicación de igualdad de la mujer es de las más justas y más evidentemente necesarias en nuestros tiempos», al mismo tiempo advirtió que «el lenguaje no tiene la culpa de la desigualdad de la mujer». La pregunta radica en conocer por qué una institución del prestigio de la RAE no avanza y evoluciona acorde con los cambios que se producen en la sociedad que habita. Un síntoma inequívoco es el siguiente dato: Los 46 sillones de la Academia están ocupados actualmente por 36 hombres y 10 mujeres. La elección para ocupar un sillón se lleva a cabo entre las personas que la Academia considere más dignas, en votación secreta y, como mínimo, por mayoría absoluta de votos, por lo que la designación es bastante menos democrática y permite vía libre a la suspicacia. Todo confluye en un punto de conservadurismo impropio del momento que vivimos como sociedad, porque es ahora cuando necesitamos a todos. La RAE debe desprenderse del manto sagrado y medieval que los cubre para coger la mano del pueblo y caminar juntos en la senda del progreso. Una institución tan esencial para los españoles tiene el compromiso de enfrentarse al lengua tóxico, intolerante y rancio sin pervertir el uso correcto del castellano. Que la formación decimonónica apueste por una alternativa real, con los pies en el suelo y la mirada en la sociedad que habita. Queda mucho camino por recorrer, pero ahora es el momento.

@luisfeblesc

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