Opinión | La espiral de la libreta

Olga Merino

Caja 198, cripta derecha, primer piso

El Banco Mundial pide a los países que dejen de subvencionar la pesca, la agricultura y el petróleo

El Banco Mundial pide a los países que dejen de subvencionar la pesca, la agricultura y el petróleo / Shutterstock

Qué rabia, no conservo el teléfono ni el correo electrónico de Fausto Canales Bermejo. No doy con sus señas por más que hojeo libretas antiguas, pero desde aquí, desde esta nube pasajera, me gustaría mandarle un abrazo en silencio, porque al fin ha conseguido localizar los restos de su padre, Valerico Canales, jornalero, una de las primeras cuatro víctimas en ser identificadas genéticamente tras el inicio de los trabajos de exhumación en el antiguo Valle de los Caídos (qué extraño se hace escribir Cuelgamuros).

Las otras tres son Emilio Caro, Flora Labajos y Román González, todos ellos naturales de Pajares de Adaja (Ávila), como Valerico, y fusilados al inicio de la guerra civil. Los cuerpos, lo que resta de ellos, estaban metidos en la caja número 198, cripta derecha, nivel 1.

En la madrugada del 20 de agosto de 1936, un grupo de falangistas irrumpió en la casa de Valerico. Lo maniataron con tiras de esparto, de las que se usaban para amarrar los haces cuando se hacía la siega a mano, y se lo llevaron a punta de pistola. Procedieron de idéntica manera en los hogares de otros seis vecinos de Pajares, todos ellos afiliados a la UGT o bien simpatizantes de la República. Los fusilaron en una cuneta y luego arrojaron sus cuerpos a un pozo seco en el término de Aldeaseca.

En marzo de 1959, el hoyo fue exhumado y los huesos trasladados a los columbarios del Valle de los Caídos por orden del gobernador civil de Ávila, sin informar a los allegados ni obtener su consentimiento. Son 133 las familias que han solicitado recuperar a sus muertos.

Justicia y reparación. Fausto Canales, que ya ha cumplido los 90 años, se jubiló en 2003 y, desde entonces, ha dedicado cada segundo de su tiempo a consumar su objetivo, apelando a todas las instancias con la obstinación incansable de un serrucho. Tuve la fortuna de entrevistarlo poco después para este diario, durante una larga conversación telefónica en la que se advertía una voz fatigada pero granítica en su empeño de exigir justicia. En su perseverancia, observando fotos históricas de la construcción del Valle de los Caídos, se fijó en una caja negra, la 198, y en la inscripción Aldeaseca, la pista que le permitió devanar el ovillo.

Han tenido que pasar 87 años. Los Canales y las otras familias de Pajares tienen previsto sepultar a los suyos el próximo 20 de agosto junto a un monolito donde ya se han esculpido unos versos de Gabriel Celaya contra el olvido: «Viajero que en mi tumba por azar te has detenido / anota mi nombre y mi apellido / anota mi ciudad; di a mis amigos / que aquí estoy enterrado, pues me extraña / que si lo saben, ninguno haya venido».

Mal que les pese a quienes pretenden derogar la memoria histórica, la verdad siempre busca la luz del sol.

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