Opinión | Curva a la izquierda

Bulos y gilipollas

Pintada a favor de ETA en una calle vasca.

Pintada a favor de ETA en una calle vasca.

Conozco a una persona que siempre fue cliente preferente de vendedores, charlatanes y publicistas –por ser fino-. Le vendían de todo. Todo lo compraba. A plazos o al contado o viceversa. El precio siempre fue lo de menos, las maravillas de lo que adquiría lo dejaban barato. Hoy es receptiva y activa a partes iguales. Víctima y verdugo. Recibe todo y lo reenvía todo. Sin filtro. Todo es verdad. Nada es mentira. No duda. Es un auténtico ventilador de fake news y bulos. Su actitud despreocupada por el discernimiento y la búsqueda de la verdad junto al exceso de confianza en sus proveedores la convierten en la víctima ideal de todo tipo de tramposos, mentirosos, estafadores, timadores, embaucadores o irresponsables. Es, cómo decirlo, un tesoro para esos políticos sin escrúpulos que mienten, insultan o difaman al contrario sin argumento que lo refrende. Y es que los bulos no se fundamentan en argumentos verdaderos. Se contentan básicamente con impulsar una respuesta emocional.

Hoy en día, la verdad las pasa canutas. Las propuestas y enunciados verdaderos, prudentes o inteligentes llevan las de perder frente a los disparates, que resultan más sugerentes o excitantes. Cuatro principios para conocer un bulo: que se difunda con rapidez, lo que llaman «viralidad». Que sea fácil de recordar. No solo genera ganas de creerlo sino de difundirlo. Que entre en nuestras ideas e interactúe con ellas. Así, atacarlo, será entendido como un ataque a personal. Y por último, el desmentido de un bulo lleva mucho más tiempo que el necesario para producirlo. Decía Mark Rwain que una mentira recorre medio mundo antes de que la verdad se haya puesto los zapatos.

La difusión de bulos va a ser un filón durante la campaña electoral que se avecina. Van a difundirse muchas afirmaciones sin fundamento alguno. Será un ejercicio estupendo tratar de detectarlos y no ser víctimas de ellos.

Hay cosas tan metidas en el imaginario colectivo que a ver quién es el guapo que las desmonta. Aunque a mí me dan acidez, vamos, que me queman por dentro: considerar, por ejemplo, que la izquierda sólo se nutre de la pobreza. Que uno de izquierdas no puede tener una buena casa o recibir un buen salario... ¡Qué chorrada es esa! Precisamente su lucha está en eliminar la pobreza y que todos tengan unos estándares de vida dignos. Cuanto más elevados mejor.

Del Presidente del Gobierno, ¿hay algo malo, infame o perverso que no se le haya adjudicado? ¿Habrá otra persona más vilipendiada, calumniada e insultada que él? Mi madre dice que eso es porque es más alto, más guapo, y más listo que todos los demás. Y que además habla inglés. «Puta envidia». Montones de críticas sin demostrar nada. Todo lo ha hecho mal, siendo, por primera vez, la nación que mejor va de Europa.

La fobia que despierta en la derecha el actual Presidente es perversa. ¿No se pueden reconocer sus políticas sociales? Subida del SMI, subida de pensiones, ley de reforma laboral, ley de memoria democrática, la inflación más baja de Europa, las mejores perspectivas económicas, la mayor creación de empleo de calidad…

Hay colegas periodistas que destilan tanto odio que, cuando los escuchas dices: ¿estos irían a las clases de ética y deontología periodística? Pues no aprendieron nada. Y, ¡¡¡tachán tachán!!!, de pronto aparece Zapatero y los descolocó del todo. Y le da en las narices al todopoderoso Carlos Herrera. Y le tapa la boca. Sin arrogancia pero con contundencia, le dice que ETA ya no existe. Y que se rindió siendo él el presidente del Gobierno. Y que nadie tiene más información que él. Y que se dejen ya de zarandajas.

Pues con ese relato trasnochado y falaz ganaron las últimas elecciones. No por sus programas. Ni falta que les hacen. Porque tienen una legión de medios informativos, de cadenas mediáticas difundiendo relatos falaces. Difundiendo bulos. Repartiendo mentiras. ¿Cómo es posible que la gente repita los eslóganes que se nos envían desde el poder? –Pactan con independentistas. –Nos quieren empobrecer. –El ocupa de la Moncloa. –ETA existe. –Sueltan violadores. –El psicópata de la Moncloa. Y así podríamos seguir. En serio, ¿No podemos analizar lo que escuchamos?

La búsqueda de la verdad es una obligación que no es fácil de llevar a buen final. Por una parte porque hay gente que vive de la creación de bulos y mentiras. Y lo hacen de una manera muy eficaz porque saben mucho del funcionamiento de la mente y el corazón humano. Por otra, porque hay mucha ingenuidad y confianza en los demás que nos lleva a aceptar como cierto todo lo que nos dicen. Que no sé ya si somos más tontos o más gilipollas –entiéndase por tal el que, a sabiendas, adopta y defiende lo que sabe que es mentira–.

Feliz domingo.

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