Opinión

Guillermo de Jorge

Una economía real para una sociedad real

El FMI sube dos décimas su previsión de crecimiento global para 2023 hasta el 2,9 %

El FMI sube dos décimas su previsión de crecimiento global para 2023 hasta el 2,9 %

El Fondo Monetario Internacional en su último informe sobre la situación económica actual ha sido taxativo sobre la actividad económica mundial, donde ha recalcado la desaceleración acentuada generalizada que están viviendo los países del entorno, que se está viendo lastrada con unos índices de inflación muy altos, de cuyos registros sólo se tienen constancia desde hace varios decenios atrás. Con la inflación, la crisis del coste de la vida, el endurecimiento de las condiciones financieras en la mayoría de las regiones, la invasión rusa de Ucrania y la persistencia de los efectos económicos de la pandemia por el covid-19, han incidido notablemente en las perspectivas. Según los pronósticos del FMI, el crecimiento mundial se desaceleró de 6,0% en 2021 a 3,2% en 2022 y 2,7% en 2023. Exceptuando la crisis financiera mundial y las consecuencias de la fase aguda de la pandemia de covid-19, este es el perfil de crecimiento más bajo desde 2001. El FMI pronosticó que la inflación mundial aumentaría del 4,7% en 2021 al 8,8% en 2022, para luego descender a 6,5% este año 2023 y posteriormente a un 4,1% en el próximo año 2024. Es por ello que convida a que se mantenga el curso de política monetaria para restaurar la estabilidad de precios y que la política fiscal deba procurar aliviar las presiones sobre el coste de la vida, manteniendo una orientación lo suficientemente restrictiva para que esté alineada con la política monetaria.

El Fondo Monetario Internacional establece que para contribuir más a la lucha con la inflación los Estados recurran a reformas estructurales que mejoren la productividad y alivien las restricciones sobre la oferta, en tanto que la cooperación multilateral es necesaria para acelerar la transición a la energía verde y evitar la fragmentación.

Cuando el FMI habla de los altos índices de inflación, por lo general, en nuestro más inmediato subconsciente, nos lleva a pensar que la inflación es un proceso externo que puede perjudicar a la economía y a las sociedades, que ven cómo, de forma inexplicable, son arrastradas a una subida de precios incontrolados que nada tiene que ver con el ciudadano de a pie.

Sin embargo, los factores que afectan al proceso inflacionista de la economía de un país están unidos a una serie de aspectos, como el aumento de la demanda en los bienes y servicios, donde la ecosistema productivo no está preparado para absorber la oferta y la demanda, produciéndose un encarecimiento en la compra-venta de productos y servicios relacionados anteriormente. Esta medida, según se gestione, sirve para equilibrar el mercado y que no produzca un desabastecimiento. Para evitar la especulación de los productos, debe establecerse un plan de prevención, de previsión y de creación de políticas integrales que busquen paliar el déficit de ese tipo de productos y/o servicios, con estudios regidos por criterios especializados, emitidos por observatorios o universidades, cuyo objetivo sea el mantenimiento o restablecimiento del equilibro sostenible de los precios, impulsando en la cadena de producción el aumento de esos productos y/o servicios.

Otro de los factores que determinan la inflación es el alza de los costes de producción de las materias primas, donde la carestía del producto –por la ley de la oferta o la demanda–, la mala gestión en las subvenciones –destinadas a destruir el tejido empresarial, ya que no dan respuesta a la realidad del mercado–, los desafortunados tratados nacionales e internacionales –que suelen arremeter contra al mercado interno, por lo general–, la subida de impuestos –que aumenta la presión fiscal en el emprendedor y en el producto final–, junto con la incertidumbre jurídica y legal de un país, puede generar un aumento desconsiderado del coste de la producción, influyendo en el producto final, que por ende, afectará de manera inexorable en el consumidor.

Una gestión y un saneamiento responsable de los gastos estructurales de los Estados, junto con un adelgazamiento de las administraciones paralelas, así como sus duplicidades, haría que la presión fiscal pudiese disminuir, no sólo en el ecosistema empresarial, sino también en la ciudadanía. Un gobernanza responsable implica también la creación de empleo de calidad y efectivo en aquellos sectores públicos y privados que así lo necesitan, dejando a un lado la oferta de empleo tradicional que evoca al trabajador a formarse en sectores o actividades profesionales con muy poca salida laboral, para no decir casi inexistente. Para conseguir este último paso sería fundamental retomar el diálogo entre los actores sociales administración pública y patronal para que dirigiesen los esfuerzos hacia una creación de trabajo real, con una incidencia real, en una economía verídica, productiva y de calidad. Para ello, un buen sistema educativo y una formación de calidad son factores fundamentales para luchar en contra de la crisis económica y social, pues ambas van de la mano. El empoderamiento de una ciudadanía sana y de progreso parte de estos dos pilares fundamentales, ya que el acceso a puestos de trabajos dignos, que generen una riqueza real y que den un valor añadido a una economía productiva y de calidad, nos hará alcanzar las mayores cuotas de bienestar social.

El contexto internacional también es otro de los elementos que perturban decisivamente en el aumento de los índices de la inflación en un Estado. La dependencia energética, en materias primas o en componentes tecnológicos y digitales, hacen que las economías de los países estén supeditadas al mercado internacional y a la situación política, económica y social del resto de Estados. Quizás, es por ello que la independencia económica se basa en la creación de planes a largo plazo donde se materialice el estudio responsable, técnico y profesional de las necesidades estructurales, económicas y sociales de un país.

La política monetaria también influye en la subida de la inflación y, con ello, el aumento de los precios y del coste de la vida. El Banco Central Europeo ha anunciado la subida de los tipos de interés en 50 puntos básicos, con el objetivo de controlar la inflación. Y la Presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ya ha avisado que no será la última, previendo un nuevo aumento de otros 50 puntos básicos en marzo. Entre el concepto de devaluar una moneda y la subida de tipos de interés hay mucha similitud y muy poca diferencia. La medida tiene casi los mismos efectos en la economía. Supone un encarecimiento del dinero y supone una menor capacidad de adquisición de compra por parte de la ciudadanía. Los principales afectados de las subidas de tipos de interés serán los hipotecados. Pero lo más importante es que habrá una ralentización en la circulación del dinero. Este hecho provocará una merma en la economía interna del país. El ciudadano podrá adquirir menos; el emprendedor venderá u ofertará poco, por lo que habrá menos beneficios; habrá menos contratados, más paro y menos poder adquisitivo. Como contrapartida ante esta situación, sólo cabe la gestión responsable de los recursos públicos, una política económica eficiente, ahorrar, invertir en I+D+i y, posiblemente, el endeudamiento del Estado para paliar los efectos de la crisis económica. Un endeudamiento que, por ejemplo, en España ya roza el 120% del PIB nacional, casi sin margen para poder maniobrar.

@GuillermoDJorge

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