Opinión | Retiro lo escrito

Ni todo lo contrario

Panorámica de un semivacío hemiciclo del Parlamento regional durante una sesión plenaria.

Panorámica de un semivacío hemiciclo del Parlamento regional durante una sesión plenaria. / María Pisaca

La Mesa del Parlamento de Canarias se apresuró en la mañana de ayer a corregir ciertos matices de las informaciones publicadas sobre sueldos, regalías y viáticos de diputados y diputadas. El error se produjo al remitir a la comisión de Reglamento de la Cámara un borrador con la propuesta de modificación reglamentaria de la Mesa presidida por Gustavo Matos. Un borrador anterior, no el texto definitivo. Pero, sinceramente, no sé qué es peor, porque la corrección aclara dos cosas: cierta distracción funcionarial, desde luego, pero lo que es más grave, que sus señorías ya disfrutaban de varias de las canonjías publicadas. Podríamos empezar, por ejemplo, por la Diputación Permanente. Es el órgano que concentra las funciones representativas y deliberativas en momentos de urgencia o entre la disolución del parlamento y la elección de otros. Los demás diputados dejan de serlo cuando se disuelve la Cámara; los de la Diputación Permanente –por así decirlo– siguen de guardia y siguen cobrando sus salarios y eventualmente sus dietas hasta que se constituye el nuevo parlamento. No hay ninguna novedad. Pero sí conviene señalar algo que suele ser ignorado por el populacho paganini. La Diputación Permanente no está compuesta exclusivamente por la Mesa del Parlamento y –digamos– los presidentes o portavoces de los grupos parlamentarios. Deben saber ustedes, desdichados mamarrachos que apoquinan a Hacienda, que aparte de la Mesa cada partido, en razón de su número de diputados, tiene sus representantes en la Diputación. Un total de 17. Sí, 17 diputados. Pero en previsión de que alguno se hernie en el ejercicio de sus labores patrióticas, también se designan 17 suplentes. Y felicítense ustedes: los suplentes también cobran. Es decir, que si se suman todos, cerca de la mitad de los diputados canarios integran la Diputación Permanente y cobran permanentemente, por tanto, hasta la constitución de la nueva asamblea, un mes y pico más tarde que las elecciones. Otra precisión un poquito irritante: eso de que los diputados reelegidos siguen cobrando ininterrumpidamente no es una novedad, ya se hizo en 2019. ¿Ustedes se enteraron? ¿No? Pues yo, que estoy posado como un guirre en la tribuna de prensa todos los plenos de dios, tampoco. Lo que ha hecho este año la Mesa es, sencillamente, proponer la integración en el reglamento de algo que se había resuelto hace cuatro años por acuerdos en su seno y en la Junta de Portavoces. ¿Ustedes entienden que cobren durante ese mes y medio mientras se tamborilean las gónadas? Probablemente no. ¿Y saben por qué no? Porque no disponen de la inteligencia infusa de un diputado para comprenderlo.

Luego queda cortar lo demás, como diría Jack el Destripador, a quien por desgracia es imposible invitar a que frecuente la calle Teobaldo Power. La indemnización a los diputados que no consigan aferrarse eficazmente al escaño, por ejemplo. Si finalmente te tienes que ir, dítete, pero te llevas como indemnización una sabrosona mensualidad. Se justifica porque los diputados no cobran el subsidio de paro, pero no está nada claro que no sea universal e incondicional. Es decir, que si eres expulsado del paraíso parlamentario pero te espera una tranquilizadora plaza de funcionario, también te levantarás tu indemnización. Lo de subirse el sueldo lo mismo que los funcionarios –evitando enojosos debates anuales– era un viejo objetivo de nuestros sacrificados jornaleros de la palabra. El día en que podamos sumergirnos en el océano de las asignaciones económicas de los grupos –cientos y cientos de miles de euros anuales que se gastan con plena opacidad contable y fiscal– no quedará nadie vivo. O quizás sí. Somos una sociedad dependiente, resignada, estúpida y servil que tolera esta democracia zombificada que no está ni viva ni muerta ni todo lo contrario.

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