Opinión

La vida es un Carnaval y yo ya estoy cantando

Carnaval de Tenerife

Carnaval de Tenerife / Shutterstock

Si algo nos caracteriza a los canarios, además de nuestro carácter afable, a la par que simpático, es el gusto por la fiesta y el jolgorio. Nos gusta más un vacile y una musiquita que comer. Y eso está bien, que para ser serios ya está la vida. ¿O no? Un canario es muy de su brilli brilli, de su tutú y de lucir sus fantasías. Y, por eso, la madre de todas las festividades para los isleños es el Carnaval. La fiesta de las carnestolendas es la época donde nos volvemos más bailongos y guasones.

Los canarios somos de quedar en el Orche y mezclarnos entre piratas, hadas y romanos; de encontrarnos con algún extraterrestre extraviado por el Platillo Volante y continuar bajando hacia el Chicharro para terminar en la San José. No importa que no conozcamos al tipo de al lado, que si nos falta un hielito para el refrigerio nocturno, nos lo ofrecerá sin problema alguno, y de propina, un abrazo y el juramento de una amistad eterna ensalzada por los vapores etílicos.

Un canario es muy del Carnaval. Es su fiesta. Un canario puede estar todo un año pensando en ella. Y celebrarla dos y tres veces si hace falta. Así, sin miedo. Porque a un canario, si a algo no le teme es a la purpurina, a los comercios chinos abarrotados de gente para comprar las cosas el mismo viernes de la Cabalgata. Pero sobre todo, lo que los canarios tenemos muy claro y siempre en la cabeza es lo que nos enseñó la más grande, Celia Cruz, y es que «la vida es un Carnaval y las penas se van cantando».

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