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José Vicente González Bethencourt

¿Qué hacer con el monumento a Franco?

Santa Cruz de Tenerife es una de las ciudades donde más controversia ha generado el cumplimiento de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, más conocida como Ley de la Memoria Histórica.

No podía ser de otra manera cuando en la Comandancia Militar de la Plaza Weyler, el comandante militar de Canarias, Francisco Franco, a la orden del general Emilio Mola en Pamplona, diseña gran parte del plan de la sublevación militar contra el Gobierno de la II República, el 17 de julio de 1936 en Melilla, y al día siguiente en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

Cierto es que al contrario que en la España peninsular, en Canarias no hubo guerra entre sublevados y leales a la República, pero contra estos sí una durísima represión, con encarcelaciones, torturas, violaciones, desapariciones y fusilamientos de miles de canarios, dejando en sus familias tanta huella de sufrimiento que todavía hoy persiste en sus descendientes, hijos, nietos y biznietos, cuando tropiezan con el rótulo de una calle a nombre de los represores, a quienes tanto honor dispensó la dictadura franquista.

De hecho, sé de personas a las que les produce escalofrío pasar por delante del monumento que conmemora la salida del general Franco desde Santa Cruz de Tenerife hacia Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África, lo que, al invadir la Península, provoca una guerra civil de tres años que ganan los golpistas, gracias, entre otras ayudas, a la militar de Hitler y Mussolini, y a la mirada hacia otro lado de Inglaterra y Francia.

Ahora de lo que se trata es de no olvidar lo sucedido, a las nuevas generaciones informarlas con objetividad y educarlas en la paz y la concordia, sin odios, resolviendo así, democráticamente, con la palabra, sin violencia, los desencuentros que se producen. Y en las cuestiones políticas, para eso está la soberanía popular de ayuntamientos, cabildos, parlamentos autonómicos, Congreso y Senado, discutiendo y decidiendo leyes cuyo cumplimiento facilita la convivencia ciudadana.

El monumento escultórico de bronce encargado a Juan de Ávalos e inaugurado el 17 de marzo de 1966, posa sobre una base de hierro y representa a un ángel volando con las alas extendidas, el avión donde viajó Franco desde el aeródromo militar de Gando (Gran Canaria), a Marruecos. La espalda del ángel sostiene una escultura masculina, Francisco Franco, que a su vez empuña una espada en forma de cruz a modo de cruzada católica. La escultura está anclada en una base de piedra, y en todo su perímetro funcionaban chorros de agua, que, al iluminarse de noche con una cascada al fondo, pretendían asemejarse al movimiento del mar. Se financió el monumento por suscripción popular voluntaria ordenada por el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Juan Pablos Abril, médico, recordado por su ego tan peculiar que en la inauguración del quirófano del Hospital Insular de El Hierro “sugirió” a su director, el doctor Juan Padrón, ponerle su propio nombre.

Popularmente conocido como Monumento a Franco y a él dedicado de acuerdo con la documentación disponible en el Museo Militar de Almeyda, en 2010 el Ayuntamiento cambió su nombre por Monumento al Ángel Caído para evitar la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, pero con la presión ciudadana y de algunos grupos políticos, en 2011 el nuevo gobierno municipal lo denominó Monumento a la Victoria, reconociendo su origen y simbología franquista, con lo que su enfermedad empeoró, tanto que ahora su aspecto de abandono y desidia sorprende a los numerosos turistas de los cruceros y molesta a los vecinos de Santa Cruz.

Sobre qué hacer con el monumento tras quince años de aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, que establece la desaparición de los símbolos franquistas, opino que, además de cumplir con la ley retirándolo, se puede mantener y mejorar ese espacio histórico evitando la parte que es simbología franquista, y en su lugar diseñar una alternativa en el marco del apoyo a la libertad y la democracia.

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