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Rafa Muñoz Abad

El mar canario y otras cantatas morunas

Canarias, pese a que a muchos les escueza, no es un país, tampoco un estado archipelágico con derecho a aguas territoriales y una Zona Económica Exclusiva (ZEE). Marruecos tiene su ZEE delimitada en la cual es soberano de llevar a cabo prospecciones del lecho marino. La posición más cercana del límite exterior de la ZEE marroquí dista 27 millas náuticas, unos 50 km, del faro de La Entallada, Fuerteventura. Marruecos, como estado ribereño, puede realizar las operaciones off shore, que llevará a cabo con respaldo británico, Londres se podría convertir en un importante socio comercial, que crea pertinentes dentro de sus límites marítimos. Otra cuestión es la ZEE del Sáhara occidental. Un territorio pendiente de descolonizar, que igualmente cuenta con su ZEE, que si bien es cierto Marruecos [aún] no se ha atrevido a terminar de explotar, pero que, en todo caso, es jurídicamente ajena a España, Marruecos, y por extensión a Canarias. España, nunca Canarias, que no es un estado soberano, podría extender su ZEE hacia el Atlántico y el suroeste, pues no lesionaría ni los intereses de Marruecos, ni del Sáhara occidental.

El derecho internacional confiere a Rabat doscientas millas de aguas de su influencia: las doce territoriales, otras doce de zona contigua –sin jurisdicción, pero sí interés y fiscalización– y finalmente, hasta las 200 de la ya citada ZEE. De materializarse, esas millas se extenderían hasta el noroeste de Tenerife, pero evidentemente, eso no es posible, pues se violarían las 12 millas de aguas territoriales que España ejerce en cada una de las islas del archipiélago.

Razón por la que los estados, en función de su geografía costera, determinan una mediana que reparta las aguas. La solución es compleja, diplomática, requiere de voluntad política, y España no ha sido indolente. Marruecos, el mayor de los pequeños estados imperialistas, ha sabido, sabe, y sabrá, cómo jugar sus cartas para que la cuestión del Sáhara, solapada con su ZEE, languidezca y que el desinterés le haga garante del territorio, ampliando con ello su ZEE hacia el suroeste. Canarias aquí pinta poco, o nada, pues España hace tiempo deseaba desentenderse de su responsabilidad histórica respecto a la cuestión saharaui.

Marruecos es docto en leer los ya perennes estadios de debilidad institucional española. Tenemos un vecino incómodo con el que estamos condenados a entendernos, lo cual no nos exime de ejercer una diplomacia firme y no servil, pero tampoco de esconder el derecho marítimo internacional bajo las enaguas del nacionalismo más desnatado de España, el canario. La dejadez con la cuestión del Sáhara y sus aguas evidencia ya no solo la irresponsabilidad histórica de un país huérfano de personalidad y respeto por su propia historia, sino incapaz de defender sus intereses, lo cual nos ha convertido en un estado inoperante frente a los antojos alauitas.

¿Puede Marruecos ejercer la titularidad de las aguas del Sáhara occidental al sur de Canarias, más allá de su ZEE reconocida? En teoría no, porque España aún es la potencia administradora del territorio, o eso dicta la resolución de la ONU para la descolonización ergo debería tutelar el referéndum de autodeterminación saharaui con el censo del 74. Una quimera. De nuevo, ¿puede Marruecos ejercer la titularidad, y con ello explotar las aguas del Sáhara al sur de Canarias? Sí, entre comillas, pues la hoja de ruta marroquí para integrar al territorio como una provincia, con cierta autonomía de cara a la galería, podría ser aceptada por los intereses estadounidenses, que son los de la OTAN, reforzados con la pérdida de compromiso francesa en el Sahel, lo cual dejaría a Rabat como único aliado de occidente en el estratégico Magreb. Concatenación de premisas, que hacen irrelevante la difusa posición española, que arrastra a Canarias.

Aspectos como la explotación de los recursos minerales y pesqueros de una nueva y mayor ZEE marroquí, la salvaguarda de las vidas humanas en la mar, y la inmigración irregular, cuestiones relacionadas con las áreas del océano donde cada estado ribereño tiene adquiridas responsabilidades de asistencia, tal vez deberían ser redibujadas, lo cual implicaría un mayor compromiso, pero también presencia de los intereses marroquíes, que no necesariamente deberían ser vistos como la amenaza populista que se airea en los medios respecto a un mar canario que no existe.

¿Dónde queda la diplomacia española en este complejo escenario marítimo?, es meramente figurativa, pues a falta de saber lo pactado con el voluble estado marroquí, habrá que esperar. Me decanto por la paciente estrategia alauita de seguir dejando languidecer el asunto mientras el relevo generacional sepulta la cuestión del Sáhara y sus aguas, que ya estaban delimitadas y no lesionan los intereses españoles en Canarias. Marruecos puede perforar en su ZEE.

El escenario solapa el derecho marítimo, y los intereses de explotación pesquera y mineral del lecho oceánico, con la proyección geoestratégica de ambos estados, en la cual, anecdótica y regularmente se cuela la [cansina] y ridícula cantata nacionalista sobre ese engendro llamado «mar canario». No hay mar canario más allá de las aguas territoriales españolas ejercidas en cada isla hasta las 12 millas, y el polígono ZEE, que cada estado tiene según el derecho marítimo internacional. Los pasillos marítimos entre Tenerife y Gran Canaria, y entre esta última y Fuerteventura, son aguas internacionales sobre las cuales Marruecos no puede tener pretensión alguna pues pertenecen a la libre navegación. Esta baza, al galope de la ignorancia y del populismo, buscando con ello rédito electoralista, es utilizada por la clase política canaria mezclando el sentimentalismo con el desconocimiento del derecho marítimo internacional.

¿Habrá aceptado España una nueva delimitación de las ZEEs en litigio que aún no se ha hecho pública, comprometiéndose a no denunciar el apoderamiento ilegal marroquí de la ZEE del Sáhara, bajo un acto de soberanía unilateral, a cambio de algo? No lo sabemos, España mirará para otro lado. Marruecos, sabedor de su privilegiada posición como aliado primordial de Washington, presionará con sus habituales torniquetes en materia de revisar acuerdos de pesca, o ser más o menos permeable a la hora de controlar la salida de pateras desde sus costas. A la par, Rabat sabe que no puede proyectar los límites de su ZEE hacia el oeste pues invadiría las aguas de interés económico exclusivo españolas en Canarias. La solución pasa por firmar una mediana, no intoxicar a la opinión pública, y explicar dónde empiezan y acaban los derechos marítimos legítimos marroquíes, que sí puede perforar a una distancia de hasta 50 km de Fuerteventura.

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