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Luis Ortega

Gentes y asuntos

Luis Ortega

San Juan, claro

El bautizo de una catástrofe con marco temporal y espacial fue y será tema de debate porque chocan razones y sentimientos localistas, absolutamente dignos pero difíciles de conciliar. El último ejemplo lo encontramos en la erupción que, entre el 19 de septiembre y el 25 de diciembre de 2021, batió las marcas de daños de la historia geológica de La Palma, y donde, por causas respetables pero insuficientemente explicadas, se quiere imponer un topónimo aborigen a toda costa. El asunto recurrente me retrotrae a un programa monográfico de TVE que tuvo como protagonista a un notable geólogo palmero.

Natural de la Villa de Mazo, Manuel Martel San Gil (1914-2000) se licenció en Ciencias Naturales y Farmacia en Madrid y, después, se graduó en en L´Ecole Superieure de París en la especialidad de Petróleos. En 1949 regresó a su isla natal y se convirtió en un culto y fiable cronista del Volcán que nació en la noche más breve de año.

Durante cuarenta y dos días siguió el fenómeno de tipo fisural y estromboliano que localizó, por primera vez en la isla, a los operadores y guionistas del No-Do, documental obligatorio en todas las proyecciones cinematográficas en el estado. Se localizó, naturalmente, en la dorsal de Cumbre Vieja, entre los 1.800 metros – donde se localizaron las bocas del Duraznero y Hoyo Negro – y los 1.300, donde rompió la tercera en el Llano del Banco, todas localizadas en el municipio de El Paso.

«Después de 237 años de paz geológica, el 24 de junio se detectó una grieta en el Duraznero y, enseguida, se abrieron varios cráteres de distinto porte que emitieron lavas sin cesar durante catorce días. El 8 de julio y con un recorrido destructor de viviendas y cultivos a través de Las Manchas, la lava alcanzó la costa oriental por la playa de Puerto Naos».

A partir del municipio pasense, los fenómenos asociados afectaron a los otros dos términos del Valle de Aridane, Los Llanos y Tazacorte, al sureño Fuencaliente y, en la banda del este a la Villa de Mazo y a las dos Breñas, Alta y Baja. «Se convirtió en el suceso de la década y con la ayuda inestimable de la prensa y la radio oficial La Palma y Canarias tuvieron un puntual y explosivo protagonismo».

Otros episodios de extremo riesgo se produjeron en los últimos días de julio, con afección del término mazuco y los dos ayuntamientos limitrofes con la capital, Santa Cruz de La Palma, donde radicaron los corresponsales de los medios y las autoridades regionales y estatales que siguieron aquí el curso de los acontecimientos.

Martel San Gil no se limitó al minucioso seguimiento técnico del fenómeno y al análisis político y social de sus consecuencias sino que tuvo un papel destacado en la debatida nominación. A ese respecto fue claro y rotundo en 1949 y cuarenta años después en la serie televisiva Canarios en su rincón:

«En aquel momento se planteó una polémica absurda en torno a la catástrofe, un hecho que alteró el orden natural de las cosas y la vida de las personas afectadas. Se trató de imponer un topónimo aborigen –Nambroque– a toda costa; también se propuso llamarlo de las Manchas. Con el mayor respeto a la cultura benahorita, el puebo con su proverbial sentido común lo bautizó con el nombre del santo que marca el solsticio de verano y, como siempre, el pueblo acertó. Nambroque ya es un pico y todos los picos son volcanes, ¿qué necesidad de repetirse? Y Las Manchas tiene ese nombre por las islas de cultivo en medio del malpaís, que es una evidencia de historia geológica, ¿para qué insistir?».

Las palabras del geólogo Martel, Rector Magnífico que fue de la Universidad de Alcalá de Henares, adquieren en estos momentos especial sentido y oportunidad. Aprendamos.

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