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Jorge Bethencourt

MANUAL DE OBJECIONES

Jorge Bethencourt

El poder del espectáculo

Un partido de fútbol puede tener tres resultados, un empate, una victoria del equipo local o una del visitante. Y existe una cuarta posibilidad, además, de que sea suspendido por mal tiempo. Para hacer esta predicción no hace falta tener un enorme conocimiento del deporte y nadie pagaría un duro por ella. A los vulcanólogos les pasa lo mismo. Se enfrentan a preguntas que tienen mucho más que ver con la astrología que con una ciencia complicada que más que nada analiza lo que va ocurriendo, pero que no puede prever con certeza lo que va a ocurrir.

La necesidad de información inmediata que tiene esta sociedad es insaciable. Queremos saber —y saber ya— lo que está pasando y lo que va a pasar. Y eso, en fenómenos naturales, a veces es imposible. El despliegue de medios en el volcán de La Palma está produciendo no solo una retransmisión en directo del suceso sino que provoca una presión casi magmática en los profesionales que se dedican a observarlo. Se puede observar la deformación en la superficie de la paciencia de los técnicos a los que se les pregunta una y otra vez cosas que difícilmente pueden contestar sin hacerse profetas.

A estas alturas, la represión de los talibanes en Afganistán ya es historia en nuestro país. Y el coronavirus. Y hasta el congreso del PP tiene que arañar un pequeño hueco, a codazos, en una actualidad protagonizada por la lava y por las inundaciones. Las noticias se han convertido en una crónica de sucesos que lo devora todo.

Esta sociedad, que está desplegando una enorme campaña de solidaridad con los afectados por el volcán palmero, es capaz de digerir sin problema alguno que en lo que va de año hayan fallecido en la ruta hacia Canarias casi ochocientas personas que se dejaron la vida en un cayuco. Y esas son solo las víctimas que podemos contar. Los que llegan pajaritos en las embarcaciones que se descubren a la deriva en aguas de Canarias con su carga fúnebre.

De vez en cuando, en las informaciones, las autoridades, los expertos o los tertulianos hacen referencia a las “trágicas” cifras de esa inmigración. Pero es solo una manera de hablar. ¿Nos importan realmente esas ochocientas muertes “trágicas”? Es muy discutible. Porque si fuera así estaríamos haciendo algo para impedirlas. Estaríamos presionando con la misma intensidad social y mediática que dedicamos a otros asuntos más espectaculares, como el volcán.

Las coladas de lava roja tienen una potencia visual que no tiene el río de muerte negra que llega silenciosamente desde Africa. Se pueden retransmitir en directo. Y la audiencia manda. Y queda descarnadamente al descubierto lo que nos importa realmente el sufrimiento ajeno cuando no es un espectáculo.

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