Mienten los que dicen que el Ingreso Mínimo Vital ha fallado en Canarias como una escopeta de feria. Aunque se hayan presentado cien mil solicitudes, se hayan tramitado 77 mil y se hayan denegado 63 mil. O lo que es lo mismo que solo se aprobaran poco más de 13 mil. Otra anomalía canaria. Un porcentaje del 13% frente al 29% de la media peninsular.

Y eso tiene muchísimo mérito, hermanos, hermanas y hermanes de este valle de lágrimas atlántico. Porque resulta que los gélidos datos dicen que Canarias tiene muchísimos más pobres por metro cuadrado que la media del Estado crepuscular español. O sea, como unas trescientas y pico mil personas que malviven en la exclusión.

Falsean la realidad quienes afirman que los responsables de Asuntos Sociales de Canarias dijeron que la ayuda básica llegaría a noventa mil personas que ganan menos de 398 euros mensuales. Eso jamás de los jamases se dijo. Hay que escuchar más atentamente las grabaciones: se referían a noventa ó mil personas, que parece lo mismo pero no es igual.

Vuelven a mentir esos expertos que han elaborado el índice de desarrollo de los Servicios Sociales, que han puesto a Canarias, en políticas asistenciales, como la suela de un zapato. En la cola de toda España. En el mismísimo fondo, bajando a extrema izquierda. Porque dicen que no hay personal suficiente. Que la atención a la dependencia es un fracaso. Que las rentas de inserción no se han puesto en marcha. Que no se atiende a los mayores. Y lo peor de todo: que un mayor esfuerzo económico no se corresponde con un incremento de los servicios.

Mienten quienes dicen que los bancos de alimentos no tienen suficientes suministros para atender a un 40% más de demandantes: familias desesperadas que no tienen suficientes recursos para la cesta de la compra. Falsean la realidad quienes sostienen que el Ingreso Canario de Emergencia apenas llegó a dieciséis mil familias y que las promesas de que serviría para dar un chute de supervivencia a los hogares más pobres de Canarias no se cumplieron.

Yerran gravemente quienes aseguran que estas islas están a la cola en atención a personas sin hogar. Que no tiene suficientes viviendas sociales. Que el número de plazas para mayores también está a la cola del Estado. Que el plazo para atender las peticiones de dependencia es de dos años y medio y duplica la media nacional y que más de 8.000 personas tienen aprobada la dependencia, pero no cobran ni un euro, un limbo –un infierno– que nos convierte en la tercera peor comunidad del país.

Mienten todos. Engañan, tergiversan, hacen demagogia. Y quienes están diciendo que hay un partido político conduciendo por la vida en dirección contraria, también se equivocan. Son todos los demás –o sea, nosotros– los que vamos en la dirección incorrecta, como opinadores y tertulianos suicidas. Todos los que criticamos, todos los que hacen estudios, todas las cifras que denuncian el desastre de los servicios sociales en Canarias. Todos vamos en la dirección contraria de nuestra esplendorosa realidad.

EL RECORTE

A por ello y como sea

Hay que felicitar a la gente porque aguanta lo que le echen con resignación y paciencia. La convocatoria a través de las redes sociales para la vacunación -esa que iba a consistir inicialmente en que nos fueran llamando por un orden de prioridades y edades- ha sido todo un éxito. Dicen que se han apuntado más de 350 mil personas. Ahora bien, lo de qué vacuna nos van a poner empieza a ser un misterio. Hay docentes a los que prácticamente se les ha vencido el plazo de la segunda dosis de AstraZeneca y no se le sha puesto. Hay gente de más de cuarenta a las que se ha informado que les van a pinchar una dosis de Janssen (la pauta de esta vacuna es un único pinchazo) y a otros, de la misma edad, que se les ha anunciado que les van a inocular Pfizer. Con todos los respetos a la dificultad de una logística tan complicada, da la sensación de que se están haciendo un lío con la cosa vacunal. Las cifras en Canarias no van tan bien como en el Estado, que ya van regular. En España se ha inmunizado con pauta completa solo al 20,4% de la población mientras que en las islas estamos aún en el 15,9%. Hay que cerrar los ojos, apretar los dientes y vacunarse como sea y con lo que sea. Es muchísimo mejor y menos arriesgado estar vacunado que no estarlo. Es la única salida para que nuestra vida vuelva a la normalidad. Pero eso no quita para que algún día analicemos en serio tanta chapuza.