Pactos autonómicos

El pacto de Mazón con Vox en la Comunidad Valenciana condiciona el pulso territorial del PP con la ultraderecha

El partido de Abascal ya exige en otras autonomías lo mismo que les cedió líder valenciano, si bien es quien más dependía de la formación ultra

Mazón y Flores lideraron las dos delegaciones negociadoras.

Mazón y Flores lideraron las dos delegaciones negociadoras. / GERMÁN CABALLERO

Mateo L. Belarte

Carlos Mazón es un reconocido corredor de fondo, pero tras el 28M ha demostrado que también es capaz de esprintar. El resultado está por ver, pero en solo 18 días y tras apenas dos reuniones oficiales cerró un acuerdo para gobernar en coalición con Vox en la Comunidad Valenciana. Fue el primer barón popular en certificar una alianza a la que estaba abocado por los resultados electorales pero que siempre es delicada de explicar para los conservadores, especialmente con las generales —donde todas las encuestas apuntan a que se replicará la dependencia de Vox— a la vuelta de la esquina.

La rapidez de Mazón sorprendió incluso dentro del PP, donde líderes territoriales veían «riesgo» en exhibir un acercamiento tan nítido a la extrema derecha cerca del 23J. Las dudas crecieron tras el primer fuego creado por Vox al negar la violencia machista. Desde entonces, la formación de Gobierno está paralizada.

La C. Valenciana, la nueva Castilla y León

Pero no en otros territorios. Las negociaciones entre PP y Vox se replican en Extremadura, Aragón, Baleares y Murcia, cada una con sus condicionantes —en las dos últimas al PP le vale la abstención de los ultraderechistas—. Pero Vox ya se sienta en todas esas mesas con la vara de medir de la C. Valenciana, donde arañó la vicepresidencia primera y otras dos conselleries. Es la nueva Castilla y León.

Precisamente esas exigencias de Vox —además de su negacionismo de la violencia de género, según denunció la candidata del PP María Guardiola— son las que han hecho saltar por los aires las conversaciones en Extremadura, donde hay posibilidad real de repetición electoral. 

Mazón y Guardiola, este viernes en la toma de posesión de Ayuso.

Mazón y Guardiola, este viernes en la toma de posesión de Ayuso. / L-EMV

Alberto Núñez Feijóo ha bendecito ambas vías esta semana con un argumento peligroso para sus intereses: «No es lo mismo Valencia —como suele referirse a la C. Valenciana— que Extremadura», dijo en alusión al porcentaje de voto obtenido por Vox (12 y 8 %, respectivamente).

Esa afirmación, además de poner en bandeja que Vox reclame la vicepresidencia para Santiago Abascal si el 23J gana el bloque de la derecha —las encuestas dibujan un escenario muy similar al valenciano en cuanto a porcentaje de voto—, ha abierto un debate matemático sobre a cuánto debe ‘venderse’ una consejería en función del peso de cada partido.

Vox, más fuerte en las Corts que en ningún otro parlamento

Al analizar el número de escaños y el porcentaje de voto de PP y Vox en las cinco autonomías se observa que Mazón era el que menos fuerza negociadora tenía. Mientras el PP de Guardiola casi multiplica por seis a Vox en diputados (28 a 5) y el de Jorge Azcón en Aragón los cuatruplica (28 a 7), la relación en las Corts fue de tres a uno (40 a 13).

Solo en Murcia el peso de Vox es mayor, pero aquí Fernando López Miras roza la mayoría absoluta y apunta a goberar en solitario. En Baleares se repite el 3 a 1, pero Marga Prohens puede formar Gobierno sin los votos de Vox. Aun así, les ha cedido la presidencia del parlamento para amarrar su investidura.

El portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, expuso el pasado jueves la fórmula que aplica su partido a la hora de reclamar áreas de gestión aplicada al caso extremeño. Esta consiste en extraer el peso de Vox en el bloque de la derecha y multiplicarlo por el número total de consejerías. El resultado es 1,9, lo que lleva a Vox a mantener que «dos consejerías sería lo proporcional».

Si se replica la operación con las cifras valencianas el resultado escala a 2,6. Redondeando al alza, tres conselleries. Sin embargo, Mazón ha cedido también la presidencia del parlamento y ha engordado el botín elevando una de las carteras al rango de vicepresidencia.