Los arbustos y el pino canario, única flora que resiste la furia del volcán
Los científicos atribuyen la resiliencia del pino canario al carácter volcánico del Archipiélago
Las plantas leñosas – como los arbustos– y los pinos canarios fueron las únicas especies vegetales que sobrevivieron a la furia del volcán de La Palma. La resiliencia de esta flora en un radio de 2,5 kilómetros alrededor del cono volcánico demuestra, a ojos de los investigadores del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), que existe una relación –hasta ahora inexplorada– entre el vulcanismo y su aparición en entornos volcánicos como Canarias.
Así lo concluye un grupo de investigadores asociados al IPNA, liderados por el biólogo Manuel Nogales y la científica predoctoral María Guerrero, que han publicado en la revista Scientific Reports –del grupo Nature– el primer seguimiento pormenorizado de un ecosistema concreto durante un proceso eruptivo. «Se trata de la primera vez que se realiza un análisis de este tipo a nivel mundial», resalta Nogales. Gracias a los trabajos de campo que se realizaron de manera incansable durante los 85 días de erupción, los investigadores fueron testigos directos de cómo «las luces de la biodiversidad se iban apagando». Y hoy también son partícipes del resurgir de aquel ecosistema que el volcán dejó totalmente asolado.
Lo que más sorprendió a los científicos fue la resiliencia del pino canario. «Sabíamos que era resistente al fuego y siempre lo habíamos asociado a los incendios, ahora podemos decir con pruebas que es por el carácter volcánico de las Islas», insiste Nogales. Otra sorpresa fue la de las plantas leñosas que sobrevivieron a aquellas condiciones de vida, al contrario de las herbáceas. «Uno de los grandes enigmas de la colonización de Islas es cómo llegan las plantas leñosas», explica Nogales, que insiste que estos datos muestran que «los volcanes son un vector de cambio y evolución».
En cuanto animales, las aves grandes fueron las que más fácil y rápidamente cambiaron su comportamiento para poder sobrevivir. «Los cernícalos y aguilillas volaban a muy poca distancia del cráter, jugando con las corrientes térmicas», explica Nogales. También cambiaron su dieta. Los científicos observaron a cernícalos capturando aves y roedores en al menos 7 ocasiones, pese a que suelen preferir lagartos e insectos. Pero es que de estos últimos, ya no había. El 70% de los insectos desaparecieron en apenas 15 días, lo que supone un colapso ecológico «evidente». Los lagartos, por su parte, sufrieron la falta de alimento y el bombardeo continuo de sus refugios, lo que acabó casi por completo con sus poblaciones. Las aves más pequeñas y los murciélagos también desaparecieron del lugar.
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