Industria en apuros

Un sabotaje paraliza la planta alemana de Tesla y agudiza los problemas de Musk en Europa

El resultado es que 12.000 empleados de la fábrica se quedarán en casa durante un tiempo no determinado

Activistas medioambientales ocupan un bosque para protestar por la ampliación de la planta de Tesla cerca de Berlín

Activistas medioambientales ocupan un bosque para protestar por la ampliación de la planta de Tesla cerca de Berlín / FILIP SINGER

Gemma Casadevall

“Son los ecoterroristas más tontos del planeta”, sentenció el poderoso Elon Musk, tras un sabotaje que ha dejado en suspenso la producción de la gigafactoría Tesla en Alemania. “Este ataque no un juego de niños, sino el exponente de la peligrosidad de la extrema izquierda”, afirmó el portavoz del gobierno aleman, Steffen Hebestreit. La reacción de Musk, a través de la cuenta en la red social de su propiedad -X, antes twitter-, y la del portavoz del canciller Olaf Scholz siguen al atentado del martes contra una torre de alta tensión de la región de Brandeburgo, donde está la gigafactoría. Fue un ataque incendiario cuya autoría se ha atribuido el grupo de extrema izquierda “Vulkagruppe” a través de un comunicado con la frase “Hemos saboteado Tesla”. El resultado es que 12.000 empleados de la fábrica se quedarán en casa durante un tiempo no determinado, puesto que la producción ha quedado suspendida al menos durante toda esta semana. El mayor fabricante de automóviles eléctricos del mundo ha quedado expuesto a unos ataques contra infraestructuras esenciales aparentemente fáciles de perpetrar incluso por grupúsculos marginales, de confirmarse esta autoría.

Los costes de la paralización de la fábrica alemana se estiman en cientos de millones de euros, según reconoció el director la planta, André Thierig. No es posible pronosticar cuándo se reanudará su actividad, mientras el departamento de Policía de lo Criminal del “Land” investiga lo ocurrido. El atentado no solo afectó la planta de automóviles eléctricos de Musk, sino que dejó sin suministro a miles de ciudadanos de la región. Evidencia una vez más las lagunas de seguridad en infraestructuras esenciales a escala internacional, nacional o regional. Alemania constató su vulnerabilidad a raíz del sabotaje de autoría aún no aclarada que inutilizó los gasoductos germano-rusos Nord Stream I y II, poco después del inicio de la invasión rusa de Ucrania. O también con sabotajes locales a la vía férrea de la red nacional de trenes -la Deutsche Bahn-, algunos de los cuales se atribuyó asimismo el “Vulkangruppe”. A este grupúsculo de la izquierda radical se relaciona asimismo con anteriores acciones, aunque sin mayores consecuencias, contra la planta de Tesla en Brandeburgo, el “Land” que envuelve Berlín.

Ataque a una gigafactoría vecina a Berlín

De esa planta, inaugurada en 2022 por Musk y Scholz, salen a diario unos 1.000 vehículos y es la única de Tesla en Europa. Su entrada en servicio estuvo precedida por varias demoras, en parte debidas a los recursos en contra de organizaciones medioambientalistas, agricultores y vecinos de la región. El rechazo se fundamentaba en el teórico impacto medioambiental de la fábrica en el subsuelo de una región cuya principal fuente de riqueza son los bosques. Como suele ocurrir, ganó la partida el argumento de la creación de empleo en una región económicamente débil, como sigue siendo el este alemán, y la necesidad de revitalizar su tejido industrial. De la gigafactoría, como se la denomina, deben salir unos 500.000 automóviles al año -objetivo de momento no cumplido-. Teóricamente, debería producirse ahí el Tesla por 25.000 euros la unidad con que Musk aspira a revolucionar el mercado. “Es extremadamente estúpido que se quiera detener la producción de automóviles eléctricos en lugar de hacerlo con los de combustibles fósiles”, proseguía Musk a través de su red.

El poderoso magnate, representante del “trumpismo” empresarial y aliado mediático del expresidente y de nuevo candidato a la Casa Blanca Donald Trump, es enemigo declarado de la izquierda. La resistencia contra su planta persiste, por encima de los apoyos a su fábrica del tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales que lidera Scholz. Ocupa actualmente 300 hectáreas de terreno del municipio de Grünheide. Sus vecinos se pronunciaron por una abultada mayoría de dos tercios en contra de su extensión por otras 100 hectáreas. Fue en una consulta popular no vinculante, pero de peso político sobre sus autoridades, a unos meses de las elecciones regionales en Brandeburgo donde la ultraderecha aspira a quitarle el primer puesto a los socialdemócratas.

En un bosque cercano se ha instalado una acampada en que un centenar de activistas medioambientales han colgado sus tiendas o precarias cabañas de madera entre los árboles en contra de la deforestación que conllevaría una extensión de la planta. El colectivo se apresuró a distanciarse del sabotaje contra la torre de alta tensión. Se supone que se “tolerará” su acampada hasta mediados de marzo, aunque un vínculo probado con el “Vulkangruppe” podría precipitar su desalojo.

Huelgas sin precedentes en los países nórdicos

El rechazo a la planta de Musk en Alemania se suma a los problemas sindicales con que ha topado en Suecia y Dinamarca. Los mecánicos de los talleres suecos de Tesla entraron en huelga en octubre. Primero fueron 130 empleados de unos diez talleres los que pararon, pero luego se les unieron 470.

A mediados de febrero reanudaron sus actividades algunos de los trabajadores afectados, pero el sindicato de los metalúrgicos IF Metall persiste en su campaña. La protesta se dirige contra las condiciones de trabajo que pretende imponer Musk. Su negativa a ceñirse a un convenio colectivo vigente para los trabajadores del país nórdico ha derivado en una inusitada campaña de solidaridad de otros talleres en Finlandia, Noruega y Dinamarca. En lo que respecta a Suecia, es la huelga más larga de la historia del país escandinavo.