Según un estudio

Los resultados de PISA maquillan unas escuelas rotas por la pandemia en EEUU: "La alarma es máxima"

El secretario de Educación de Joe Biden, Miguel Cardona, aseguró que los 122.000 millones de ayuda federal que se han destinado a recuperación educativa tras la pandemia “han permitido que sigamos siendo competitivos”

Bandera de EEUU.

Bandera de EEUU.

Idoya Noain

Tras la publicación del último informe PISA, en el que los estudiantes de 15 años de Estados Unidos muestran un retroceso en matemáticas pero discretas ganancias en comprensión lectora y ciencias, el secretario de Educación de Joe Biden, Miguel Cardona, quiso celebrar, aunque con cautela, los puntos luminosos. Especialmente la subida de EEUU en las clasificaciones mundiales pese a las pérdidas en matemáticas, donde ocupa el puesto 28 entre 37 países. Cardona aseguró que los 122.000 millones de ayuda federal que se han destinado a recuperación educativa tras la pandemia “han permitido que sigamos siendo competitivos”.

Ese tono moderadamente optimista, incluso cuando EEUU invierte mucho más en educación por alumno que otros países, choca con los datos que arrojan estudios nacionales. Meses antes de la publicación del informe PISA, por ejemplo, tanto el informe de primavera del National Assesment of Educational Progress, que se considera el análisis nacional por excelencia , y otro presentado en julio por el grupo especializado NWEA, hicieron una radiografía más preocupante, y ratificaron una tendencia de retrocesos que empezó hace una década.

Mayor regresión

La regresión en matemáticas, según esos estudios, es la mayor registrada nunca y sitúa a los estudiantes de EEUU al nivel que tenían en 1990. También en comprensión lectora hay un retroceso a niveles de 2004. Y se estima que los alumnos necesitarían de media cuatro meses y medio adicionales de instrucción en matemáticas y cuatro en comprensión lectora para equiparar el nivel anterior a la pandemia. Solo los más pequeños muestran señales de mejoría.

El ligero optimismo de la Administración colisiona también con los análisis mucho más severos y descorazonadores que hacen una abrumadora mayoría de expertos sobre la situación de la educación estadounidense, que también por primera vez ha sufrido pérdidas en historia o educación cívica. Según los estudiosos, la pandemia ha provocado una regresión no vista en dos décadas, ha acrecentado las brechas entre estudiantes según su raza y situación económica de las familias y ha dejado lo que algunos han bautizado como covid persistente en educación”.

Problemas

Existe una epidemia de absentismo crónico (el de quienes pierden más del 10% de las clases). Y aunque el problema es más pronunciado en los distritos escolares más pobres, también se registra en centros educativos ricos. La falta de profesores que se exacerbó por la pandemia persiste, con el 45% de escuelas con déficits de maestros según datos federales. Y los fondos que aprobó Washington, de los que solo el 20% debían ir directamente a combatir los retrocesos, se agotarán a finales del año que viene. Muchas direcciones ya se han resistido a usarlos para contratar a profesionales ante la imposibilidad de mantener los sueldos cuando se cierre el grifo federal. “Llamamos a 2024-2025 la sangría”, ha advertido Marguerite Roza, directora del Edunomics Lab de la Universidad de Georgetown. “La educación pública jamás había visto un precipio fiscal de esta magnitud, incluyendo la última recesión”.

Además, la educación estadounidense se ve lastrada por haber rebajado los estándares en las calificaciones, según explicaba en un artículo Michael Petrill, presidente de Instituto Thomas B. Fordham, en septiembre. En un intento de rebajar el estrés del alumnado, se eliminaron suspensos o se han estado dando créditos por trabajos que se entregan tarde o incompletos, y eso ha colaborado a una “inflación” en las calificaciones que contribuye a la desconexión entre la realidad y lo que perciben los padres.

Alarma educativa máxima

Los economistas predicen que esta generación, con la brecha educativa tan significativa que se está registrando, accederá a peores salarios y se convertirá en un lastre significativo para la economía. Y hay preocupación extrema porque, pese a la gravedad, no se ve que la situación esté provocando en las autoridades federales, estatales y locales, así como en las escuelas y las familias, la alarma, la reacción y la sensación de urgencia que serían necesarias.

“Esta es una alarma de fuego de máxima categoría pero la mayoría de cargos electos no responden o ni siquiera hablan de ello”, denunciaba en un duro artículo este verano el empresario, exalcalde de Nueva York y filántropo Michael Bloomberg, que afeaba a Biden la falta de un plan de Washington, una sesión conjunta del Congreso o un discurso desde el Despacho Oval.

Soluciones

A la hora de plantear soluciones, las recetas ya aplicadas o propuestas son variadas. Tom Kane y Sean Reardon, especialistas en educación en Harvard y Stanford, aseguran que es imprescindible incrementar significativamente el tiempo de instrucción y han planteado, por ejemplo, la necesidad de que las autoridades promocionen más las escuelas de verano y las actividades extraescolares (con brechas notables de acceso según según condiciones económicas y raciales).

También plantean que las juntas escolares empiecen a negociar para extender el año escolar, que se empiecen a planificar políticas de cambio a largo plazo e ideas como añadir un año más en el instituto que podría servir para rellenar las lagunas de aprendizaje, a la vez que se ofrece ayuda para aplicar al ciclo universitario o explotar otras vías laborales.

Hay quien mira con esperanza los resultados de las “tutorías de alto impacto”, que se realizan con grupos pequeños de entre uno y cuatro alumnos, tres veces por semana a lo largo de todo el curso y con una duración de al menos 30 minutos. Pero según una encuesta federal a finales del año pasado, solo se realizaban en el 37% de los centros, y necesitan mucho trabajo e instrucción de alta calidad, difícil en muchos casos ante el déficit de profesorado. 

Asimismo un estudio del centro para la Investigación de Resultados en Educación de Stanford realizado en 16 estados comprobó que la forma más efectiva de revertir las pérdidas es incrementar el ritmo al que aprenden los alumnos y una de su propuesta era que profesores con resultados extraordinarios sean compensados con salarios extra para aceptar a más estudiantes.

Retos

Los retos y barreras son también numerosos. Existen complicaciones de índole política, con una clara brecha abierta entre demócratas y republicanos. El presidente Biden, por ejemplo, quiere subir el presupuesto de educación cerca del 14% y reforzar el Título 1, que apoya a escuelas donde altos porcentajes de los estudiantes viven en pobreza, mientras que la propuesta republicana en el Congreso es cortar el 28% los fondos del Departamento Educación y un 80% el Título 1.

Se suman también la mencionada falta de alarma generalizada, la resistencia de sindicatos de profesores y padres a algunos cambios y un rechazo dominante a medidas más punitivas, como obligar a repetir curso.

Mientras, la educación pública en EEUU retrocede, con un aumento de las familias que optan por colegios privadosconcertados o por educar en casa. Esta última, el 'homeschooling', es según un análisis reciente de ‘The Washington Post’ la forma de educación que más crece en el país: un 45% respecto a antes de la pandemia, alejada ya de la imagen de extremismo religioso que la marcó durante décadas y ahora escogida por un amplio espectro de padres.

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