Avispero del Sahel

La expulsión de los cascos azules de Malí deja al país bajo la influencia rusa

La salida de los 17.000 efectivos internacionales del país subsahariano, azotado por el yihadismo, favorece a Rusia y anticipa posibles crisis humanitarias

Kidal, norte de Malí, 14 de julio de 2016.- Un soldado de la mision MINUSMA de Naciones, junto a un vehículo descarrilado tras la explosión de una bomba improvisada.

Kidal, norte de Malí, 14 de julio de 2016.- Un soldado de la mision MINUSMA de Naciones, junto a un vehículo descarrilado tras la explosión de una bomba improvisada.

Mario Saavedra

La misión más cara de Naciones Unidas (1.100 millones de euros cada año) y la más mortífera (300 cascos azules fallecidos en acto de servicio) va a terminar abruptamente. La Junta golpista de Malí ha decidido sacar a los cascos azules de la MINUSMA del país. El contingente está formado por 17.400 efectivos desplegados por todo el territorio de este Estado subsahariano azotado por el terrorismo yihadista, grupos rebeldes tuareg y la violencia de los mercenarios rusos de la Wagner. De aquí a finales de año, deben haber salido los 11.739 cascos azules, 1.600 policías y cerca de 4.000 civiles de la operación de paz.

El presidente maliense, Assimi Goita, acusa a los cascos azules de no ser lo suficientemente contundentes en la lucha contra el terrorismo. Hay demasiados remilgos y restricciones de derechos humanos. Prefiere la alianza con Rusia, que envía armas y material y soldados de fortuna.

Dejan puestos y bases militares que serán ocupadas por soldados de las Fuerzas Armadas malienses o por otros grupos de apoyo, como los soldados rusos. Las organizaciones humanitarias están dando la voz de alarma: se puede producir un caos total. 

“El Gobierno pedía que Naciones Unidas aplicara el capítulo siete del mandato de la misión, que obligaba a usar la fuerza contra los grupos armados. Querían que la MINUSMA se convirtiera en una suerte de fuerza antiterrorista”, explica desde Bamako (capital de Malí) Vianney Bisimwa, director para Sahel de la ONG de protección de civiles CIVIC. “¿Qué pasará ahora que se van? No hay un plan claro de transición de momento sobre quién ocupará ocupará las bases y puestos militares permanentes de Naciones Unidas”. El experto teme que se vaya a producir un “vacío”. “Si este 'gap' no se llena, hay un gran riesgo de que se produzca un incremento de ataques y aumente la preocupación de los civiles y la inestabilidad”. 

Para España la situación es clave. Malí está situada a 1.800 kilómetros de las costas canarias. La inseguridad de este país y los aledaños fomentan la ruta atlántica de migración irregular. Por eso España insistió en meter al Sahel en la estrategia de la OTAN de la próxima década.

Masacres y violaciones

La misión de Naciones Unidas en Malí se estableció por decisión del Consejo de Seguridad en abril de 2013. Acababa de comenzar una guerra total entre el Gobierno de este país subsahariano y grupos armados, muchos de corte yihadista y otros, tuaregs del norte.

En 2015, algunos de estos grupos firmaron el Acuerdo de Paz de Argelia. Pero la violencia continuó. Los intentos de construir una democracia en el país se fueron al garete. Hubo sendos golpes de Estado en 2020 y 2021. Rusia y China entraron en escena. La segunda, con inversiones. La primera, con el envío de formadores militares, armamento, logística… No tenían límites ni restricciones. Las denuncias de ejecuciones extrajudiciales o las violaciones como arma de guerra se extendieron por el país. En 2012, se produjo un choque diplomático entre Bamako y Nueva York que supondría el comienzo del declive de las relaciones del gobierno maliense con Naciones Unidas.

En mayo, ONU emitió un informe demoledor sobre la matanza de más de 500 personas en la ciudad de Moura, en el centro del país. Se apuntaba como responsable a las Fuerzas Armadas del Gobierno y a “militares extranjeros”. Informes adicionales de organizaciones como Human Rights Watch apuntan a que se trataba de soldados rusos. La "PMC" Wagner. Sitiaron la ciudad durante varios días en busca de yihadistas. Iban ejecutando a los hombres que se negaban a colaborar o que consideraban terroristas en pequeños grupos, hasta superar el medio millar. Fusilamientos, torturas y violaciones, según la ONU. Bamako había impedido a Naciones Unidas sobrevolar la zona para recabar pruebas, pero se usaron imágenes por satélite. La Junta militar lo calificó de “delito de espionaje”. Las relaciones se habían roto. De aquellos barros llegaron los lodos actuales.

Al mismo tiempo, el Gobierno maliense seguía cargando contra el otro contingente importante de fuerzas militares extranjeras que trataba de estabilizar el país: la Operación Barkhane dirigida por Francia. Habían muerto medio centenar de soldados franceses en ocho años de misión, además de más de setenta de la propia Malí o de Nigeria. Un soldado español también falleció en la operación. Tras los ataques continuados y la falta de éxitos sobre el terreno, Emmanuel Macron ordenó el verano pasado la retirada de esa fuerza militar clave. 

El 16 de junio de este año, el ministro de Exteriores de Malí dio un demoledor discurso ante el Consejo de Seguridad. La MINUSMO, dijo, no sólo había sido un “fracaso” sino que era “parte del problema” de la seguridad en el país. Pedía su “retirada sin más dilación”. El pasado viernes, el Consejo de Seguridad votó terminar con esta misión, tras una década en el país. Ahora, Gobierno y Naciones Unidas negocian cómo hacer la retirada. Son miles de soldados y policías, pero también helicópteros, vehículos blindados, armas… Serán unas semanas de intensas conversaciones que deben pergeñar un plan para sacar a todos los efectivos de aquí al 31 de diciembre de este año. Hay que decidir qué hacer con los proyectos humanitarios, desde UNICEF al programa de desarrollo de Naciones Unidas, explica Vianney Bisimwa. Entre otras cosas, quién les va a proteger cuando vayan de misión humanitaria a las zonas peligrosas del país.

La misión española en Malí

La salida de MINUSMA ahora y de los soldados franceses el año pasado, deja como única misión internacional en Malí la EUTM, la operación de formación de la Unión Europea en la que participa España. Pero no es misión de combate, y está reducida al mínimo esencial. Nuestro país mantiene en una base de Bamako a un contingente de 120 efectivos. Alemania ya ha anunciado que el año que viene sacará a sus soldados de la EUTM del país. Pero la EUTM puede tener los días contados. “La marcha de la MINUSMA nos complica la vida”, ha dicho el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, informa Europa Press. “Ahora nos tenemos que plantear qué hacemos nosotros”. 

Malí queda así en manos del Gobierno de la Junta militar apoyado por Rusia, entre otros. El ministro de Exteriores, Sergéi Lavrov, ha reiterado que seguirá ayudando al país. El presidente maliense viaja a finales de este mes a Moscú, en el marco de la cumbre Rusia-África. Y mientras la Junta se echa en brazos de Rusia, el inestable acuerdo de paz con algunos grupos del norte amenaza con saltar por los aires. El CSP-PSD, el movimiento político que une a los grupos rebeldesdel norte y que firmó el acuerdo de Argelia, ha expresado ante el embajador ruso su temor de que los mercenarios de Wagner hagan incursiones en el territorio que ellos controlan del norte. Además, acusan a Bamako de haber incumplido por completo su parte de los acuerdos, que incluía la integración de los 26.000 combatientes del CSP-PSD en las Fuerzas Armadas. El avispero del Sahel vuelve a agitarse, con Malí en el epicentro.