Siete grandes momentos en la tele de la princesa del pueblo

Belén Esteban ha pasado por varios programas y en todos ellos, de una manera u otra, ha dejado huella indeleble

Belén Esteban

Belén Esteban / Telecinco

Inés Álvarez

La princesa del pueblo (la patrona, como pide que la llamen ahora) ya tiene 50 años, y de ellos, casi la mitad ha estado dedicada a la tele. Entró en un medio para el que no estaba preparada a partir de sus apariciones en los programas del corazón, donde arrastraba su despecho hacia el torero Jesulín de Ubrique, que las había sumido, a ella y a su hija, en el abandono, convirtiéndola en protagonista de un culebrón que pronto logró el favor del público.

Esto, unido a su natural vehemencia, hizo que se cubriera una vacante que nunca había existido en ese tipo de programas. Y que ascendiera de colaboradora a presentadora de una manera casi orgánica. Su ausencia de filtros, su llaneza al hablar y su indisimulado y potenciado chonismo conectan con una parte de la audiencia y provoca el rechazo de la otra. Y eso engancha. Tanto a unos como a otros.

No es de extrañar, pues, que durante todos estos años de exposición diaria haya protagonizado miles de grandes momentos que son dignos de recordar. En esta página se explican solo siete de los más destacados.

Deslices y frases célebres

Se mueve por los platós como Pedro por su casa, pero a veces comete errores de principiante. Como cuando leyó en el teleprompter (el artilugio que pasa el texto a modo de chuleta) hasta las instrucciones. «Belén se acerca a la cámara»…. «Belén hace como que piensa». No obstante, los errores y meteduras de pata son la salsa de sus intervenciones. Como cuando se refirió a la virgen de su pueblo como la Virgen de la Riviera, en lugar de la Ribera (la Riviera es una famosa disco madrileña). También es autora de célebres frases como: «¡Yo por mi hija... MATO!», «¡Andreíta, cómete el pollo!» y «Ni que fuera yo Bin Laden» (sorprendida porque su vida personal ocupaba la actualidad).

Cuando le da por cantar y bailar

Belén se siente artista aunque lo del cante y del baile no sea lo suyo. Lo primero lo demostró sobradamente en su estancia en la casa de GH Vip 3. «El concierto me ha agotado», dijo tras lanzar gorgoritos a diestro y siniestro. Sus compañeros seguro que también estaban exhaustos. Su Despechá, de Rosalía, no tiene desperdicio. Y es que canta hasta cuando está afónica. El baile es otra de las virtudes que no se le contempla. En el talent Más que baile (2010) le puso todo el empeño, salero y morro del mundo y no lo hizo tan mal, pero cuando ganó, pasando por encima de la impecable Edurne, se escucharon como coro rumores de «tongo».

Su paso por ‘GH VIP 3’

Su participación en GH Vip 3 (2015), que ganó (pese a que demostró que no sabía convivir en un programa de convivencia y por eso tuvo que volver a escuchar eso de «tongo»), la expuso más que nunca. La adorada princesa del pueblo se mostró tan mandona y maquiavélica como llorona. Su imagen peligró. No obstante, se marcó un tanto al donar los 100.000 euros de premio a oenegés. Capítulo aparte merece el look de andar por casa que exhibió. Embutida en aquel pijama de leopardo morado (que, convertido en icono de la moda cañí, se agotó en los grandes almacenes donde lo compró), sin maquillar, pinzas en el pelo y desparramada y despatarrada en un sofá sin el más mínimo atisbo de glamur, fue carne de cañón para los memes.

El enfado con Jorge Javier Vázquez por el covid

La vehemencia y virulencia de sus afirmaciones en Sálvame han sido tan habituales como necesarias para alimentar al personaje. Sus primeros dardos fueron contra su ex y familia, pero han ido recibiendo todos. Cuando se dirigía a cámara, mirando fijamente a su hipotética víctima, se paraba España. Si entrecerraba los ojos parpadeando levemente y poniendo cara de póquer, iba a soltarla gorda. No obstante, un enfrentamiento de los más sonados fue con Jorge Javier Vázquez por la crisis del covid. Sus críticas a la gestión del Gobierno no gustaron al presentador y discutieron. Sellaron las paces con un saludo de codos que fue viral.

‘Et voilà’, mi nueva cara

En 2009 le llegó uno de sus grandes retos: dar las Campanadas. Para estar a punto se sometió a una operación estética que le cambió la cara. Y parecía que hasta la vida. La exclusiva se la dio a Lecturas, pero a los dos días, con media España aún buscándole parecidos con Paris Hilton o Lara Dibildos, se presentó en Sálvame a bordo de una limusina y enfundada en un favorecedor vestido negro para que la entrevistara Jorge Javier. Contó muchas cosas, aunque los espectadores solo se fijaban en el trabajo del cirujano. Por cierto, esas Campanadas lograron una de las mejores audiencias de una cadena privada hasta el momento.

Cenando con el enemigo

En La última cena, el programa que montó Telecinco en 2020 que reunía a famosos alrededor de una mesa (quizá retirando los cuchillos, por si acaso), la emparejaron con J.J. Vázquez, el presentador, se supone que sin saberlo. Al descubrirlo, soltó: «¿Y, entonces, quién presenta?». Recuperada de la sorpresa, puso todo su empeño en ganarles a sus compañeros/enemigos (depende del guion de ese día) de Sálvame. Casualmente, la pillaron llamando a su pareja para decirle: «Cuando vayas a casa, llévame un montadito de calamares, porque hoy no ceno», tras probar el plato de María Patiño y Chelo García Cortés. También esta vez ganó.

Una incultura que hace gracia

Exhibe su falta de cultura con desfachatez y gracia. Como cuando dijo en Sálvame: «La Edad Media es hasta que los seres humanos hacen la escritura (...). Hay tres partes: Paleolítico, Neolítico…». «Háblame de la moderna», le inquirió J. J. Váquez. «Esa está muy bien, porque es en la que vivimos». «¿Y la contemporánea?». «Lo que viene. ¿O lo que ya ha pasado?». «¿Un monumento de la Edad Media?». «El acueducto de Segovia». También se vanagloria de no saber papa de inglés. Suelta «Guot tain yu sin?» (pretende ser What time is it’?) sin sonrojo. Pero en los aeropuertos norteamericanos la entienden. Por algo es la princesa del pueblo. Perdón, la patrona.

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