Reto doble en Barcelona

El Tenerife busca quebrar su sequía histórica ante el Espanyol, al que nunca ganó a domicilio, y vencer fuera del Heliodoro por primera vez en un aciago 2024 l> Casi sin alicientes, el objetivo del club es no desangrarse

Remate de Roberto López.

Remate de Roberto López. / María Pisaca

Manoj Daswani

Manoj Daswani

Cuando el Tenerife doblegó al Espanyol en septiembre ante un Heliodoro entregado y en el triunfo más celebrado de toda la temporada, nadie podía imaginar entonces que una vuelta después, en el momento de devolver la visita al conjunto perico, el representativo iba a estar en un estado de absoluta calamidad clasificatoria, sin opciones siquiera remotas de alcanzar la sexta plaza y condenado a una intrascendencia que duele.

Hoy se enfrenta a un adversario renacido tras su segundo relevo en el banquillo y reforzado por haber comenzado esta tercera etapa (la de Manolo González, proveniente del filial) con un balsámico 0-1 en La Romareda. Así que rugirá el Stage Front Stadium, que parecía estar de uñas con Ramis y ha recibido el cambio de timón como un chute de adrenalina.

Para el Tenerife hay pocos alicientes: el propósito de cerrar cuanto antes la salvación matemática, objetivo de mínimos para una temporada paupérrima; quebrar su histórica mala racha contra un rival que se le atraviesa a domicilio (cero victorias contra el Espnayol en todos los estadios donde se le ha visitado) y, de paso, conquistar un a victoria fuera de casa que se resiste para los de Asier desde noviembre del año pasado.

El equipo recupera a Luismi Cruz, que apunta a titular en un contexto donde aparecen nuevas alternativas. Garitano ha rescatado para la causa a Álvaro Romero, que dejó buenos destellos ante el Huesca; y podría dar minutos también a Ángel, condenado a un ostracismo inexplicable a lo largo de las últimas semanas y que aspira a hallar hoy la titularidad que se le niega ante un rival que también le quiso. Los ensayos, sin embargo, apuntan a que repetirá Enric.

El Espanyol era la otra opción para el ahora defenestrado ariete lagunero en el momento que decidió volver a casa, cual hijo pródigo, sin saber que le esperaba un auténtico vía crucis. En su mismo estado de ánimo –entre la apatía y el hastío– vive el tinerfeñismo, desconectado de un proyecto que solo aspira a no ensuciar todavía más este insípido final de temporada. En un momento donde el calendario se empina (luego hay que visitar al Zaragoza y recibir al Eibar), no quiere complicaciones el Tenerife, que vive una dicotomía: mientras en sus despachos ya se planifica el futuro, en el verde se buscan los puntos necesarios para sumar los 50 cuanto antes. El peligro no es el descenso, sino desangrarse y empañar todavía más desenlace huérfano de entusiasmo.

Las ausencias condicionarán a ambos entrenadores. Manolo González pierde a su pichichi Braithwaite, a Brian Oliván y previsiblemente también a Rubén Sánchez. En cuanto a Garitano, los entrenamientos de la semana han testado que no anda fino Álvaro Romero, una de las esperanzas del mercado invernal; y además son seguras las bajas de Fer Medrano, Álvaro Jiménez y Aitor Sanz. Bajo mínimos de ilusión, al Tenerife le sostiene el orgullo y la esperanza de reivindicarse en un partido con forma de escaparate. Sin fútbol de Primera y con todos los focos en Cornellá-El Prat, el escenario y el rival suponen para el representativo un extra de motivación. Que buena falta le hace.

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