El partido que jugó ayer el Tenerife en La Romareda, con triunfo del Zaragoza por 1-0, será recordado por la sorprendente decisión de Moreno Aragón de ordenar la repetición de un saque de esquina que había terminado con un gol de Pomares. Con el balón en el fondo de la portería local, el árbitro levantó el brazo, dirigiéndose al lugar en el que había rematado el autor del tanto, e hizo sonar su silbato. La conclusión fue que había pitado falta en ataque por un forcejeo de Pomares con un defensa. Lo que nadie supo explicar más tarde, ni Luis Miguel Ramis ni el capitán Aitor Sanz, que llegaron a hablar con Moreno Aragón, fue el motivo de la repetición del córner con la jugada ya finalizada.

Si había visto una falta previa, ¿por qué permitió que Vada pusiera el balón en juego desde la esquina? ¿Por qué esperó tanto? ¿Fue un córner anulado? ¿Un gol anulado? ¿Las dos cosas? Son preguntas que, seguramente, siguieron planteándose los técnicos y los jugadores del Tenerife durante la tarde y que continuarán sin una respuesta convincente. Y como se supone que todo influye, Ramis explicó tras el partido que sus futbolistas regresaron al campo revolucionados tras el descanso por lo ocurrido en el primer tiempo.

Un factor a tener en cuenta que, en cualquier caso, tampoco debió representar un obstáculo tan alto para que el Tenerife se quedara sin sumar, al menos, un punto; desenlace que tampoco habría sido injusto, dado que, en líneas generales, el de ayer fue un partido de empate, parejo en el primer tiempo y mejor jugado por los de Juan Ignacio Martínez en el segundo.

Los blanquiazules, ayer de negro, tuvieron por delante 70 minutos para evitar la derrota. Y exceptuando la respuesta mostrada en una reacción inicial, en la que se incluyó la polémica jugada, reunió pocos argumentos para acercarse a la igualada. No hay manera de que remonte. No lo ha hecho en toda la temporada, ni con Fran Fernández ni ahora con Ramis.

Como punto de partida, el técnico tarraconense optó por realizar cinco cambios en la alineación respecto a la de la jornada pasada, la del 3-1 al Alcorcón. Entraron Sipcic, Pomares, Aitor Sanz, Valera –titular por primera vez– y Bermejo, y salieron Alberto, Álex Muñoz, Ramón Folch, Nono y Apeh.

Si la intención, al menos en ataque, era la de hacer daño con transiciones rápidas, apenas se notó. Pero no por una mala elección de la fórmula, sino por el desarrollo de un partido que avanzó con un ritmo muy lento, con los dos equipos, sobre todo el local, centrados en no cometer errores y sin problemas en no arriesgar. La posesión del balón iba por tramos, pero sin que se tradujera en ocasiones de gol, ni siquiera en llegadas con algo de peligro. Ni de unos ni de otros. Zapater lanzó una falta que atajó Dani (2’), Carlos Ruiz batió a Cristian en fuera de juego (6’) finalizando una acción de estrategia a tres bandas...

Más imprecisiones que fluidez en el arranque, un Zaragoza demasiado largo, poniendo como prioridad la obsesión de no propiciar contragolpes. En teoría, era un escenario que favorecía a un Tenerife sin los agobios clasificatorios de su adversario. Los de Ramis no sufrían. La presión en el bloque medio y las ayudas funcionaban sin fisuras. Un equipo ordenado, bien colocado, con laterales profundos para crear superioridad en ataque. Era cuestión de madurar el partido, como otras veces. Paciencia.

Y al fin, Valera sacudió el encuentro colándose en el área por el lado izquierdo tras un pase de Pomares, pero su centro –o su disparo– no fue cazado por un Fran Sol vigilado por Francés y Jair. A continuación, Aitor se animó con un tiro a media distancia. El Tenerife empezaba a ganar terreno.

Pero cuando mejores señales empezaban a mostrar los de Ramis y el Zaragoza parecía cada vez más espeso, Bermejo –el local– rompió por la derecha y le puso a Alegría un centro perfecto para que el delantero marcara su primer gol con el equipo aragonés. El descuido de los centrales facilitó un remate de cabeza ante el que Dani no pudo hacer nada (20’).

La reacción fue inmediata. Tras un tímido intento de Pomares peinando el balón, llegó el momento del polémico gol anulado. En el segundo córner de esa jugada, el Tenerife rozó el empate con tres disparos dentro del área, dos de Pomares y uno de Bermejo. Faltó puntería, sobraron piernas de defensores locales. Pero la ola bajó pronto, justo después de una caída de Sol en el área en la que el Tenerife pidió penalti. No hizo falta la revisión del VAR. Poco a poco, el partido se fue acercando a la orilla del intermedio sin más sobresaltos para el Real Zaragoza.

1-0, enfado por la extraña decisión del árbitro, sensación de que el rival no estaba siendo superior... Y 45 minutos más para mejorar en fluidez y encontrar el camino hacia el gol. Sobre todo, eso. El partido no estaba perdido, ni mucho menos. Pero el Tenerife no llegó a completar el segundo tiempo esperado. Probablemente, la decisión de JIM de adelantar la presión tuvo algo que ver. Obligó a los insulares a jugar en largo, a perder demasiados balones. Sol quedó aún más desconectado. La solución tenía el nombre de Shashoua, ideal para tal atasco. El inglés entró y se hizo notar con un par de acciones individuales, entre ellas, un remate desde fuera del área. Entretanto, el Zaragoza aguardaba el instante de dar otro zarpazo. Y estuvo cerca de marcar con cabezazo de Nieto (78’) que tuvo como respuesta un paradón de Dani.

Al Tenerife se le agotaba el tiempo. Lo consumió con más imprecisiones que aciertos, demasiado precipitado. El ataque en estático no es su fuerte; nada que ver con su contragolpe. Así, el Zaragoza no pasó grandes apuros para ganar un partido que le deja al Tenerife una coartada, pero en el que se quedó corto en la reacción.