Dani Hernández y Adrián Ortolá (extraña suplencia la suya ayer) han mantenido al Tenerife imbatido casi seis partidos. Entre el gol de Borja Sánchez en el Carlos Tartiere -el cuarto del Oviedo aquel día (4-2)- y el de tacón de Fer Niño pasaron 570 minutos.

El Tenerife sale de la Copa del Rey con una mezcla de sensaciones. No tan intensas como las del año pasado en aquella épica noche frente al Athletic de Bilbao, pero el golpe de ayer, que ya era inesperado cuando llegó, sí deja un poso de orgullo y no poco desconsuelo después de caer ante uno de los mejores equipos de Primera División, y tras haberle competido en cierto modo de igual a igual. Sin embargo, este tipo de menciones meritorias que se adjudican al perdedor que lucha en una manifiesta inferioridad de condiciones, encierran el riesgo de desenfocar la realidad de las cosas.

El equipo de Ramis, aplicado, bien puesto en el campo y con una idea clara del camino por el que se siente capaz de transitar para sacar resultados, sigue carente de otras virtudes en la segunda mitad del campo, en concreto cuando trata de desarrollar el fútbol de transición hacia adelante. Lógico, porque jugar así, replegado, cediendo balón y terreno a los rivales no ha sido una consecuencia de la apuesta que se hizo cuando se confeccionó esta plantilla. Ramis ha cerrado al equipo como estrategia de contención en vista que compitiendo de otra manera el Tenerife es deficitario. Lo que ahora nos parece una virtud, esa defensa colectiva tan organizada, fue potenciada en esta eliminatoria por la primacía del Villarreal con la pelota, pero no deja de ser un atajo para simplificar las cosas a mitad de temporada, cuando realmente no se encontraba otra forma de remolcar a un plantel confundido. Estamos en pleno mercado de fichajes. Es el momento de ver más allá en la lectura de estas 6 buenas actuaciones, todas ellas muy meritorias, pero al mismo tiempo también cargadas de matices (el nivel de los rivales o el papel decisivo de los dos porteros en momentos clave...).

El replanteamiento.

El Tenerife ha progresado en estos dos meses de forma ostensible. Lo ha hecho concretando una idea sobre la que tiene ahora la oportunidad de añadir recursos más desequilibrantes, porque entre su ejercicio defensivo colectivo, que ya da resultados evidentes, y la capacidad de Fran Sol para rematar en el área, hay un espacio de mejora, el que permitiría unir las dos mitades del equipo, justo ese que explotó de forma admirable Carlos Pomares en la ocasión que pudo haber decantado la eliminatoria. Hablamos entonces de un jugador tipo que ya fue objetivo en verano con otra idea futbolística: alguien como el frustrado Stoichkov.

Quedan dos semanas de mercado para completar un necesario replanteamiento de equipo con el que encarar la segunda vuelta entera, ya sin la distracción de la Copa. La obra de Ramis sobrevive, pero necesita otras cosas.