El mejor Tenerife de la temporada se vio sobre el césped del Estadio de Gran Canaria. Fue muy superior al rival en la primera parte y, después de la desgracia, también. Aunque se notara menos porque el rival, ya con viento a favor, se dedicó a defenderse y no lo hizo del todo mal. Pero no pudo recuperarse del shock que supuso la cantada histórica de Adrián Ortolá.

El portero alicantino jamás olvidará este día. Venía rebotado un centro de la espalda de un compañero suyo. Sí, era un balón difícil y quiso enviarlo a córner. Pero increíblemente se perfiló hacia su propia portería, no golpeó bien el balón y convirtió la acción en un autogol que dará la vuelta a España y, como se decía antes, parte del extranjero.

El más fastidiado de ayer sería el meta blanquiazul. Seguro. Pero no es menos cierto que sus compañeros tuvieron 42 minutos para arreglarlo y no lo lograron. Las Palmas, poca cosa hasta entonces, se sacó la lotería sin comprar el décimo. Y luego lo conservó como oro en paño. Victoria en el derbi, la primera desde 2014 para el bando amarillo. La primera de Pepe Mel en un duelo de rivalidad canaria, aunque a él le parezca que es mejor el sevillano.

Pero la historia comienza mucho antes. Las redes sociales trataron de cubrir en las horas previas la ausencia de ambiente. Los jugadores saludaron casi cada interacción de los aficionados. En especial Suso Santana. Exjugadores blanquiazules como Luis Milla, José Naranjo, Luismi Loro y el extécnico Joseba Etxeberria desearon suerte al Tenerife.

Pero entrar al Estadio de Gran Canaria con los aledaños vacíos, sin ruido ni amarillo. Saltar al césped a calentar media hora antes y que no se distinguiera claramente un sector pintado de blanquiazul devolvía a todos a la realidad. Como a los periodistas, con tanta limitación para hacer su trabajo en estos tiempos del Covid-19, acostumbrados a grandes despliegues en las horas previas al clásico.

Todo era distinto. Pero llegó el silbido inicial de Arcediano Monescillo, el árbitro que más partidos ha dirigido en Segunda (207) y hermano del triunfito Jesús de Manuel. Natural del mismo pueblo que José Antonio Culebras y con una evolución que debía garantizar su capacidad para enfrentarse a duelos así. ¡Quién lo diría con su interpretación del VAR! Y eso que, no nos engañemos, los más felices de este fútbol a puerta vacía son los árbitros. Y sus familias, ahora solo nombradas por vía telemática. Pero ni la ausencia de presión impidió al trencilla soltar ese ligero tufo a paloma, expresión que se usaba antaño para los de arbitrajes caseros.

En esas, empezó a volar el balón amarillo que LaLiga reserva para los derbis. Y escribo volar porque no se empeñaron mucho Las Palmas y Tenerife en que fuera besando el césped durante mucho tiempo. Pepe Mel estuvo más inquieto desde el arranque. No le gustaba lo que veía. A Fran Fernández, algo más. Pero la tensión del partido le impedía sentarse a disfrutar del buen despliegue de los suyos. El entrenador blanquiazul número 33 no para. El área técnica, pintada porque algo había que hacer en esa zona, se le queda pequeña. Quizás por lo de la distancia social, los cuartos árbitros ahora dejan hacer. Ya no son el cuñado pesado en las chuletadas que te dice cómo tienes que manejar el fogón y cuándo poner o sacar la carne.

Que Las Palmas ganaba en presencia canaria se sabía. Pero igualó el Tenerife con Suso empujando y gente canchera como Zarfino, Nono o Fran Sol al frente de la infantería. El primer susto para los amarillos, un posible penalti que descarta rápidamente el VAR en el minuto 10. Sobresaltos en las casas, arde el whatsapp para comentar en los grupos el partido y ya no digamos las redes sociales con los más exhaltados.

En el palco, mascarillas y silencios. Como en el resto del estadio. Aunque ellos, privilegiados, sí están allí. El presidente del Gobierno de Canarias, natural de Arucas, guarda la compostura. Equidistancia toca. Ramírez y Concepción ponen cara de póquer, pero al visitante se le escapa alguna sonrisa antes del descanso. Se juega a lo que quieren los blanquiazules, a los que parece haberles sentado la equipación a rayas porque parecen otro equipo. Muy concentrados, intensos, con las ayudas cerca y sabiendo que el daño se le hace en los costados a Las Palmas. Por ahí generan Nono y Vada la segunda acción polémica: un penalti por mano de Fabio que pita Arcediano. Se entrometió Iglesias Villanueva, que le invitó a ver la acción repetida y el castellano-manchego corrigió la decisión inicial cuando Suso ya tenía el balón en las manos.

Cuando los jugadores de uno y otro equipo se encaminaban hacia el vestuario al descanso no podían ni imaginarse lo que sucedería después. Tras la cantada, el shock y los cambios. Reaccionó el Tenerife y la tuvo Jorge, pero emergió gigante la figura de Valles para hacer más daño con la comparación. Ganó Las Palmas. Casi sin tirar a puerta. Casi sin creérselo. Pero en las estadísticas ya cuenta.