“Un día un compañero de colegio llevó unas zapatillas increíbles; fue como un flechazo”. Eran las Nike Air Jordan 6, y el joven prendado Emilio Cobos. Gracias a ese idilio surgido en 1991, hoy este madrileño está considerado como uno de los fotógrafos de baloncesto más prestigios. Y desde hace dos años forma parte del Lenovo Tenerife.

“A mí el baloncesto apenas me gustaba, pero me compraba la revista Gigantes porque era la única manera en ese entonces de ver las zapatillas”. Así lo reconoce Emilio Cobos (Madrid, 1977) en cuya mente “siempre estuvo ser director de cine o realizador de televisión”. Sin embargo, tras el bachillerato, las prácticas de un ciclo formativo lo llevaron a la publicación por excelencia en España dentro del mundo de la canasta. “Surgió esa posibilidad, luego me quedé sustituyendo en verano y finalmente conseguí un hueco en plantilla durante casi 10 años”. Así recuerda Cobos el inicio, casi sin querer, de su encauzamiento hacia el basket.

Después de dos años en la Federación Española, Emilio, ya con una notable experiencia, decide hacerse freelance y aprovechar “los contactos que había hecho” a lo largo de esos comienzos. De esta forma, y al margen de seguir colaborando con Gigantes, Cobos empezó a dejar su impronta en competiciones como la ACB -con la que estos días cumple su decimoquinta Copa del Rey- y la Euroliga, medios como el Marca y el As, y firmas deportivas de primer nivel caso de Adidas, Nike y Red Bull. “Ahí ya empecé a hacer de todo, desde fútbol, que era lo que menos me atraía, ciclismo, tenis, balonmano...”, comenta, admitiendo que es este último deporte el que “más” le ha “gustado fotografiar por ser muy dinámico y rápido”.

Emilio, sin embargo, ya tenía labrado un prestigio en el mundo del basket, hasta el punto de que se le abrieron las puertas de la NBA. Incluso, con la posibilidad de empezar a trabajar para los City Thunders en Oklahoma. Solo una oferta que “no compensaba” dejar atrás a la familia lo persuadió de meterse de lleno en esa competición que ya idolatraba. El mejor escaparate para apreciar como los jugadores lucían los últimos modelos de esos tenis deportivos que tanto amaba.

En estos últimos años, Cobos es el fotógrafo de referencia cada vez que la mejor liga del mundo organiza algún evento en España. Pero el madrileño puede presumir de conocer por dentro la NBA desde mucho antes gracias a su periplo en Gigantes. “He estado en partidos de liga regular, playoff, Finales, los dos últimos All Stars de Michael Jordan, el inicio de Pau Gasol en los Grizzlies...”, enumera Emilio, al que no se le podrá olvidar su primera experiencia norteamericana. “Fue solo unos días después de los atentados del 11S y pasé bastante miedo. Me ocurrió de todo porque ya en el aeropuerto me pararon por culpa de un transformador de hierro que llevaba. Un militar me llegó a apuntar con un arma... Por si no fuera poco, el ordenador con el que enviaba las fotos a España se rompió y solo pude transmitir dos”, recuerda Emilio sobre aquella enriquecedora y a la vez desquiciante experiencia.

Con colaboraciones puntuales con equipos como el Estudiantes y el Fuenlabrada, hace un par de años Emilio decide fijar su residencia en Tenerife, el lugar de origen de su mujer. Y tanto el fotógrafo como el Lenovo decidieron que era una ocasión ideal para unir sus caminos. “Es la primera vez que me meto en el día a día de club, aunque con la experiencia que tengo en diversos eventos sé cómo funciona por dentro un equipo y creo que puedo ayudarles a que tengan más visibilidad y a crecer”, explica Cobos, que al margen de inmortalizar al conjunto aurinegro en los partidos igualmente se encarga de “gestionar archivos, tener contacto con los jugadores, ayudar en redes sociales y hacer algo de vídeo”.

Emilio ha superado ya las dos décadas fotografiando baloncesto al más alto nivel. Un lujo para cualquier amante del mundo de la canasta. Sin embargo, sus sentimientos no han cambiado. “Me siguen gustando más las zapatillas que el basket”, expresa sin rubor antes de ratificar su afirmación con un ejemplo de su día a día. “Cuando veo a una persona lo primero que hago es mirarle a los pies. Incluso tuve una época muy mala en la que veía una foto y por los pies sabía qué jugador y qué año era”, comenta.

Es tal vez por ese amor al calzado deportivo, por lo que Cobos considera casi un sacrilegio cuando una acción queda inmortalizada sin ser de cuerpo entero. “El problema de las fotos horizontales se crea por el lenguaje web. El baloncesto es un deporte al que juegan tíos de dos metros que lanzan a una canasta que está a 3,05 del suelo. Su lenguaje es vertical. Pero con el diseño web el fotógrafo se ha tenido que adaptar, no queda otra que acostumbrarse, aunque yo intento no cortarles”, argumenta con cierta resignación el fotógrafo del CB Canarias. Una norma no escrita que Emilio, seguramente, no le importaría saltarse por alto en esta Copa del Rey con tal de retratar el sueño convertido en realidad para el Lenovo Tenerife. El de hoy doblegando al Madrid, y el de mañana levantando el título de campeón.

Jordan y Garbajosa, sus fotos favoritas

Su inagotable pasión por el mundo de los tenis deportivos no quita que Cobos mantenga sus ansias de aprendizaje y superación profesionales a la hora de captar imágenes. Básicamente, porque más que “saberse las cuatro reglas elementales de técnica e iluminación, es clave conocer el deporte y a sus protagonistas para intuir lo que van a hacer”. “No puedo pensar en que he hecho mi mejor foto porque me da la sensación de que ya he terminado mi carrera, y creo que siempre se puede mejorar”, comenta, aunque no esconde que su imagen predilecta es una que le hizo a Michael Jordan en el All Star de Philadelphia. “Entré en donde estaba dando una rueda de prensa y lo primero que me impactó fue oír en vivo esa voz que había escuchado tantas veces en televisión; teniéndolo a solo un par de metros, fue lo más impresionante y emocionante que me podía pasar”, rememora con cierta añoranza.

También está entre sus predilectas la ya mítica imagen de Garbajosa abrazando el título de ACB conquistado por el Unicaja en 2006. “Le seguí en el vestuario hasta las duchas sin que me viera, le hice la foto y me marché. En ese momento no pensaba, pero cuando salí me empezaron a temblar las piernas porque sabía que tenía una foto única”, relata Emilio sobre una situación en la que la cámara ejerce de parapeto. “Te sirve de escudo, ya que cuando cuando estas haciendo las fotos aíslas las emociones y solo luego es cuando te das cuenta de que has hecho fotos muy importantes”, añade al respecto.