ANÁLISIS

Manolo Yanes, Hortus Hesperidum

Manolo Yanes expone un políptico, donde el canto y el mito se fusionan, en la Delegación del Gobierno de Canarias de Madrid

| e.d.

| e.d. / Guillermo de Jorge

Guillermo de Jorge

Manolo Yanes, Santa Cruz de Tenerife, es un artista plástico que se caracteriza por su arte figurativo y simbólico, que enraíza con la tradición pictórica, con la mitología y con la modernidad. Unas pinturas y dibujos que toman vida al calor del acrílico o de las diferentes texturas tonales que adquieren a través de los lápices, pero siempre en busca de la luz. Manolo Yanes es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna, Tenerife y perfeccionó sus estudios de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes, de Santa Cruz de Tenerife. Desde principios de los años ochenta vive y trabaja a caballo entre Francia y España. Su trayectoria artística ha estado siempre marcada por la excelencia, la búsqueda continua fundamentalmente del ser humano y también de la naturaleza. La perfección y la delicadeza en el acabado de sus trabajos han hecho en su obra su seña de identidad. Concibe su mundo poético interior como una estructura material y otra inmaterial, tal y como defendían los clásicos, al afirmar que el ser humano estaba constituido por el cuerpo y el alma. Sin embargo, Manolo Yanes nos reconcilia también con la mitología y el lenguaje, atravesando más allá los márgenes impuestos por nuestro subconsciente, afrontando el mundo inteligible y otro, mucho más sensible. La obra de Manolo Yanes ha sido expuesta con carácter nacional e internacional, en exposiciones individuales y colectivas, en Ferias o Simposios de Arte en España, Francia, Bélgica, Holanda, Italia y Estados Unidos.

Desde el 12 de abril hasta el 19 mayo tendremos la oportunidad de disfrutar de la última muestra del pintor canario Manolo Yanes, Hortus Hesperidum, en la Delegación del Gobierno de Canarias, en Madrid.

Hortus Hesperidum es un políptico donde el canto y el mito se unen, donde el autor hace acaecer a las crisálidas sobre la tarde, en este tiempo tan nuestro, donde sólo nos pertenece, en tanto en cuanto, es la tierra quien nos llama. Manolo Yanes, en plena madurez artística, asume el reto de recrear la hazaña heroica del origen de las islas y todo aquello que lo identifica como tal. Así, Manolo Yanes da vida al soplo de los alisios sobre nuestros núbiles pechos, como si de un copo de nieve se tratase, como si apenas asaltar sobre los infinitos páramos de nuestro cuerpo quisiese, mientras la memoria proclama lluvia sobre nuestros párpados. Es el momento, advierte el artista –lo sabe–, de faunos y de ninfas, de cazadores furtivos que evocan las constelaciones celestes que se desatan sobre nuestras bocas. Es hora de la tentación del cuerpo de Cristo, de la liturgia de la carne y del vino. El último desafío del héroe que derramará la sangre del Edén; la tragedia, acaso; la tormenta, apenas; el rubor de la lava convertido en los pájaros aciagos que beben sobre la tarde a solas.

El artista persiste en el dolor, a pesar de Atlas, eterno. Sabe que somos islas varadas a la intemperie, como en un jardín, donde es el caos y el abismo el orden natural de las cosas. Así blande el pincel Manolo Yanes, bajo la corpórea luz del despertar, hacia un mundo lejano que sobre el aire agita, con la roca sola fuertemente escorada hacia las costillas, mientras salimos al encuentro de unos labios, al borde del cielo, al fin; o, bien, tranquilos nos retorcemos como un terrible lamento entre las sienes, húmedos, al fin, huyendo de las tórridas luces del día; cansados, trémulos, al fin, de un mundo que se resiste en morir.

En Hortus Hesperidum observamos cómo levantadas ya todas las piedras sobre las islas, si acaso sin nosotros; embestidos los cuerpos, con los ojos acribillados después de la tormenta, un territorio destruido se erige sobre los viejos muelles de la memoria, vuelve a resurgir, permaneciendo sólo si hemos sido capaces de sobrevivir.

Éste es el jardín de las Hespérides que ha soñado y al que ha dado forma entre sus manos Manolo Yanes, imágenes precisas que estallan en el políptico, que se agitan sobre el océano clamando la lava derramada de sus guardianes, para mantener el equilibrio del principio de un universo o, al menos, el descubrimiento de un lugar sagrado. A él nos encomienda el autor que, con su sutil pincelada, nos acerca al mito, a las criaturas signadas por los dioses, a la irremediable fugacidad de la belleza de los cuerpos y de su luz. Desde los lejanos valles de basalto donde emergen con ojos de tigre y los cuernos de ciervo hacia la voluntad del ser por transcender la materia, por encomendarse a un dios guanche que agita triunfal sus pulmones, como Ícaro al intentar acariciar la cúpula celeste. Ser, por una vez, el centinela que advierte la llegada de los últimos soldados de Mythra.

Hortus Hesperidum invita al espectador a experimentar un nuevo lenguaje, donde el autor nos convida a deleitarnos como un niño que duerme sobre los brazos de un dragón –así sean los dados–, mientras huyen los pájaros y las sombras sobre las columnas de Apolo, mientras se alzan las palmeras y los rojos tajinastes desde el vientre de esta tierra prometida hasta llegar a la redención, a la ofrenda, al pecado. Sea pues el último desafío de los héroes, a los que nos encomienda Manolo Yanes, quienes derramen la divina gracia del Edén, sean pues los amantes de Ovidio quienes adviertan las grietas del mar y decidan nuestros designios al borde de su fe.

La Delegación del Gobierno de Canarias, con sede en Madrid, será el inmejorable marco para exponer, desde el día 12 de abril hasta el 19 de mayo, la última muestra del pintor tinerfeño Manolo Yanes, Hortus Hesperidum.

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