Entrevista | Cristina Martínez Psicóloga / Autora del Libro ‘Ser feliz es urgente’

«La pandemia no creó buenas personas, pero sí reforzó a las que ya lo eran»

Cristina Martínez (1980, Barcelona). | | XAVI GARCÍA

Cristina Martínez (1980, Barcelona). | | XAVI GARCÍA / Jorge Dávila

Jorge Dávila

Hace unos días presentó ‘Ser feliz es urgente’ (Planeta), un libro en el que la doctora en psicología Cristina Martínez (1980, Barcelona) explora las vías para alcanzar un estado de bienestar al que no se accede de forma casual. «Para encontrar esa estabilidad emocional hay que entrenar mucho», remarca una profesional que subraya que «todos podemos tratar de conseguir nuestra mejor versión».

¿Quién es Carla?

Es el punto de partida de este libro... El objetivo de utilizar a un personaje para impulsar la ficción y que la historia circule a su alrededor es guiar a los lectores en el uso de unas herramientas psicológicas que puedan mejorar sus vidas.

¿Cómo?

Buscando cambios en todo lo que es la autoadministración de su propio bienestar, autoestima y una gestión adecuada de las emociones: transformar sus vidas en base a decisiones personales.

Es un personaje que parece feliz, pero al que le faltan cosas para llegar a esa plenitud.

Yo creo que todos/as nos podemos ver reflejados con el rol de Carla... Las personas más afortunadas, las que tienen cubiertas las necesidades más básicas, no siempre son capaces de llegar a la felicidad plena que todos queremos pero que no materializamos por distintas causas.

¿Ser feliz es urgente suena a deseo de año nuevo?

La felicidad es un objetivo factible, pero difícil de conseguir... Para lograrlo necesitamos un compromiso y coraje a la hora de mirar a nuestro interior para cambiar las cosas que no marchan bien. El que quiera voltear su vida como un calcetín debe tener disciplina, ser valiente en la toma de decisiones y salir de su zona de confort.

Lo que está tratando de explicar es que buscar la felicidad duele, ¿no?

Más o menos... No todo el mundo está dispuesto a hacer esfuerzos para modificar su vida. Lo importante es fijarse unas metas próximas, no caer en lo abstracto e ir en busca de fines complicados que todos sabemos de antemano que no vamos a poder cumplir porque están repletos de complejidades.

Vamos, que esto no es tan fácil como decir: «yo quiero ser feliz».

No lo es [silencio]... Cuando nos fijamos un reto difuso y complicado es relativamente sencillo perdernos en el camino... Por eso es importante concretar y definir de manera individual qué tipo de felicidad se busca. Esa es una lucha personal que, solo en algunos casos, se puede apuntalar con asesoramiento profesional... Sobre todo, cuando en tu cabeza suena una alarma que te advierte que algo no marcha bien.

¿Muchos de esos expertos creen que el éxito personal depende en un 80% de la inteligencia emocional?

El problema no es calcular si es un porcentaje tan alto o no sino saber identificar que no todo el mundo es capaz de invertir en esa inteligencia emocional de la manera más adecuada. Esas habilitadades se entrenan con el objetivo de mejorarlas, pero no todas las personas dedican un tiempo extra en lograrlo. Si no conocemos cómo funcionan los pilares de la inteligencia emocional es muy difícil trabajar con ellos. La clave está en la autoregulación de todas las emociones que envuelven nuestras vidas.

¿Ser inteligente no es sinónimo de felicidad?

Tener un coeficiente intelectual muy alto no tiene nada que ver con la inteligencia emocional porque eso es un valor cognitivo. Una persona puede alcanzar su mejor versión si trabaja aspectos como el autoconocimiento, la automotivación, la autoregulación emocional y, por supuesto, la empatía.

¿La clave es saber escoger un buen estado de ánimo?

Más que elegir un estado de ánimo, lo importante es saber responsabilizarnos de nuestros estados emocionales y no poner la mirada sobre los demás como culpables de una situación que he originado yo... Uno de los fallos más repetidos es buscar culpables externos a los problemas de ansiedad, egoísmo o estados de ánimo tristes que son personales. Si somos capaces de ver y, sobre todo, actuar ante esos episodios de vergüenza, culpa y rabia podremos dar forma a emociones agradables. Culpar a una madre, a un amigo al jefe o a la persona que tienes a tu lado de un problema que he creado yo siempre es más sencillo que reconocer que he metido la pata: recular es un ejercicio complejo.

¿Qué sucede cuando llega un colapso emocional?

Entonces toca resetear, es el momento de parar y reflexionar sobre nuestro estado. Ese análisis en profundidad, en el que hay que ver cómo estoy en el trabajo y en casa, es el que nos va a posibilitar dar un paso hacia delante. El hacer creer que aquí no está pasando nada es la peor solución que se puede tomar cuando tienes un problema.

Cuando escribe que todo esto es como el taxi que le lleva al lugar que ha pedido un cliente ¿tiene en cuenta la parte mala de esa historia?

¿Cuál es esa parte mala?

Que ese taxi, a veces, le puede llevar a un lugar desagradable...

Sí, hay días en los que vas al sitio que toca ir... Esos destinos poco apetecibles están en nuestras vidas y si no pasamos por ellos no vamos a entender por qué las cosas ocurren de una manera y no de otra... Lo que no tiene demasiado sentido es que una persona quiera ir a París y se marche en dirección a Lisboa. Lo que le acabo de decir parece una obviedad, pero hay muchas personas que son incapaces de centrar sus vidas porque cometen fallos desde la línea de salida.

¿El concepto de resiliencia, o el arte de rehacerse, ha cambiado tras los episodios más duros de la crisis del confinamiento?

Ese es un debate muy interesante porque nos queremos autoconvencer que esa crisis nos hizo mejorar como seres humanos y, en realidad, ocurrió todo lo contrario: la pandemia no creó buenas personas, pero sí reforzó a las que ya lo eran... Ese fue un periodo en el que todos hicimos cosas que desde un punto de vista moral no fueron correctas. La diferencia es que unos recuperaron la normalidad y otros siguen en el lado oscuro.

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