Entrevista | María Teresa Cotonat Pediatra del centro de salud de Valverde

«Con los niños hay que tener empatía y saberlos tratar»

«Hay cosas que me costaron mucho dejar, pero venir a El Hierro que la mejor decisión que tomé», afirma

María Teresa Cotonat, pediatra del centro de salud de Valverde

María Teresa Cotonat, pediatra del centro de salud de Valverde / LP/DLP

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Hace 23 años, la pediatra María Teresa Cotonat, emigró desde Madrid en busca de una vida mejor. Encontró ese anhelado hogar en El Hierro. Lugar desde el que, desde entonces, ha estado asistiendo a los pequeños de la isla y a sus familias en una labor incansable y cercana, que le ha merecido el cariño de su isla «adoptiva» y que se consolida con la próxima entrega de la Medalla de Oro de Canarias.

¿Cómo se siente después saber que es una de las seleccionadas para recibir la Medalla de Oro de Canarias?

Si te digo la verdad, me quedé un poco atónita cuando conocí la noticia. Ahora estoy un poco nerviosa, como inquieta. Cuando me lo dijeron por la calle, tampoco yo tenía muy claro. Y no me lo creí hasta que me llamó Blas Trujillo para confirmármelo. Para mí es un orgullo ser reconocida, indudablemente.

En la isla le conocen como «la pediatra de El Hierro», ¿cuándo cree que se le empieza a conocer así?

Llegué a El Hierro de Madrid porque estaba harta de la capital. Los herreños me aceptaron muy rápido. Y luego resultó que, en consulta, llegué a quedarme sola cinco o seis meses haciendo guardias. A eso se sumó que siempre atiendo por teléfono móvil a todo el mundo. Si me ponen un whatsapp, yo les contesto. Eso les da mucha tranquilidad, porque si tiene el niño fiebre o lo que sea, tienen mi contacto y les doy consejos. Desde entonces me empezaron a ser así. Hoy somos varios pediatras, no estoy yo sola.

Debió ser un choque para usted pasar de trabajar en Madrid a hacerlo en El Hierro.

No tienen nada que ver. Yo pasaba pediatría en centros de salud de Madrid donde tenía un cupo enorme de niños. Además yo trabajé en zonas como Parla o Vallecas sitios que, no los llamaría conflictivos pero sí que tienen gente muy especial. Esa experiencia me ayudó muchísimo, aprendí y hasta lo pasé bien. Pero después ya las cosas...Me iba a las 7 de la mañana a mi casa y llegaba a las 9 de la noche todos los días. Tenía problemas para aparcar, recibía multas... Llegó un momento en que me tuve que plantear la vida de otra manera porque era un queme. Cuando salió la oportunidad de venir a El Hierro nunca pensé que me iban a llamar. La decisión de venir fue un poco difícil; cambié toda mi vida.

¿Dejó mucho atrás en Madrid para venir a Canarias?

Sí. Tenía una consulta privada que tampoco me gustaba mucho ni era feliz, pero me iba bien. También investigaba en hígado y hasta trabajé en la Agencia Efe. Hay cosas que me costaron mucho dejar y que me dio pena pero creo que fue la mejor decisión que tomé.

¡Qué curiosa vinculación! ¿Cómo llega a la Agencia Efe?

El padre de mi jefe de investigación era médico de allí. La plaza se quedó vacía y, aunque yo no era médico de empresa, me lo ofrecieron. Allí tampoco hacía mucho, la verdad. Realmente había un enfermero todo el día y yo iba una hora al mediodía y otra por la tarde. Nunca vi a nadie enfermo, pero sí receté muchos tranquilizantes. Sobre todo durante los cambios de gobierno, porque cuando eso ocurría, cambiaba todo la organización porque la Agencia Efe era estatal. También hacía las revisiones de la gente para empezar a trabajar allí. Estuve muchísimo tiempo y lo pasé bien. Eran muy divertidos, me cuidaban y me mimaban. Pero tenía que cortar, era un mundo en el que iba siempre de un sitio para otro y eso pasaba factura. Encima había momentos en los que tiraban bombas en la Agencia Efe y no me podía llevar el coche. Me evacuaron dos veces por amenaza de bombas.

¿Cuándo ocurrió?

Fue en varias ocasiones, pero recuerdo una vez que ETA puso bombas en tres sitios a la vez. La pusieron en la papelera y nadie la encontró. Cuando la fueron a desactivar, saltó por los aires. Con la amenaza de bomba, nos echaron a todos y tuvimos que dejar el coche.

Me puedo imaginar por qué se quiso venir a Canarias.

Sí, sí. Aunque en ese momento tampoco era tan consciente. Son experiencias.

¿Y se viene completamente sola a Canarias?

Me vine sola, efectivamente. La verdad, es que no sé ni cómo llegué. En aquella época –el año 2000– El Hierro no era un lugar muy conocido. Yo lo conocía por el senderismo. Recuerdo que fui a comprar el billete al Corte Inglés, y yo no sabía, por ejemplo, que Binter conectaba las islas. Así que creo que llegué a El Hierro de pura casualidad. Luego llegué al lugar donde tenía una habitación alquilada mientras buscaba casa y, cuando salí a la calle a dar una vuelta, me di cuenta de que era esa calle y nada más. Pensé: «madre mía a dónde he venido». Pero bueno, la verdad que a la mañana siguiente me presenté al trabajo y súper bien ya. Tuve una buena acogida. Desde entonces, El Hierro se ha convertido en mi casa. Soy herreña de adopción.

¿Qué es lo que consiguió que se sintiera como en casa en la isla del meridiano?

Tuve la suerte de que me acogieran muy bien. En especial Doña Tilde y su familia, los Pérez. Me sentía como en mi casa, y eso fue fundamental porque nunca sentí que estuviera viviendo una soledad extrema. Me adapté bien y estoy súper contenta de haber tomado esta decisión. Creo que nunca me voy a arrepentir.

¿Por qué pediatría?

Me gustaba la cirugía pediátrica y la pediatría. El problema es que entrar en quirófano me mareaba un montón con los focos. Así que lo descarté y elegí pediatría. En mi último año de carrera nos dejaban ir a un hospital, así que me fui a trabajar a un hospital de Lérida y allí, como no había residente ni nada, aprendí muchísimo porque éramos como residentes. Ahí fue cuando decidí hacer pediatría.

¿Qué diferencia hay entre la asistencia a niños y a adultos?

Cuando un niño está malo se ve. Después de años de experiencia, soy capaz de ver cuándo un niño está malo de verdad. Los niños no se quejan, pero cuando le tocas un sitio que les duele y hacen muecas. Y aquí, además, tengo la ventaja de que muchos han pasado por mi consulta y los conozco.

Muchos de tus pacientes se habrán hecho grandes, ¿cómo es hacerles el seguimiento desde pequeños y verles crecer?

Ahora voy a los partos y me recuerdan que les atendí cuando eran pequeños. Me hace mucha ilusión porque, además, siguen viniendo a verme porque como soy un poco su referencia. En Madrid es algo más deshumanizado, aquí vas por la calle te conocen. Es otro tipo de vida.

Cada vez hay más falta de pediatras en muchos lugares. Se estima que en Canarias el 30% de las plazas de pediatría están ostentadas por otros profesionales, ¿cómo se puede dar respuesta a esta situación?

Pues, o amplían las plazas de MIR para que haya pediatras, o no se va a conseguir nada. Hay gente que está muy preparada para atender, pero con los niños hay que tener empatía y saberlos tratar. Hay gente que sirve para eso y gente que no. A los niños hay que ganárselo. La falta de pediatras es un problema muy importante. En mi época no lo era. De hecho, era difícil encontrar trabajo. Pero ahora faltan pediatras por todos sitios. A día de hoy, a mi me llaman todos los días para ofrecerme trabajo.

Trabajando en una isla capitalina, ¿ha sentido alguna dificultad a la hora de hacer su trabajo pro falta de medio?

Es verdad que tenemos un centro pequeño y que todo no se puede tener. Por ejemplo, hay partos en los que, si la mujer tiene antecedentes de algún tipo (diabetes, hipertensión...), se manda para Tenerife. Nos faltan medios, está claro. Pero yo creo que el mayor problema al que nos enfrentamos es cuando tenemos que mandar a un niño a Tenerife y el padre o la madre no pueden ir con él en el helicóptero. No depende de nosotros, si no de que el piloto lo pueda subir. Él tiene seguro para los pacientes pero no para los padres. Da mucha tristeza mandar a un niño solo. No obstante, hay otras tantas cosas que han cambiado desde que llegué. 

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