Las históricas protestas del pasado domingo 11 de julio en Cuba, las más importantes desde el llamado Maleconazo de 1994, han generado preocupación y esperanza entre los más de 7.700 cubanos que residen en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Preocupación por el riesgo de una escalada violenta y represiva en la isla caribeña, y esperanza porque este movimiento ciudadano, surgido del hastío por la nefasta situación económica, social y sanitaria, pueda posibilitar una transición pacífica hacia la democracia. Preocupación y esperanza que sienten también los partidarios de la Revolución Cubana, aunque en su caso esperan que las protestas se calmen para que todo continúe como en los últimos 62 años.

Cuba cuenta en la actualidad con 11,3 millones de habitantes repartidos entre sus 110.860 kilómetros cuadrados. Una isla con una superficie similar a la de Bulgaria de la que desde 1959 se calcula que se han marchado al exilio más de 1,6 millones de personas, según datos de la ONU. De ese casi 14% de la población cubana, unos 7.700 residen en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, una cifra similar a toda la población de El Paso (7.623), en La Palma, o a la suma de todos los vecinos de San Juan de la Rambla (4.873) y El Tanque (2.852). Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) a 1 de enero de 2021, en Canarias hay 14.113 cubanos, de los que son 7.357 mujeres y 6.756 son hombres. En Santa Cruz de Tenerife viven 7.747 y en Las Palmas, 6.366.

La comunidad cubana en Canarias tiene un peso poblacional muy cercano al del municipio de Santa Úrsula (14.953), pero está lejos de los cuatro países extranjeros que más residentes aportan a las islas: Italia (50.037), Reino Unido (28.590), Alemania (24.319) y Venezuela (19.737).

Las históricas protestas ciudadanas en Cuba comenzaron el domingo 11 en San Antonio de los Baños y pronto se propagaron, a través de las redes sociales, al resto de la isla. Los cubanos salieron a la calle a reclamar libertad, democracia y unas condiciones de vida dignas en medio de la peor crisis económica de Cuba desde el nefasto Periodo Especial en Tiempos de Paz (1990-1999), una época de hambre y miseria que ningún cubano quiere revivir.

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La pandemia del coronavirus ha agravado notablemente la crisis económica estructural que vive Cuba desde que en los años 90 la caída del bloque soviético dejó a la isla sin su principal proveedor y cliente. El cóctel que generó este levantamiento ciudadano tiene muchos ingredientes: la escasez de productos básicos como la comida o las medicinas; el deterioro de los servicios públicos; los constantes cortes de luz; las limitaciones de acceso a internet; el hacinamiento y las malas condiciones de muchas viviendas; el drama sanitario, o la creciente desigualdad, entre otros. Con el Covid-19, Cuba ha perdido uno de los principales motores de su economía, el turismo, y además se han reducido de forma dramática las remesas llegadas desde el exterior, donde la crisis pandémica afecta a todo el planeta. La pérdida de apoyos por la caída del bloque de izquierdas en América Latina y la reducción de las misiones médicas también han reducido dramáticamente los ingresos del Estado. En este país con 95.000 médicos, el pago de sus servicios en el extranjero llegó a ser una de las principales fuentes nacionales de ingresos, con entre 6.000 y 9.000 millones de dólares al año.

El bloqueo de Estados Unidos, condenado 29 veces por la ONU y siempre por abrumadora mayoría (la última por 184 votos a 2), también ahoga la economía cubana, pero no es la excusa para todo que el régimen cubano utiliza desde hace más de 60 años. Tras las protestas, que han desatado una ola de represión castrista cuyas dimensiones aún se desconocen, el propio Gobierno cubano eliminó un autobloqueo que generaba escasez: los aranceles y límites a la importación de alimentos y medicinas. Desde la distancia, la comunidad cubana vive días de tensión y esperanza.