La toalla no es un chubasquero pero su mano se aferran con fuerza como si el rizo mojado pudiera protegerle. Volvemos a ver las mismas caritas de ayer, a algunos les calienta las manos. A otros se les caen los ojos. Y los llantos son una coral mientras las madres, acurrucadas en el barro, intentan hacer que los más pequeños entren en calor. Pero la noche es aún más dura. Los plásticos que parecen bolsas de basura, cubren bultos, "personas" que tiritan bajo la lluvía y el frío. Mientras ellos vagan, los gobiernos de la zona, protestan porque son demasiados.