Aunque Halloween como fiesta multitudinaria nació en Estados Unidos hace un siglo -101 años para ser exactos- con un desfile el 31 de octubre de 1921 en Minnesota, la realidad es que proviene de una celebración pagana que hunde sus raíces en la Europa celta y se trata, por tanto, de una tradición de más de 2.500 años. El cine popularizó y difundió la fiesta nocturna en todo el mundo, que a partir de los años 70 del pasado siglo XX comenzó a celebrarse fuera de las fronteras estadounidenses y que ha llegado, como todas las modas en este mundo globalizado, hasta Canarias, donde convive con la Noche de los Finaos.

El 31 de octubre los celtas encerraban en los establos el ganado que pastaba en las verdes praderas de la Europa insular y continental donde habitaban. El encierro se convertía en una fiesta. Estabular el ganado era una forma de protegerlo para que pasara el invierno resguardado del frío y de los espíritus de los muertos que ese día, según creían, salían de los cementerios para apoderarse de los vivos. La posesión por los espíritus podía evitarse negociando, como en el truco o trato, y decorando las casas y los establos con huesos y sangre para ahuyentar a los muertos. Además, en una especie de carnaval, se vestían con pieles para que los espíritus los confundieran con animales.

Tradición cristianizada

La conquista de los pueblos celtas por los romanos supuso un cambio en esta celebración ancestral. Los romanos añadieron detalles a la fiesta que, en el siglo VII, el papa Bonifacio IV trasladó al 1 de noviembre con el nombre de Todos los Santos y la convirtió en un homenaje a los mártires de la fe. Es la cristianización de una fiesta pagana, como tantas otras, entre ellas la propia Navidad o el Día de San Juan, pero esas son otras historias.

Desde entonces, Europa abrazó el Día de lo Difuntos o Todos los Santos para honrar a sus muertos, tradición que pasó a América, donde se fue mezclando con las tradiciones de los distintos pueblos indígenas. Así, por ejemplo, México celebra el Día de los Muertos.

Calabaza de Halloween. SHUTTERSTOCK

Está documentado que los inmigrantes irlandeses, herederos de los celtas y devotos cristianos, llevaron la fiesta de Todos los Santos a Estados Unidos y establecieron la costumbre de tallar una calabaza gigante para ponerle una vela dentro y usarla como linterna. Esta costumbre es una adaptación de la tradición al medio, debido a que en Estados Unidos era más fácil encontrar calabazas que nabos, la hortaliza que se usaba en Irlanda como farol para alumbrar la noche de los difuntos.

La leyenda de Jack el estafador

Pero de dónde viene ese afán de alumbrar la noche de los difuntos hortaliza en mano. Cuenta una leyenda que un hombre llamado Jack, borracho y estafador, burló al diablo un 31 de octubre y el diablo prometió no volver a buscarle. Así, cuando Jack murió fue rechazado tanto en el cielo como en el infierno y el diablo le condenó al limbo, entre sombras, pero le dio una brasa del mismísimo infierno para que se alumbrara. Jack solo tenía a mano un nabo para resguardar la brasa y así empezó la costumbre de usarlo como linterna, linterna que después mutaría en calabaza.