Ni el calor mitigó la presencia de público y participantes en la romería del reencuentro en el corazón de La Esperanza, dos años después de su suspensión en cumplimiento de las medidas sanitarias para evitar posibles contagios por la pandemia del covid.

La Villa celebró la segunda y última romería en honor de la Virgen de La Esperanza de este mandato, que partió desde la iglesia del pueblo donde la Asociación Folclórica Amigos de La Esperanza deleitó con una misa canaria, aderezada con ritmos de la tierra para realzar las plenarias. Ya al mediodía, al término de la eucaristía, el cura párroco José Domingo Morales, con problemas de movilidad, cedió el testigo a Gabriel Morales, quien presidió el cortejo religioso en la romería, pertrechado de estola y sombrero, desde el traslado de la plaza de arriba a la de abajo, en la calle El Calvario.

La Esperanza multiplica en su romería los pinchos y la sangría

Cuando ya la comitiva se disponía a abandonar la iglesia, el director de la Banda de Música La Candelaria, con sus componentes ataviados con vestimenta típica, mandó a formar y saludar a la patrona honoraria al ritmo de la marcha dedicada a Nuestra Señora de la Esperanza, composición del maestro Agustín Ramos. Atrás quedó la interpretación del himno nacional... Otro detalle que habla de la exquisitez de la organización: para sortear la notable inclinación de la calle Grano de Oro, que hasta tiene una capa de rodadura especial para evitar los deslizamientos, más allá de su color rojo, los responsables de la romería habilitaron un micro que facilitó el traslado, a menos de cien metros pero con una notable pendiente, de Adriana Rivero, quien fuera elegida romera de las fiestas de La Esperanza, que estuvo acompañada por las otras seis jóvenes que coprotagonizaron la velada celebrada el pasado viernes, completando todas la corte de honor de la romera.

La Esperanza multiplica en su romería los pinchos y la sangría

Con las jóvenes ya en la parte baja de la plaza del ayuntamiento, entre los arcos habilitados y el pequeño atrio donde colocar las cestas de alimentos que a la postre fueron depositando los grupos participantes, la comitiva desafió la bajada. Por la calle Grano de Oro, el trono de la Virgen de La Esperanza, tapizada entre anturios rojos, detrás el sacerdote, y en segundo término la Corporación municipal liderada por su alcalde, Escolástico Gil, que en la romería cambió el bastón de mando por la vara de las cintas. A su lado, la primera teniente de alcalde, Sara Cabello, que junto al resto de concejales sortearon la bajada al ritmo de la Banda de Música La Candelaria, que lleva treinta años amenizando la romería.

La Esperanza multiplica en su romería los pinchos y la sangría

Ya en el cruce con la calle Amílcar González Díaz la comitiva enfiló la plaza donde se instaló a la patrona honoraria, siempre flanqueada con Gabriel Morales, quien desde enero de 2019 también designado párroco de Radazul y Tabaiba.

Con la Virgen de La Esperanza entre arcos, arrancó la comitiva en la que participaron una veintena de carreteras que siguieron el paso de la Banda de La Candelaria, que tardó dos horas que cumplimentar el trayecto de la romería. Pero el tiempo de duración de la celebración de la romería de La Esperanza se multiplicó, como ocurrió con los pinchos, los huevos, bocadillos de chorizo y papas rebosadas en mojo, más sangría. Mucha sangría para paliar la secura de las altas temperaturas.

Si alguien no había estado nunca en la romería de La Esperanza ayer aprendió que de ella se sale almorzado gracias a la generosidad de cada una de las carreteras. De algo debe valer que en el municipio de El Rosario tengan su sede dos de las empresas cárnicas más importantes de Tenerife, caso de Montesano y Egatesa. Ambas habilitaron dos carretas que se alternaron en el recorrido. Eran fáciles de localizar porque desde estas carretas servía la carne en bandera al público; y en el particular de Montesano, de sus dos carretas, una era de carne, mientras que se estrenó este año, con la segunda, en el reparto de la sangría y una nutrida presencia de aguadoras con jarras del caldo rojo que ayudaba a sofocar los más de treinta grados que se llegaron a alcanzar.

La experiencia es un grado, y si no que se lo digan a quienes desde el balcón del Bazar Dácil desplegaban una cesta a través de una pértiga para hacerse con un pedazo de carne o alguna vianda, más difícil si se trataba de un vaso de sangría. Justo en el lado opuesto, quienes no tenían que pedir sino que estaban obligados a cumplimentar la invitación, las autoridades. El ritual era similar en la mayoría de los casos: la carreta, flanqueada por rebaño de cabras y ovejas delante y grupos folclóricos detrás, llegaba a la altura de los arcos de la Virgen de La Esperanza. Paraban. Algunos entonaban unas coplas a la patrona honoraria con gran devoción, o con la emoción del reencuentro, como el caso de la Danza de Guamasa, que era la primera vez que participaba en una romería desde el fallecimiento de su presidente.

Al término de la ofrenda cantada o bailada se procedía al traslado desde la carreta hasta los arcos de una cesta de alimentos para luego convidar al alcalde y a su primera teniente de alcalde, y tal vez algún otro. Así un vaso de vino, y luego otro, y otro... El regidor no quería hacer el feo y con destreza y la complicidad de Sara Cabello logró que el personal de Protocolo le auxiliara en el entuerto, que acabó por emborrachar el jardín y deshacerse de los vasos como podían.

También el cura, revestido, pidió tregua a la feligresía para acabar con el pincho para cumplimentar la presentación de un niño pequeño, en la primera romería que participaba, a la Virgen de La Esperanza. Detalles de una romería familiar y de exquisita generosidad y atención al visitante. Y de colofón, verbenita con las orquesta Revelación de Barranco Hondo y la Orquesta Wamampy para ir a tumbo con la comida que restaba.