Una buena primavera y un verano espectacular han resultado claves. Ha sido, en general, un buen año para los viticultores de la Isla, sin incidencia de enfermedades –excepción hecha del coronavirus, claro– y con una producción que si bien varía según las comarcas se ajusta a registros considerados normales.

El vino sale de la uva y todas las denominaciones de origen de la isla de Tenerife, amparadas por los Consejos Reguladores, coinciden en señalar que la calidad de la cosecha puede calificarse de buena, con vendimias que en los casos de Tacoronte-Acentejo o el Valle de La Orotava se adelantaron al mes de agosto batiendo registros históricos. Con todo, se presume una añada expresiva. Está en sus manos alumbrar vinos singulares. y en el consumidor brindar por su pervivencia en el tiempo.

Riqueza de los agrosistemas

En Tenerife pueden encontrarse diferentes formas de cultivar la vid, en función de la comarca y de la clase de uva. Esta riqueza de los agrosistemas vitícolas, difícil de encontrar en otras zonas con reducidas dimensiones es el resultado de la interacción entre los cultivadores de distintas procedencias que se asentaron en la isla y la orografía y su orientación hacia los vientos alisios de las distintas zonas en la que se fue desarrollando los diversos tipos de cepas. En la comarca de Tacoronte-Acentejo predomina el parral bajo (0,80 mts) sostenido por horquetas ancladas al suelo. En el Valle de La Orotava, por otro lado, destaca el laborioso sistema de trenzado o rastra. Ambos permiten aprovechar el terreno para otros cultivos asociados. En la comarca de Ycoden-Daute-Isora se pueden encontrar varios sistemas, como es el caso del emparrado, así como vaso irregular o parral bajo, y más recientemente el cultivo en espaldera. En el sur de la isla predomina el parral bajo sustentado sobre horquetas en el perímetro de las parcelas, mientras que en las zonas más altas (como Vilaflor, en la comarca de Abona; o los Pelados de Güímar) pueden encontrarse cultivos con conducción en vaso.

La vendimia tuvo que adelantarse al mes de agosto, registro histórico en algunas comarcas

La biodiversidad: un milagro

Una parte importante del patrimonio vitícola de España se encuentra en Canarias. En el Archipiélago han sobrevivido variedades de uvas que ya no se encuentran en otros lugares del mundo y la causa de que esto sea así, en buena parte se debe a que los viñedos en Canarias no se vieron afectados por la plaga filoxera, que arrasó con los viñedos de Europa y el resto del mundo a finales del siglo XIX. Lo cierto es que según ha confirmado el estudio genético realizado por la Universidad Rovira i Virgili, hasta un total de 14 variedades de uva y tres mutaciones han sido reconocidas como exclusivas de las islas Canarias. Se trata de un milagro de la naturaleza con la mínima intervención humana. El estudio del ADN refiere como autóctonas las variedades albillo criollo, bermejuela, bienmesabe tinto, burra volcánica, albillo forastero, huevo de gallo, listán negro, listán rosa, malvasía di Sardegna rosada, malvasía volcánica, mollar cano rosado, torrontés volcánico, sabro, uva de año, vallera, verijadiego y verijadiego negro. La enorme posibilidad que procura este tesoro radica en crear vinos originales, ofreciendo, por lo tanto, nuevas sensaciones organolépticas para los consumidores y, en consecuencia, la apertura de otros mercados.

El cambio climático

Ya está aquí. Su impacto en Canarias es y será severo, además de diferente al del continente europeo. Nuestro emplazamiento en latitudes africanas, nuestra vecindad con uno de los mayores desiertos del mundo, el del Sáhara, condiciona estas particularidades. Este fenómeno, que ya es real, no sólo representa una afección en cuanto a las cantidades de uva producidas, también incide, y de manera evidente, en la tipicidad de los vinos. Serán distintos. El viticultor se va a enfrentar a dificultades en canto a cómo conseguir más color y acidez. El nivel de incertidumbre, en un tema tan complejo como el cambio climático y su impacto local, es elevado. Y en contextos de incertidumbre conviene optar por sistemas de alta plasticidad, capaces de adaptarse a nuevas circunstancias e imprevistos. Esta flexibilidad se genera por acción humana; no es automática ni natural, es cosa de viticultura.

Abandono de cultivos

Es un o de los mayores problemas a los que se enfrenta un sector en el que, además, existe muy poco relevo generacional. Desde las distintas denominaciones de origen se constata esta realidad. A propósito, Mari Paz Gil, gerente de Tacoronte-Acentejo, ya manifestaba que quien se hace necesario “un plan de choque” frente a este problema. “Estamos constando que existe una disminución de la superficie cultivada”, subraya, al tiempo que especifica cómo en el municipio tacorontero se ha pasado en apenas seis años de alrededor de 1.000 hectáreas cultivadas a solo 760. Además, también destaca que el abandono de este cultivo tiene un reflejo muy importante en el paisaje de la Isla, ya que “la viña no se sustituye por otros cultivos, sino que los terrenos quedan abandonados”, con lo que representa para la fijación de suelos y los procesos erosivos.

La viña está sedienta

La escasa o nula pluviometría no satisface las particulares necesidades hídricas de la viña. De unos años a

esta parte, la disminución de agua de lluvia, y el sustituto del riego, amenaza la supervivencia de los cultivos por el agotamiento de los suelos. Este lamento es común en las distintas comarcas de la Isla, que miran al futuro con un gesto de incertidumbre.