Voluntariado

Comprensión lectora: la preciosa 'odisea' de Mònica y Maite

Son de la misma edad y participan en el programa de Acompañamiento a la Lectura, del que se benefician personas con discapacidad

Voluntariado de comprensión lectora en la Fundació Aura, en Barcelona.

Voluntariado de comprensión lectora en la Fundació Aura, en Barcelona. / Manu Mitru

Helena López

Maite sostiene la mano de Mònica mientras leen en la pequeña pero luminosa biblioteca de la Fundació Aura, un oasis en la ruidosa Ronda del General Mitre, en Barcelona. Comparten un mismo ejemplar de ‘La Odisea’, que van leyendo poquito a poco, parando tras cada frase para confirmar que no se les escapa detalle, rebosando complicidad. Tienen la misma edad, 58 años, y ambas están prejubiladas; aunque "Maite lo hizo antes", según subraya Mònica entre risas de ambas.

Maite es voluntaria del programa de Acompañamiento a la Lectura y, Mònica, una de las usuarias más veteranas de Aura, entidad creada en octubre de 1989 para ayudar a personas con discapacidad intelectual mediante la inclusión social y laboral.

Ambas se reúnen cada semana para leer grandes clásicos en versiones adaptadas y preparar el club de lectura en el que Mònica participa junto a otros compañeros de la fundación. "Si no fuera porque quedo para leer con Maite, no iría al club de lectura", se sincera Mònica con una sonrisa pícara. A la mujer le cambia el rostro cuando ve a Maite entrar por la puerta.

Siempre tan puntual, Mònica ha llegado la primera a la cita y no se tranquiliza hasta que aparece en escena su socia, con quien comparte lecturas desde la pandemia (de hecho, las primeras lecturas las hicieron de forma telemática). "Recuerdo que empezamos leyendo 'El Principito'", señala Maite. "'Le Petit Prince'", la corrige Mònica, quien en su ocupada agenda [pese a estar- ¡al fin!- prejubilada] tiene tambié una hora semanal de clase de francés.  

Mònica es una institución en la fundación donde, además de ser usuaria, ha hecho también de voluntaria, acogiendo a las personas nuevas que llegaban, tranquilizándolas, como hace Maite con ella (a una no la entrevistan todos los días). "Hace años también hice de voluntaria con niños pequeños con la Cruz Roja", añade orgullosa la mujer, quien también forma parte del Club de autogestores, grupo de trabajo que lucha por hacer escuchar la voz de las personas con síndrome de Down, estos meses muy ajetreados preparando un congreso.

Más allá de Homero, en este tiempo han leído, siempre juntas, de todo, y Mònica tiene muy claros sus gustos: no le gustan las historias de miedo, que le roban literalmente el sueño. A la cita acude con un papel escrito a mano por ella misma en la que se explica la historia de una pareja linguística; un texo que lee y que es, a la vez, un guiño a su pasado (trabajó en en el Consorci de Normaliltzació Lingüística "haciendo fotocopias", explica) y al presente de Maite, quien además del voluntariado de lectura con Mònica hace otro de catalán.

Maite había trabajado toda su vida en la Caixa -"en la parte técnica"- , nada que ver con el contacto con las personas del que está difrutantando en el programa de voluntariado de la entidad, Voluntariado CaixaBank, en el que entró hace 10 años (un programa creado en el año 2005 por el que en el último año han pasado 14.000 voluntarios). Al principio lo hacía de forma puntual -cuando podía, en actividades concretas- y, desde que no trabaja y tiene más tiempo libre [tampoco demasiado, porque, como Mònica, tampoco para], de forma mucho más constante e intensa. Actualmente, además de estudiar en la universidad, participa en el programa de Acompañamiento a la Lectura en la Fundació Aura -las tardes de lectura con Mònica- y en otro de refuerzo del catalán, del que también habla con muchísima ilusión. En ambos voluntariados -explica- recibe "mucho más de lo que da". Y lo dice con una sonrisa sincera, subrayando que, pese a que suene a lugar común, "es así". La mirada de Mònica hacia ella, por eso, parece quitarle la razón.

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