Ayudas

La ciencia española afronta el fin de los fondos europeos

El mundo de la investigación en España está en vilo ya que las subvenciones nacionales están en los niveles de 2007

Una investigadora trabaja en un laboratorio.

Una investigadora trabaja en un laboratorio. / GVA

Michele Catanzaro

La ciencia española se halla en ese sitio de una montaña rusa en el cual el coche se para un instante antes de lanzarse hacia abajo. Después de tres años de cuentas boyantes, por el maná de los fondos europeos de recuperación pospandémica (Next Generation), el próximo presupuesto (2024) se hallará en buena parte desnudo de esa contribución. Y muchas personas en los laboratorios tiemblan ante el efecto acantilado que les espera.

Sin fondos europeos, el presupuesto para la investigación básica volverá a regirse esencialmente por la inversión estatal. Esta se hundió a partir de 2010, con una caída de más de un 40% en cuatro años, por las políticas de austeridad que siguieron a la crisis financiera. Desde el 2014, ha ido recuperándose poco a poco. Pero ni tan solo ha llegado a cerrar el gap y los fondos nacionales están alrededor del nivel de 2007

Lejos de propiciar un cambio de modelo, el dinero europeo se ha destinado a tapar agujeros más o menos grandes en universidades y centros de investigación. Sin embargo, cuando este paréntesis se cierre, lo más probable es que la financiación de la ciencia española vuelva a una casilla por la cual pasó hace casi 15 años. Este es el cuadro que pintan, con matices distintos, dos informes que analizan los presupuestos de ciencia, publicados en las últimas semanas por la Confederación de Sociedades Científica de España (COSCE) y por Comisiones Obreras (CCOO), respectivamente.

Un espejismo

“Estoy muy preocupada. ¿Qué va a pasar cuando los fondos europeos terminen? Esos son fondos de corto plazo. En los nacionales, estamos en la situación de 2007. A final de año tenemos elecciones y no sabemos qué va a pasar después”, afirma Perla Wahnón, química y presidenta de COSCE. “La idea era consolidar el gasto público y esto no está consolidado. La lluvia de millones del MRR [Mecanismo de Resiliencia y Recuperación, el nombre técnico de los fondos europeos] se puede convertir en un espejismo que nos devuelva a la dura realidad en 2024”, coincide Alicia Durán, física e integrante de CCOO. 

Las subvenciones nacionales a la investigación alcanzan una cifra que coloca a España entre Lituania y Romanía. Eso corresponde a un 0,25% del PIB, lejos de los porcentajes superiores al 2% de los países más avanzados. Las cifras oficiales suelen lucir mejor, pero los dos informes se centran sólo en los fondos “reales” para la ciencia pública. O sea, despojan el presupuesto de los fondos europeos (que pronto desaparecerán) y de los préstamos (ayudas que hay que devolver y que suelen ir a empresas). 

El presupuesto total destinado a la ciencia en 2023 es de casi 18.000 millones de euros, un 33% más que en 2022. Sin embargo, las subvenciones nacionales se limitan a unos 4.000 millones, un 12% más que en 2022. Los fondos nacionales han aumentado lentamente a partir de 2014 y más rápidamente a partir de 2021. Sin embargo, Siguen por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 2010. “El presupuesto de 2023 se anunció como el mayor de la historia, pero [el nacional] sigue un 8% por debajo del de 2009 [el máximo histórico]”, comenta Durán. “En cifras corrientes, estamos a niveles de 2007”, afirma José de Nó, físico y co-autor del informe de la COSCE, que sin embargo alerta de que la inflación empuja el nivel aún más abajo.

Nadie duda de que los fondos europeos han sido un bálsamo, especialmente para renovar infraestructuras paradas desde hace más de una década. “Hemos llevado a cabo una gran remodelación y actualización de muchos de nuestros laboratorios”, explica por ejemplo Rafael Rebolo, director del Insituto de Astrofísica de Canarias (IAC).  

También se reconocen algunos méritos de las cuentas. La Agencia Estatal de Investigación, que administra el Plan Nacional (o sea, la gasolina de la ciencia española: la financiación básica de muchos de sus proyectos) ha conseguido cerrar la brecha abierta por la crisis de 2010. Lo mismo ocurre con la financiación basal de los organismos públicos de investigación, como el CSIC. “Hay que celebrarlo. Al menos, volvemos adonde estábamos”, comenta Durán.

La sangría de talento

Sin embargo, la inyección europea no cura el mayor daño de la austeridad: la sangría de talento. “El personal formado no se prepara en pocos años. Hay que tener una política que dedique recursos de forma continuada al personal”, observa De Nó. 

Tampoco se vislumbran cambios radicales pra reducir la burocratización de la ciencia, que convierte cualquier gasto (desde la compra de un tornillo hasta la contratación de un crack internacional) en una aventura con tintes de pesadilla.

Aunque las subvenciones europeas ya no aparecerán en el presupuesto de 2024, una medida suavizará el efecto-acantilado: la asignación de las ayudas tiene que estar cerrada dentro de 2023 pero el dinero se podrá gastar hasta 2025 y se tendrá que justificar en 2026. No obstante, “sí hay una preocupación real de que si la economía se tuerce y se acaban los fondos europeos especiales, volvamos a la financiación de 2008, lo que sería enormemente grave para la ciencia española”, afirma Luís Serrano, director del Centre de Regulació Genòmica (CRG).

“¿Qué va a pasar el año que viene? Creo que vamos a seguir peor que en 2009. Si con este presupuesto no hemos llegado, ¿de donde van a sacar el dinero?”, concluye Durán. 

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