BARRIO A BARRIO | Anaga

El Festival Anaga Biofest clausura en Roque Negro su programación de otoño

Visitantes y vecinos compartieron atractivos de senderismo, etnografía, gastronomía y folclore 

Lavanderas muestran su oficio en el Anaga BioFest

N. P. A.

Humberto Gonar

Humberto Gonar

El caserío de Roque Negro puso el broche de oro a las cuarenta actividades programadas en el marco de la tercera edición del Festival Anaga Biofest que se promueve en el marco de la Reserva de la Biosfera del Macizo. El objetivo: sentirte parte de este enclave y lo que representa, en una invitación a adentrarse en el disfrute de la naturaleza y el mundo rural sin límites, con una biodiversidad singular y su riqueza etnográfica.

Tras el éxito de sus dos primeras ediciones, el Anaga Biofest sigue evolucionando, con la presencia de acciones y actividades a lo largo del año en equilibrio con el entorno medioambiental y sociocultural, recuperando espacios o apoyando a la economía local. 

La visita a Roque Negro estaba planificada en la segunda programación del año –junto a la de primavera, la de otoño– bajo el paraguas del Anaga Biofest, un proyecto integral y transversal de gestión territorial que te permite descubrir un paisaje cultural equilibrado en un entorno natural singular.

Senderismo, etnografía, gastronomía y folclore fueron los principales ingredientes de la visita a Roque Negro el domingo 3 de diciembre, que comenzó con una ruta guiada por este caserío de Anaga para luego mostrar parte del ADN etnográfico de este enclave del parque rural. Fue el caso de la charla a pie de campo que impartió a los visitantes el agricultor más joven de la zona, Ruymán Rojas, de 20 años y aspirante a ser policía, quien abundó en las características del cultivo de la batata, uno de los productos de referencia de Anaga.

Dirigentes vecinales que se volcaron en prestar su colaboración a la programación coordinada por Javier Tejera, del Anaga Biosfest, elogian la buena relación que se estableció entre los visitantes y los vecinos del lugar, que pusieron en valor el arraigo tanto del lugar como de sus gentes.

Y lo hicieron en primera persona. De la misma forma que Ruymán habló del campo que aprendió de sus mayores, siendo aún un joven, también se explicó desde la zona de La Porquera, donde Juana Siverio ilustró a los visitantes de las épocas pasadas en donde la recogida de cisco le permitía recibir un salario de cinco pesetas a la semana o también se vendía al peso y ayudar a sacar a la familia para adelante, experiencia que daba voz a las imágenes antiguas que se expusieron en la plaza de Roque Negro, mientras se recordaba también el uso de la botellita y el farol del que echaban mano cuando se levantaban a las tres de la madrugada para poner rumbo a Punta de Anaga hasta la Cueva Cho Marco.

Entre los altares de obligada visita a esta zona, los lavaderos, a las puertas de la galería, sin obviar cómo Roque Negro celebraba también la costumbre de la silla enramada que se montaba cuando alguna joven iba a contraer matrimonio. Junto al ramo de flores, se servía un chupito de anís, un dulcito y a cambio se dejaba un donativo para la novia, como recordó Juana Rojas.

Y como cierre del día, tras el paseo por las tradiciones, degustación gastronómica con vino de Tegueste y queso de La Punta, entre otros productos locales, y la música popular de la mano de la parranda Sabinas de Anaga. Experiencia sobresaliente para los vecinos de Roque Negro que confía en revalidar en la próxima edición.