Opinión | El recorte

Salarios o cartillas

salario jornada laboral

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Las fuerzas sindicales y políticas de Canarias quieren que los salarios de los trabajadores de las islas mejoren. Y lo dicen. Y sale en titulares. Pero no es que estén pidiendo un milagro, es que están diciendo algo que ya ha ocurrido y que no vale para nada.

Los salarios en Canarias han crecido en los últimos años. El problema es que el coste de la vida también ha crecido infinitamente más. La escalada de los precios de los fletes marítimos y de los precios en origen ha disparado un tiro en el bolsillo de las empresas y estas lo han repercutido en los ciudadanos de esta tierra. Quien único ha salido ganando, como siempre ocurre en los casinos –la trampa es el juego– es el Fisco: la recaudación por los impuestos al consumo está batiendo todos los récords conocidos. Y no porque comamos más, ni porque compremos más ropa. Es porque pagamos más por lo mismo.

De las ciento cincuenta mil empresas que hay en Canarias, solo hay mil que tengan más de cincuenta trabajadores. Y son las que mejores sueldos pagan, dicho sea de paso. Las que tienen salarios más bajos son las otras, las más pequeñas. Así que cuando alguien pide tronante que nos suban los sueldos, se lo está pidiendo realmente a esas ciento cuarenta mil empresas que no pasan de cinco empleados.

Que se animen y vayan a decírselo a la cara a la señora de la frutería, al que abrió el bar por encima de tu casa –al de la pastelería no, que es italiano y lo mismo te pega un cartuchazo– o al dueño del estanco. Y que se lo digan también a las casi noventa mil empresas que no tienen asalariados, porque el empresario es un autónomo que se desloma trabajando de sol a sol para pagar impuestos y no se sube el sueldo a sí mismo porque debe ser un tolete, el pobre. Que se lo digan y me avisen, que quiero verlo.

Ah, sí. Claro. Y hay que decírselo también a esos hoteleros que ganan en Canarias una purriada de millones. Pero, claro, para hablar con ellos habría que coger un avión para ir a visitarles a Baleares o a Barcelona o a Madrid. Porque es ahí donde están las sedes –bueno o en algún paraíso fiscal europeo– de las grandes cadenas hoteleras que tienen el grueso del mercado de Canarias. Lo tienen porque cuando nadie creía en el turismo ellos llegaron e invirtieron aquí. En esta tierra que nunca vio el negocio y que ahora, incluso, parece que tampoco lo quiere. Porque hay isleños, pero del Mediterráneo, que con una temporada turística de solo cinco meses y un invierno de pelarse de frío, fueron capaces de crear una industria hotelera que hoy tiene activos en casi todos los países del mundo. Por eso Baleares es rica y en Canarias nos seguimos comiendo los mocos.

Los enemigos del comercio, y de las empresas, son los primeros que se apuntan a pedir subidas salariales. Y las hacen, entusiasmados, con el dinero ajeno, en el sector público, que es en él único que creen, donde ya se cobra de media un treinta por ciento por encima del sector privado. Cuando logren arruinarnos con más y más impuestos; cuando se carguen a todo el tejido empresarial, se acabará el problema salarial. Al fin seremos todos iguales y felices con nuestras cartillas de racionamiento.

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